Un autor anciano y consagrado muere, sus obras se reeditan, y los lectores nos entristecemos por lo primero y alegramos por lo segundo. No haber leído a Delibes, no haber leído El camino, era casi imposible para mi generación, pues era lectura obligada en el bachillerato. Pero de ahí a conocer toda su larga obra hay un trecho. Muchas veces fue trecho salvado por el teatro, o por el cine, pero, a decir verdad, tengo grandes lagunas en la lectura de un autor que siempre me ha parecido irreprochable.
La primera laguna que vadeo tras la muerte de Miguel Delibes es Señora de rojo sobre fondo gris. A Delibes, como a muchos escritores, le pasa que aunque no sean protagonistas aparentes de sus novelas, sus afinidades/simpatías son claras con los protagonistas. Y que los intereses de sus protagonistas cambian con el tiempo. En el caso de Delibes Señora de rojo sobre fondo gris es un título de clara madurez, inspirado por la figura de su mujer muerta antes de tiempo (a mediados de los setenta), a la que retrata y homenajea desde el título. Un título obvio, metafórico y muy cumplidor.
La novela toma la forma de una única carta que un padre escribe a una hija después de que esta le visitara. La mujer de él y madre de ella ha muerto recientemente de enfermedad inesperada, sumiendo al hombre en una profunda crisis. La carta es sobre todo una evocación de la figura de esta mujer, realizada desde el sentimiento de pérdida y la necesidad de reconocimiento propio de la dependencia hacia ella. Es una señora de rojo, actividad y compromiso, acción y pasión, entrega y generosidad. La hija, por su parte, ha estado presa del franquismo, por motivos que se desconocen, y que movilizaron a toda la familia. Es un fondo gris que resalta la vulgaridad de un medio social infectado por un poder injusto y mediocre, contra el que la señora de rojo actúa con dignidad pero sin éxito. Exactamente igual que el cáncer contra el que su cuerpo no puede hacer nada.
La maestría de Delibes se subraya sobre todo en la sencillez de la ejecución. Su lenguaje está extremadamente cuidado, y nos vendrá bien para recuperar vocablos como estiaje o atrabiliario, pero la sintaxis es simple (que no poco trabajada), el discurso es claro y emocional sin subrayado y la duración es breve, concreta y concisa. El uso de los recuerdos, de los objetos sentimentales, de las relaciones profesionales, o de las casas de la familia como símbolos de una mujer que convertía en arte su vida y su convivencia (frente al artista profesional que es el marido, pintor en la novela) es magistral. Delibes escribía novelas más bien cortas, pero dado que Señora de rojo sobre fondo gris se publicó en 1991, quince años después de que Delibes enviudara, no cabe duda que se trata de un libro exquisitamente pensado, que, obviamente, me invita a continuar con más.
La primera laguna que vadeo tras la muerte de Miguel Delibes es Señora de rojo sobre fondo gris. A Delibes, como a muchos escritores, le pasa que aunque no sean protagonistas aparentes de sus novelas, sus afinidades/simpatías son claras con los protagonistas. Y que los intereses de sus protagonistas cambian con el tiempo. En el caso de Delibes Señora de rojo sobre fondo gris es un título de clara madurez, inspirado por la figura de su mujer muerta antes de tiempo (a mediados de los setenta), a la que retrata y homenajea desde el título. Un título obvio, metafórico y muy cumplidor.
La novela toma la forma de una única carta que un padre escribe a una hija después de que esta le visitara. La mujer de él y madre de ella ha muerto recientemente de enfermedad inesperada, sumiendo al hombre en una profunda crisis. La carta es sobre todo una evocación de la figura de esta mujer, realizada desde el sentimiento de pérdida y la necesidad de reconocimiento propio de la dependencia hacia ella. Es una señora de rojo, actividad y compromiso, acción y pasión, entrega y generosidad. La hija, por su parte, ha estado presa del franquismo, por motivos que se desconocen, y que movilizaron a toda la familia. Es un fondo gris que resalta la vulgaridad de un medio social infectado por un poder injusto y mediocre, contra el que la señora de rojo actúa con dignidad pero sin éxito. Exactamente igual que el cáncer contra el que su cuerpo no puede hacer nada.
La maestría de Delibes se subraya sobre todo en la sencillez de la ejecución. Su lenguaje está extremadamente cuidado, y nos vendrá bien para recuperar vocablos como estiaje o atrabiliario, pero la sintaxis es simple (que no poco trabajada), el discurso es claro y emocional sin subrayado y la duración es breve, concreta y concisa. El uso de los recuerdos, de los objetos sentimentales, de las relaciones profesionales, o de las casas de la familia como símbolos de una mujer que convertía en arte su vida y su convivencia (frente al artista profesional que es el marido, pintor en la novela) es magistral. Delibes escribía novelas más bien cortas, pero dado que Señora de rojo sobre fondo gris se publicó en 1991, quince años después de que Delibes enviudara, no cabe duda que se trata de un libro exquisitamente pensado, que, obviamente, me invita a continuar con más.