Proust contra la
decadencia recoge en un breve volumen las conferencias que el pintor polaco
Józef Czapski dictó en el comedor del campo de prisioneros de Griazo Wietz, en
la URSS, en 1940 y 1941, a los prisioneros polacos del mismo. Es uno de esos
libros en los que el peso épico de su elaboración es tal que cualquier juicio
queda ensombrecido si es que se atreve a cuestionar la heroicidad del autor.
Obviamente, Czapski no tenía acceso a los libros en el
campo, ni a otros textos que hablaran e la obra de Marcel Proust. En 1940 no
habían pasado ni quince años desde la publicación completa de En busca del tiempo perdido, y la obra
de Proust, aunque famosa y expandida en círculos literarios occidentales (sin
ir más lejos, en España se traduce por Pedro Salinas, el primer volumen, en 1920),
no podía ser el referente icónico que es hoy, con su momento magdalena incorporado al pop. Pero es
indudable que el peso que tiene En busca
del tiempo perdido (que en 2013 ha cumplido 100 años desde la primera
edición del primer volumen) se construía ya entonces. ¿Ejemplos? Hace un mes vi
la película italiana La gran belleza
(Paolo Sorrentino), donde Proust planea desde lo banal (personajes que lo usan
para ligar) a lo fundamental (la nostalgia de tiempos mejores que apenas
existieron como excusa emocional), todo ello en un entorno de belleza
abigarrada, como los que enfermaban al pequeño Marcel sólo de pensar en viajar a
ellos. Y hace una semana fue la película noruega Oslo, 31 de agosto, donde se usa –adecuadamente- una bella cita de
Proust sobre el amor y los relojes. Y esto no para nunca.
(vía)
En el campo de prisioneros soviético, los internos seguían
con gusto, según Czapski, las peripecias de los personajes.
Czapski es un analista hábil e incisivo. Entre sus notas y
las del traductor encontramos calves biográficas de interés para adentrarse en
el París proustiano, y en las relaciones familiares reales que se traspasan al
libro. Inscribe a Proust dentro de los movimientos artísticos de su época,
explica su lúcido análisis psicológico de personas y clases, y pincela las
traducciones que ya existían para obra de sintaxis tan compleja. Reivindica completamente
al autor y su obra, claro. Su ejercicio de memoria es sorprendente, siempre que
sea fiel a lo que sucedió en el campo y no haya habido explicaciones
adicionales en el momento de la edición. En su análisis toca lateralmente y sin
entrar en profundidad (igual para bien) en la asunción personal y sociale de la
homosexualidad como uno de los temas principales del libro, coherente con la
visión general que el mundo crítico y literario ha preferido dar, oficialmente,
de Proust.
El libro incluye los entiendo que originales esquemas en
polaco de Czapski y una breve biografía de su (interesante) vida. Es un volumen
muy curioso para cualquier Madame Lectora de Proust,
por supuesto.
Józef Czapski (vía)