28 de enero de 2014

Marcel en el gulag



Proust contra la decadencia recoge en un breve volumen las conferencias que el pintor polaco Józef Czapski dictó en el comedor del campo de prisioneros de Griazo Wietz, en la URSS, en 1940 y 1941, a los prisioneros polacos del mismo. Es uno de esos libros en los que el peso épico de su elaboración es tal que cualquier juicio queda ensombrecido si es que se atreve a cuestionar la heroicidad del autor.


Obviamente, Czapski no tenía acceso a los libros en el campo, ni a otros textos que hablaran e la obra de Marcel Proust. En 1940 no habían pasado ni quince años desde la publicación completa de En busca del tiempo perdido, y la obra de Proust, aunque famosa y expandida en círculos literarios occidentales (sin ir más lejos, en España se traduce por Pedro Salinas, el primer volumen, en 1920), no podía ser el referente icónico que es hoy, con su  momento magdalena incorporado al pop. Pero es indudable que el peso que tiene En busca del tiempo perdido (que en 2013 ha cumplido 100 años desde la primera edición del primer volumen) se construía ya entonces. ¿Ejemplos? Hace un mes vi la película italiana La gran belleza (Paolo Sorrentino), donde Proust planea desde lo banal (personajes que lo usan para ligar) a lo fundamental (la nostalgia de tiempos mejores que apenas existieron como excusa emocional), todo ello en un entorno de belleza abigarrada, como los que enfermaban al pequeño Marcel sólo de pensar en viajar a ellos. Y hace una semana fue la película noruega Oslo, 31 de agosto, donde se usa –adecuadamente- una bella cita de Proust sobre el amor y los relojes. Y esto no para nunca.

(vía)

En el campo de prisioneros soviético, los internos seguían con gusto, según Czapski, las peripecias de los personajes.

Czapski es un analista hábil e incisivo. Entre sus notas y las del traductor encontramos calves biográficas de interés para adentrarse en el París proustiano, y en las relaciones familiares reales que se traspasan al libro. Inscribe a Proust dentro de los movimientos artísticos de su época, explica su lúcido análisis psicológico de personas y clases, y pincela las traducciones que ya existían para obra de sintaxis tan compleja. Reivindica completamente al autor y su obra, claro. Su ejercicio de memoria es sorprendente, siempre que sea fiel a lo que sucedió en el campo y no haya habido explicaciones adicionales en el momento de la edición. En su análisis toca lateralmente y sin entrar en profundidad (igual para bien) en la asunción personal y sociale de la homosexualidad como uno de los temas principales del libro, coherente con la visión general que el mundo crítico y literario ha preferido dar, oficialmente, de Proust.

El libro incluye los entiendo que originales esquemas en polaco de Czapski y una breve biografía de su (interesante) vida. Es un volumen muy curioso para cualquier Madame Lectora de Proust, por supuesto.

Józef Czapski (vía)




18 de enero de 2014

Extrañas víctimas

(Reseña previamente publicada en la Revista Cultural Factor Crítico)


Siguen llegando libros brillantes del pozo inagotable de la literatura latinoamericana. Daniel Saldaña París es un poeta mexicano que nació en 1984 y En medio de extrañas víctimas es su primera novela. Su título, algo grandilocuente, y su estructura ya vista (dos historias de dos personajes, con estilos diferentes, que acaban convergiendo) no presagiaban demasiado interés, pero el autor es muy talentoso, incluso para sobreponerse a influencias cercanas (Bolaño, que incluso convierte en homenaje), o más distantes, como Houllebecq, con quien comparte esa inquietante capacidad de encontrar poesía en el vacío postmoderno; o Melville, cuyo Bartleby gravita sobre el diseño del primer protagonista de la novela: Rodrigo, un veinteañero con un gris trabajo de oficinista como ‘administrador de conocimiento’ en un museo del DF. La inactividad, falta de iniciativa y penosa parálisis mental de Rodrigo le llevan incluso a casarse víctima de una broma de sus compañeros de oficina a la que es incapaz de negarse.


El segundo protagonista es Marcelo, un profesor de filosofía madrileño que pasa una estancia de un año en una universidad mexicana, intentando investigar la vida de un ignoto poeta boxeador desaparecido en México a principios del siglo XX. Marcelo es un cuarentón soltero un tanto cínico y pedante que acaba conociendo a Rodrigo porque la madre de este trabaja en la misma universidad. Ambos personajes, tan normalizados en vidas esperables, acaban sucumbiendo a las artes de un desquiciado gurú estadounidense que pretende hipnotizarlos mediante el consumo de orina adolescente para acabar de percibir en grupo el futuro del arte…

La suma de bizarrías epatantes en una trama novelística no es necesariamente un valor, sino más bien un riesgo. Las mencionadas más arriba y varias más no resumibles en un espacio limitado, son en parte asumidamente tópicas, y en parte excusas dramáticas para que el autor destile lucidez ante supuestas certezas de la vida actual: del oficinismo a la política cultural, del anhelo de expresión a la intelectualidad universitaria, del urbanismo atroz al aprendizaje en los viajes al extranjero. Su herramienta es una sintaxis brillante, la capacidad de conseguir imágenes recurrentes de gran potencia, un conjunto de relaciones entre las tramas que supera la estructura algo forzada, y el humor, un corrosivo humor que nunca lleva a carcajada, pero que asoma de continuo en toda frase al abrir el libro, con una carga de ironía sardónica que no da respiro (que es propia del autor pero que también traspasa a sus personajes principales), excepto, por supuesto, en el antepenúltimo párrafo. Que no les voy a contar…






8 de enero de 2014

El divino Louvre



Con lógica edita este cómic el servicio editorial del propio Museo del Louvre: no sólo está el Louvre en el título, sino que la inauguración del palacio (anterior residencia de los reyes franceses) forma parte central de los hechos, así como el discurso artístico, personalizado en Jacques-Louis David, de la Revolución Francesa, lo que permite al libro exponer varios cuadros principales de su colección. La iniciativa parte de una invitación a realizar cómics que pusieran en escena el museo francés.


David es el hilo y personaje central de esta historia. Amigo y correvolucionario de Robespierre, éste le encarga dos cuadros, un retrato de la muerte de Joseph Bara (un adolescente mártir de la Revolución) y otro del Ser Supremo, el ideal racional con que Robespierre quería sustituir la idea de Dios en el pueblo francés. Para ello David busca efebos simétricos y perfectos que le devuelvan una imagen de perfección, y lo encuentra en Jules, un extranjero de origen judío con muchos enemigos.

Debo reconocer que no había visto la Revolución Francesa contada así, con estos niveles de lectura (política, artística, religiosa y sexual), y con una resolución plástica tan sabia y contundente. Escogiendo varias fechas significativas del calendario revolucionario, los autores usan un breve texto, una imagen destacada, y unas escenas en viñetas a veces convertidas en bocetos o esquemas, casi storyboards, como símbolo de un arte (o un ser supremo, o un efebo perfecto, o una política justa) que nunca consigue definirse. La emoción está bien conseguida en su transición del gran escenario político al salón privado o al estudio del artista -con los cuadros simbólicos de varios mártires presidiendo la acción y la vida-, y, especialmente, al detallado rostro de personajes en medio de múltiples confusiones y construcciones. Cada capítulo termina de nuevo con texto, como si las imágenes debieran terminar. Y en medio hay recursos simpáticos y eficaces, como señalar el acento de un personaje cambiando los signos de sus vocales en los bocadillos.

La muerte de Joseph Bara, de Jacques-Luois David

Jean-Claude Carrière es un veterano guionista cinematográfico, muy conocido por haber sido un colaborador habitual de Luis Buñuel, aunque ha trabajado para muchos directores e incluso como actor. No soy capaz de reconocer en El cielo sobre el Louvre una pauta autoral respecto a la obra que conozco de él, y creo que es su primer trabajo en cómic, en el que es posible que el principal peso autoral recarga en Yslaire (Bernard Hislaire), coautor del guión y dibujante, que hace gala de un dominio espléndido del dibujo y color, y que es un autor reconocido de bande dessinée. El libro encierra una mirada obvia al trabajo del artista plástico, a su pasión e intenciones, al significado e importancia de su obra y los detalles de la misma, y a la capacidad de éstas para ser discurso social y político. Es también un viaje a la estética particular de David, cuyo clasicismo en respuesta al decadente rococó borbónico fue la imagen de la Revolución, y cuyo cuadro al final del libro lo cierra en múltiples aspectos.

Robespierre visita el estudio de David

Uno de esos aspectos, el histórico, es especialmente interesante por cuanto El cielo sobre el Louvre es también válido como texto educativo sobre la Revolución Francesa, fenómeno polisémico lleno de acontecimientos concretos que han llegado a nuestros días como objeto de multitud de interpretaciones, a las que este libro se suma gozosamente.

Jean-Claude Carriere (vía)

Yslaire (vía)