De hecho, los viejos estoicos parecen más vivos que nunca. Protagonistas de reediciones de sus textos, de libros monográficos, de conferencias, ejemplos para unos tiempos en que la interpretación de sus teorías parece por momentos interesada, o, cuando menos, un tanto reducida a parte de sus consignas éticas reinterpretadas desde el individualismo postmoderno. No es el caso de este libro, El estoicismo romano, dedicado no a dar recetas directas sobre la vida de hoy sino al estudio de los grandes representantes de esa corriente del pensamiento: Séneca, estudiado por Javier Gomá; Epicteto, por Carlos García Gual; y Marco Aurelio, por David Hernández de la Fuente. Publicado por Arpa Editorial, el libro es el resultado por escrito de tres conferencias previamente ofrecidas por cada autor en la Fundación March. La aproximación es especialmente sensible a avatares biográficos de cada autor en relación con el desarrollo de su pensamiento dentro de su propio devenir personal.
El estoicismo romano es la etapa final de esta escuela en la filosofía antigua, y la penúltima de esta filosofía antigua cuando se estudia como conjunto, aunque se desarrollaría por personajes como el consejero de un emperador e incluso un mismísimo emperador. A estas alturas de esta corriente filosófica, y bajo el poder absoluto de los emperadores romanos, la práctica filosófica había perdido gran parte de su capacidad política, y estos autores tampoco se muestran especialmente interesados por las patas de la Lógica y la Física que tan relevantes fueron para los estoicos primeros a la hora de apuntalar su visión cósmica completa. De Séneca a Marco Aurelio no es que hayan olvidado poner a la naturaleza en el centro de todo principio, norma o decisión, pero el Logos y su discusión no es omnipresente. Los consejos para proceder en las situaciones de la vida, el consuelo ofrecido cuando la fortuna no sonríe, incluso las instrucciones para una vida resignadamente feliz, ocuparon su interés.
De los tres filósofos, Séneca es probablemente el más discutido por la pluma del autor de su estudio. No es que no le colme de buenos elogios, pues empieza su texto con un decálogo de los notabilísimos méritos del filósofo que le convierten ‘en un gigante’. Pero Gomá coincide con otros estudiosos de la obra de Séneca al mostrar la contradicción de su pensamiento moral con su servicio durante años a Nerón, con el que hizo inmensa fortuna, y al que buscó influir positivamente con sus consejos sobre la clemencia a practicar por el emperador, pero al cual no discutió cuando empezó con las crueldades de su etapa final, sino que consintió callando y mirando a otro lado. Él, que era autor de un corpus ético ya relevante cuando le encargan ser el tutor del joven Nerón. Entre esto y el desapego emocional, interpretable desde un rigorismo extremo de resignación estoica, con el que Séneca responde a las necesidades de consuelo de una madre marcando la futilidad de la vida, lo inútil de la misma, o la oportunidad dada por la naturaleza de resignarse sabiamente a su designio, molesta profundamente a Gomá, que se reconcilia, sin embargo, en la época final de Séneca con las Cartas a Lucilio, y al que siempre le reconoce la fuerza emocional y la pulsión dramática que impone a sus escritos.
El menos discutible de los estoicos romanos es sin duda Epicteto, que frente a sus dos ilustres compañeros de escuela no tuvo aspiraciones ni momentos de poder político: era un esclavo liberto que fundó su propia escuela de filosofía y que nunca escribió nada. García Gual hace un retrato amable en que el momento clave en que, sin queja, se dejó fracturar una pierna y quedó cojo de por vida, es especialmente subrayado como aplicación de la libre aceptación estoica de lo que en la naturaleza nos proporciona y por tanto nos conviene. El momento sirve para definir una vida dedicada a la enseñanza, que permite además a García Gual dar pinceladas sobre el estoicismo como enseñanza que nos extraña y fascina a la par. Sólo sobreviven textos escritos por sus alumnos, y se sospecha que existieron clases y disertaciones sobre lógica y física, pero, o no se escribieron o no se conservaron.
Para mí, personalmente, Marco Aurelio es el personaje de perfil más fascinante de los tres. Emperador de dos décadas turbulentas, escribía para su propio consumo unos textos melancólicos que rebosan sentimientos agotados de un mundo trágico y absurdo, abogando por un retiro interior y una aceptación resignada de lo que la naturaleza traiga. Su contradicción es aún mayor, si cabe, que la de Séneca. Y su vida es un debate entre su pulsión filosófica y su formación para alcanzar la cabeza del Imperio, algo que aceptó como inevitable y, estoicamente, dado por la naturaleza. David Hernández de la Fuente también se aferra a un episodio biográfico muy peculiar: el sueño que tuvo siendo adolescente la noche anterior a ser nombrado heredero, en el que sus hombros eran de marfil, frágiles, pero parecía que aguantaban, con la mala salud de hierro de los enfermos que también le caracterizó. Marco Aurelio ordenó campañas bélicas cruentas a la par que fue un hombre de familia - algo a lo que los estoicos suelen recomendar desapego, y de ahí parte del enfado de Gomá con el primer Séneca - y un joven bondadoso e inteligente. Para Hernández de la Fuente, este "emperador de marfil" es un filósofo de sinceridad total, pues era inconcebible que el emperador publicara sus Meditaciones, y ahí reside una fuerza interna que apela en sus humanos consejos a todas las épocas y oficios. Pero, por otro lado, si incluso el emperador de Roma, todavía en el siglo II después de Cristo, muestra este desapego por el mundo y este desánimo para el que receta el retiro interior, pero en el que no es imposible leer también un fracaso de la humanidad en el que vida social y política no tienen sentido, ¿que quedará si no pedir un rescate, una luz, una guía, a nuestra alma por parte de lo más alto?
Los tres textos se benefician a mi entender de la agilidad
del lenguaje oral del que proceden, la conferencia previa, y fluyen con ritmo y
gran claridad expositiva. Mantienen también una coherencia estructural y
completan un libro que no es académico en sí, pero resultaría muy útil como
tal.
Bueno. Aquí las consecuencias del libro, que ya están en casa:
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