Walter Benjamin tiene el aura ganada de pensador mítico. Influye desde luego su final (se suicidó después de no poder entrar en España por Portbou en 1940 mientras huía del nazismo, y ya sabemos que en muchos autores la muerte genera un carácter sobre la obra), su carácter ecléctico como intelectual, y su relación con multitud de pensadores y artistas de su época. Sus reflexiones estéticas son con frecuencia citadas y su labor como crítico literario muy reconocida, lo cual no es común.
Tal vez por falta de una gran obra general, los escritos de
Benjamin son cortos, y Calle de sentido único va más allá recogiendo
aforismos, visiones breves e irónicas cargadas de sentido poético de la vida,
los objetos y el arte, en un volumen que se publicó en 1928. Muchas de sus
reflexiones son en efecto brillantes, objeto de un buen subrayado, pero a las
que el formato general del libro impide un desarrollo más profundo y
apetecible. En ese sentido el texto resulta frustrante. Pero, qué duda cabe, de
momentos estupendos. Por poner ejemplos:
“El trabajo en una buena prosa abarca tres niveles: Uno
musical, en el que se la compone; uno arquitectónico, en el que se la construye; finalmente, uno textil, donde se la trama y urde”.
“La escritura, que había encontrado asilo en el libro
impreso, donde llevaba una existencia autónoma, sede implacablemente arrastrada
a la calle por los anuncios publicitarios y sometida a las brutales
heteronomías del caos económico. Esta es la severa escuela donde adquiere su
nueva forma”.
“Habla, si quieres, de lo que llevas escrito, pero no se lo
leas a nadie mientras el trabajo está en curso. Toda satisfacción que te
procures de ese modo frenará tu ritmo”
“Grados de la redacción: pensamiento - estilo – escritura. Pasar
a limpio tiene sentido porque la atención ya solo se centra en la caligrafía.
El pensamiento mata la inspiración, el estilo ata al pensamiento, la escritura
recompensa el estilo”
“La polémica genuina trata un libro con el mismo cariño con
que el caníbal cocina un lactante”
Resultan también irónicos sus apuntes contra la crítica, que
él practicaba, y su texto sobre la inflación en Weimar, que, bajo el título de Panorama
imperial, contiene algunos errores de análisis económico achacables a que
como intelectual destacado debía pensar que podía opinar sobre
todo. Triunfa mucho más en el reflejo de los pequeños momentos y objetos
vitales (Filatelia, dedicado a los sellos, es una joya). Pero, poco a
poco, según avanza la lectura, uno va dejando los subrayados. También influye
que acaba pesando el uso continuado de metáforas y situaciones de género, que
por mucho que debamos situar en la época, son de abundancia sorprendente y con
frecuencia cosificadora, especialmente si hablamos de un pensador lúcido del
siglo XX y cercano al marxismo.
En fin, tal vez el libro 'fácil' para iniciarse en Benjamin no sea la mejor idea. En casa está aún Infancia berlinesa hacia mil novecientos, en esta misma colección tan bien editada de Periférica. Veremos.
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