Acción de Gracias
es la desgraciada traducción de The Lay
of the Land (La disposición de la
tierra), la novela publicada en 2006 por Richard Ford, y que completa una
trilogía con ambición de gran novela americana, tras El periodista deportivo, y El
día de la independencia. Las tres están protagonizadas por Frank Bascombe,
un agente inmobiliario reflexivo y observador, afable pero solitario, que
disecciona su vida y su país en jornadas significativas, como el 4 de julio o
el día de Acción de Gracias. Supongo que era una tentación editorial muy grande
traducir así el título del libro, dado el carácter de secuela, y que, el
anterior, con grandísimo éxito, se restringía temporalmente a un día, y éste lo
hace a tres. Pero también entiendo que el autor huía deliberadamente de esa
conexión entre los títulos…
Árbol seco y vista lateral de la Casa Lombard (Edward Hopper, vía)
Bascombe es un personaje marcado por la tragedia familiar:
la muerte de su hijo a los nueve años de edad lo sume en una crisis personal (El periodista deportivo), le hace
divorciarse, y enfrentarse con cierto temor a la vida con sus otros hijos (El día de la independencia). En Acción de Gracias, sus dos otros hijos
son mayores, pero la serenidad vital que había alcanzado (Bascombe lo llama el periodo permanente, como parte de una
descripción continuada y acertada de la tranquilidad de la madurez asumida) se
rompe porque su segunda mujer le abandona y él contrae un cáncer, contra el que
lucha con apreciables garantías de éxito. La novela transcurre del martes al
jueves de la semana de noviembre en que los estadounidenses celebran su Thanksgiving, y en esas jornadaa
maratonianas para las que Ford emplea 700 minuciosas páginas, Bascombe visita a
su ex mujer, realiza un par de acciones comerciales con su socio tibetano (¡!)
de la inmobiliaria, visita con un antiguo amigo una demolición, se mueve de
continuo en su coche, acude al funeral de un amigo, visita un par de bares
donde bebe más de la cuenta, etc…
Alameda Gran Torino 1974 (Robert Bechtle, vía)
Ford domina el tiempo en su relato, dilatando la acción
gracias a la reflexión sociomoral y al pensamiento divergente de su personaje. Usa
frases de sencillez completa, nunca busca imágenes poéticas, y no impone una
estructura. La cotidianeidad pequeña de miserias y alegrías de la clase media
norteamericana es su objeto, estudiado a través de un nuevo estoico. Y de todo
ello resulta que me quedo sin argumentos analíticos con que defender la novela…
Ya con El día de la indepencia (más
brillante en su progresión y en la fisicidad de los miedos de su protagonista)
tuve cierta sensación de novela muy esforzada. Para intentar explicar la
extrañeza que me supone el trabajo intenso de Ford en contraste con su
personaje e historias, me voy a fijar en el contexto: Bascombe es un estupendo
agente inmobiliario, que cree en su trabajo, y que considera honestamente la
relación con sus clientes, a los que aconseja después de haberlos diseccionado
con su psicología particular, y que concede al hogar, a la casa de cada uno, un
peso apabullante en la felicidad personal y familiar. Y Ford, sin duda, conoce
técnicamente el tema y lo ha estudiado como base fundamental de una historia…
¡publicada en 2006! ¡Con una burbuja inmobiliaria a punto de estallar y sin
indicio alguno de lo que llegaba! Cierto es que Acción de Gracias transcurre en 2000, en ese periodo en que la
primera democracia del mundo abochornaba al planeta con el recuento de las absurdamente
decimonónicas papeletas de Florida para las elecciones presidenciales Bush vs.
Gore (vs. Nader), y que en ese tiempo aún no se preveía que las desregulaciones
financieras llevarían al desastre. Al mismo tiempo, la situación política –que está
presente de continuo en un Bascombe demócrata y militante que vive y trabaja
rodeado de republicanos- no prevé lo que sucedería en el país en septiembre de
2001, en un ejercicio que se me antoja casi transparente de… bueno, de no
querer contaminarse o no poder afrontar el peso del acontecimiento, que lógicamente
Ford conocía al escribir, y que dado el anhelo analítico de su personaje y su
vida anclada en un presente muy definido, necesitó obviar.
Todo esto suena a decirle al escritor cómo debe hacer su
tarea, cosa que odio, ya que tiene derecho a centrarse en lo que quiera, aunque
deba hacer malabarismos temporales e imagino que mentales para conseguirlo. Acción de Gracias es en sí una novela
conseguida, una pequeña aventura cotidiana que se sigue con tranquilo interés,
con profundidad moral y cierta dosis de pasmo lúcido ante la complejidad sentimental
contemporánea.
Richard Ford (vía)