28 de diciembre de 2016

Bilbao en las revistas


Durante el siglo XIX el impacto de las revistas ilustradas en la comunicación europea permitió que lectores de todo el continente descubrieran imágenes del mismo gracias a las facilidades de reproducción. Bilbao como ciudad no fue una excepción -tampoco fue el único lugar objeto de este desmán de la ilustración, obviamente-, y este libro, Bilbao en las revistas ilustradas 1843-1900, de Javier Viar, resultado de una exposición realizada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, es un resumen de ello. Restringido al Gran Bilbao para acotar el objeto de estudio, el libro se convierte en estudio de evolución históricovisual de la ciudad durante especialmente la segunda mitad del siglo XIX, con la guerra carlista de los años setenta (las batallas de Somorrostro y la entrada de Concha en Bilbao, sobre todo) como principal foco, y el desarrollismo urbanístico e industrial como segundo.


La víspera de la batalla, 1874, de Josep Lluís Pellicer

Puente e iglesia de San Antón, 1874

No obstante, el libro no deja de ser una compilación analizada de imágenes artísticas, y un libro de crítica más que un desarrollo histórico. De este modo, el foco principal son los autores y el estilo cambiante a lo largo de las décadas de los diferentes autores, acompañado también de la mejora de la técnica y las posibilidades de publicación. El método lleva a Viar a recopilar las imágenes de cada revista y a repetir por ello determinadas estampas de muchos acontecimientos históricos en páginas diferentes y en ocasiones muy lejanas unas de otras. El prolijo análisis de publicaciones, autores y láminas puede resultar exhaustivo para la parte digamos más esperablemente entretenida de la lectura: el devenir histórico, el descubrimiento de lugares que ya no existen, o el sueño de lugares que pudieron ser distintos a como son.


El roble secular de Arbieto, 1880, por Rochelt y Rico.


Visita de la Reina a la Orconera y a la Familia del Carmen, 1887.

Astilleros del Nervión, 1889

Las revistas ilustradas son un fascinante reflejo de una forma oficial de hacer historia que hace 150 años empezaba a ser consciente de las posibilidades visuales de la comunicación. Viar tiene momentos de buen análisis en esto, al mostrar la escasa concienciación social que mostraban las elegíacas imágenes de la dura vida obrera en las minas y hornos de finales del XIX, o la visión moral que se desprende de las imágenes que diferentes autores realizan de hechos similares. No obstante, el libro no es lectura del todo fácil, a pesar de la multitud de ilustraciones: incondicionales de la historia del arte, de la historia de Bilbao, y de la propia ciudad son sus principales destinatarios. Pero la estructura comentada le pesa y requiere constancia lectora. Tampoco ayuda los varios quintales que pesa, pero, je, Bilbao no requiere menos…

Tablero del puente de Bizkaia, 1893. Josep Passos Valero

Preparativos del 1º de mayo, de Vicente Cutanda. Cuadro del museo de BB.AA. de Bilbao, base de algunas ilustraciones en las revistas.

Javier Viar (vía)



12 de diciembre de 2016

El caso Winslow


Conozco The Winslow Boy gracias a la película que David Mamet dirigió basándose en la obra de Terence Rattigan, estrenada aquí como El caso Winslow. Tengo un recuerdo excelente de esta película, que se ha confirmado también al leer la obra original en este volumen que conseguí durante el verano gracias a la retrospectiva que el National Theatre ha dedicado a Rattigan en 2016, en la que han representado varias de sus obras. Otras obras de Terence Rattigan que han conocido versión cinematográfica son The Deep Blue Sea, La versión Browning, o Mesas separadas.

Winslow padre y Winslow hijo

La obra data de 1946 pero se sitúa varias décadas atrás, en la época del sufragismo. El hermano pequeño de una sufragista, Ronnie Winslow, es acusado en la escuela naval donde estudia de robar el dinero de un giro postal, y consecuentemente expulsado. El padre cree al hijo e inicia un largo proceso de recursos y vistas judiciales en que la familia contrata a un prestigioso abogado, y en el que deben luchar contra instituciones asentadas no acostumbradas a los nuevos tiempos. Las consecuencias económicas y personales sobre el conjunto de la familia resultan importantes, por supuesto.


El abogado prestigioso y ambicioso saluda a la hermana del chico Winslow

Rattigan combina maravillosamente acción y subtexto, trabajando a la par las relaciones familiares (la educación cercenada del hijo mayor, el noviazgo de la hija sufragista, o las relaciones entre generaciones) con la situación política y social que implica el juicio (la falta de transparencia del gobierno, el desprecio por los derechos individuales). El personaje de Catherine Winslow, la hermana, permite concretar las estructuras que atenazan a la familia gracias a su situación: su posible matrimonio, sus pretendientes, los intereses más o menos bien intencionados de sus padres. Todo ello se desarrolla en un único escenario, el salón de la casa, con tres zonas más o menos en off: el jardín, la biblioteca, el vestíbulo, y la narración de lo acontecido fuera de la casa (las salas de juicios, el colegio de Ronnie). La combinación inteligente de todos los elementos en los diálogos y la profundidad psicológica de cada personaje obran el milagro: no subrayar en ningún momento, ser sutil en las dobles intenciones como manera de expresarse casi libremente en una sociedad anticuada pero cambiante, mantener un ritmo endiablado sobre los hechos -que siempre suceden fuera- que alteran la vida del pequeño salón de los Winslow, y permitir que el manto de la duda sobre lo sucedido verdaderamente en el caso nunca quede del todo aclarado, aunque lo parezca. Las consecuencias en la vida y carácter de cada personaje tras la experiencia agotadora que se ven obligados a vivir son más importantes. También las consecuencias que se adivinan sociales y judiciales del propio caso, por supuesto.

Terence Rattigan, por Allan Warren (vía)