(Reseña previamente publicada en la revista cultural Factor Crítico)
Hans Fallada es un autor alemán de la primera mitad del
siglo XX hasta ahora olvidado, arrastrada sin duda su memoria por la vorágine
del nazismo y sus consecuencias, y por su prematura muerte en 1947, cuando el
país no estaba para reconocimientos culturales. Fallada fue un autor de éxito
en vida, que incluso pudo mantener durante la época nacionalsocialista en la
que no abandonó el país, y que en El
hombre que quería llegar lejos escribe un prototipo de best-seller casi de
manual.
El hombre que quería
llegar lejos narra la historia de Karl Siebricht desde 1909, año de la
muerte de su padre, en que con 16 años decide emigrar a Berlín desde su pueblo
natal, hasta bien entrada la década de los años 30. Karl siempre deseó conquistar la ciudad a partir de sus
ideas y su trabajo como empresario, como una obsesión permanente que se ve
siempre, de una manera u otra, impedida por circunstancias que no controla:
políticas, como el estallido inesperado de la I Guerra Mundial; económicas,
como la enorme inflación del período de entreguerras; o familiares y
personales, con el peculiar trío de hecho
que Karl se construye con su amiga Rieke Busch y su colega Kalli Flau.
Las páginas más vibrantes y reveladoras del interés de
Fallada en su libro tienen que ver con la creación de la empresa de transportes
de equipajes que Karl y Kalli implantan en Berlín antes de la IGM. El ritmo y
tensión que Fallada alcanza con cuestiones tan prosaicas como la financiación,
las condiciones de los contratos de alquiler y servicios, o las relaciones
entre socios, son las de un thriller apasionado y adelantado a su tiempo, que
profundiza en los procedimientos económicos como un retrato necesario y
presente de la imagen socioeconómica y laboral del Berlín y la Alemania de
aquellos años.
Si las páginas son reveladoras se debe sobre todo a la
inevitable fascinación que produce el mecano determinista de la Historia, que
en este caso lleva los hechos al lugar histórico central del siglo XX. Karl
Siebrecht es ambicioso pero no avaro, y en su empeño por destacar honestamente
no quiere ayudas que no pueda devolver o que aplasten su espíritu. Pero se
enfrenta a un mundo que le sobrepasa, en un conflicto permanente en que es fácil
ver matices de nuestra crisis actual, así como del propio devenir alemán en los
años 30, si bien el nazismo no aparece en ningún momento. Y no se trata sólo de
la IGM (que constituye una gran elipsis en la novela) ni de las penurias
económicas que supuso un Tratado de Versalles que no se menciona, sino también
de la vida bajo el contrabando, el mercado negro, o incluso los batallones
paramilitares de otros países en terreno alemán. Pero Karl en su ambición, o
los demás personajes, no llegan a formalizar nunca un interés político.
El hombre que quería
llegar lejos es, especialmente su primera parte, una obvia Bildungsroman que resulta más plana en
su retrato de personajes, un tanto invariables, en general. Estos están
presentados en múltiples dicotomías enfrentadas: joven/maduro, pobre/rico,
trabajador/empresario, y los avances en estas líneas divisorias forman parte de
la estructura de la novela en paralelo a los negocios de Karl. Sin embargo, las
relaciones entre ellos, tanto para asuntos de negocios o de familia, resultan
un tanto blancos e inocentes, y muchos comportamientos parecen demasiado
ingenuos si se comparan con otros cronistas de la época como Isherwood o Mann.
No puedo llegar a saber si es falta de habilidad en el perfil psicológico o un
resultado de la necesidad de escribir un éxito, en el que hay un retrato a
veces descarnado de la realidad, pero mucha resignación y poco análisis de
causas, además de una obvia ausencia de contexto político (salvo la inevitable
pero fugaz mención a la guerra) en un país y momento que bullía de ideologías.
También puede deberse a los términos históricos y políticos del posible momento
de su publicación, que finalmente fue póstuma, en 1953. Pero, en cualquier
caso, no invalida el talento narrativo de Fallada, que estructura con lógica
aplastante los acontecimientos de esta casi novela río, excelente texto para
conocer la vida de Berlín entre 1910 y 1930, testimonio de una ciudad de la que
ya no existen apenas rastros, y, en cualquier caso, un libro de lectura
trepidante.