Erik Hesselberg, el autor de Kon-Tiki and I, fue uno de los marineros a bordo en la expedición
que llevó en 1947 a la barcaza Kon-Tiki desde Perú a la Polinesia y con la que
Thor Heyerdahl, el líder de la misma, quiso demostrar el posible origen andino
de los habitantes de la Polinesia. Los detalles de la expedición son muy conocidos, han dado
lugar a películas y documentales, y a varios libros. El más conocido de ellos
es el escrito por el propio Heyerdahl, pero este de Hesselberg se tradujo a 15
idiomas y tiene un encanto especial.
El libro recoge la vivencia personal de Hesselberg durante
el viaje desde su casa hasta que consiguió regresar a ella. El ciclo central es
obviamente el viaje en la Kon-Tiki. El encanto viene dado por una descripción liviana
y sensorial de todo lo que acontece a Hesselberg y sus compañeros, el texto
aparentemente reproducido de su puño y letra, y los dibujos que ilustran la
acción, se supone que iniciados durante el mismo viaje. Con todo ello,
Hesselberg consigue un tono inocente de aventura pura entre el descubrimiento
científico (geográfico, antropológico, etnológico) y la maravilla, destinado
probablemente a un lector infantil, que alcanza un tono de comunión poética con
la vida desprovisto de ideologías y con el que he disfrutado enormemente, por
rebajados que entiendo que están los aspectos más duros de cien días de
navegación en las condiciones que se impuso la expedición.
Gran parte de la fuerza del libro reside en sus dibujos,
obviamente, algunos de gran formato, realizados en tinta sobre blanco y sin
enmarcar, adquiriendo un carácter de apuntes del natural en un cuaderno
científico o de viaje. El trazo es simple y claro pero muy efectivo, y es
especialmente impactante en la reproducción de las especies animales que se van
encontrando en el Pacífico durante el viaje. El volumen que he leído añade experiencia
estética a la lectura: es un ejemplar de la tercera reimpresión (en 1951) de la
primera traducción al inglés (publicada en 1950) que encontré por sorpresa en
una librería de viejo de Bilbao.
El papel es grueso y sedoso, y los bordes amarillean. La encuadernación ha
sufrido el paso de los años y quién sabe qué viajes habrá tenido propiamente el
libro.
Erik Hesselberg (vía)