Defienden algunos que Homero ya escribió todas las leyendas
y todas las historias, y que desde entonces la historia de la literatura es
sólo reescritura. Son varios los autores que se han echado en manos del mítico
escritor ciego padre de la mitología griega y narrador del fin de Troya y del
viaje de regreso de Ulises a la lejana Ítaca tras aquella batalla. A esa nómina
se suma ahora Gaztea Ruiz Martínez con una opción inesperada, la narración oral
de las huelgas mineras en la Bizkaia de mayo de 1890, acontecidas tras la
celebración del primer
Día Internacional de los Trabajadores, por boca de un militante socialista
moribundo en vísperas de que el ejército franquista entre en Bilbao en junio de
1937. Luciano, natural de Bermeo, le cuenta su experiencia a Nito, inmigrante
de Zamora que llega a Bizkaia en 1910, y que compartió en el pasado lucha
política y sindical con Luciano y que ahora organiza suministros para los
milicianos que defienden Bilbao. Nito además es consciente desde la primera
frase del libro de que su amistad por Luciano encierra sentimientos amorosos
que mantiene reprimidos.
Transporte de mineral desde la cuenca minera a la ría (vía)
Ruiz Martínez encabeza con citas de los versos de La Odisea cada capítulo de Dos pájaros de hierro, encajando los
diferentes matices del tiempo narrado por Luciano en un marco épico pero
también mitológico, dado lo peculiarmente olvidados que están los hechos que
narra el libro. Los mejores momentos del libro están en mi opinión en un primer
capítulo arrollador, lleno de dolor arrebatado, que prologa el viaje de
miserias y batallas que leeremos, y la recuperación del lenguaje hablado de los
obreros del país, porque, en general, son lenguajes y voces ninguneados en la
literatura por su supuesta vulgaridad, incluso en la obra de quien escribiera
en su nombre. Pero Ruiz Martínez lo recupera con una frescura llena de modismos,
algunos localistas, de mucho encanto. Luciano, en su veteranía obrera y su
ceguera heterosexual, domina así el libro frente al intelectual Nito, que, a
pesar de algunos arrebatos, se lo cede gustosamente como último acto de amor.
Trabajadores de las minas (vía)
Es una osadía importante el elemento homosexual en Dos pájaros de hierro. Nito tiene una
psicología tal vez demasiado moderna, pues se conoce y se acepta, además
entiende el mundo en que vive y que no puede ni hablar. No tiene pares, no hay
mención a posibles alivios o escarceos, y se nos presenta con una estabilidad
mental, devota en su amor por Luciano, digna de, en efecto, un héroe trágico
griego. La suya es una odisea en solitario a la que se niega el fin, pues no
alcanzará el amor además de perder la tierra vía invasión fascista. La
diversidad sexual desde luego no era un factor político en las décadas y
situaciones retratadas en el libro, y mi sensación como lector es que requiere
un desarrollo más profundo que no encajaba en la obra. La II República trajo
algunas libertades y derechos, pero la falta de memoria histórica LGTBI reduce
el imaginario temática de la época a los ambientes intelectuales y sórdidos de
las grandes ciudades (Madrid, Barcelona) también nos falta literatura al
respecto, al contrario de países como Inglaterra o Francia, seguramente porque
no es lo mismo que Wilde o Rimbaud escribieran ya en el siglo XIX, frente a
Lorca y Cernuda, que podrían ser los primeros grandes referentes españoles
entreabiertos al mundo, décadas más tarde.
Facundo Perezagua, histórico líder sindical de las
huelgas mineras (vía)
Pero sin duda el episodio que interesa recuperar al autor es
el del movimiento obrero bizkaino, como respuesta a las condiciones inhumanas
de vida en la cuenca minera (y que en parte se puede leer también en la biografía del
Dr. Areilza escrita por Josu Montalbán). Al unir el autor en el relato (y
en la lucha militante) a un trabajador bizkaino (que en general solían ser
capataces más que mineros) y uno zamorano ya hace declaración de intenciones
respecto al valor de sus convicciones en un entorno en que, aunque parezca
increíble, el nacionalismo aún no estaba organizado políticamente. La narración
de la vida minera y la organización de la huelga se produce casi siempre de
manera oral (a la griega, diríamos), aunque hay también memoria del propio Nito
y algún informe escrito. El ejercicio de memoria viene punteado por la
enfermedad de Luciano, que acecha como los bombardeos de los nacionales, y, en
cierto modo, mantiene así la agilidad en pasajes en que la miseria minera,
vista desde la memoria, alcanza un carácter entre mito y nostalgia. La verdad
es que, como el mismo Luciano expresa, tengo mis dudas con esta elección del
autor, como si el conflicto minero (y su influencia social, política y
económica) necesitara del anclaje en el mito/recuerdo como valor literario, en
lugar de la acción o narración directa. Pero por su lado el ritmo creado por
los acontecimientos del presente de 1937 es elevado, y el libro prácticamente
se devora. Quedan, en mi opinión, algunos subrayados sociopolíticos
probablemente innecesarios a pulir por un autor que entrega su primera novela,
pero que tiene pulso de narrador sensible. Quien le haya seguido en las redes
sociales durante el confinamiento verá una importante vocación poética (confirmada
por varios libros de poesía publicados con anterioridad), pero, además, una
significativa fuerza humorística en lo cultural que, espero, pueda explotar en
futuras obras.
Gaztea Ruiz Mertínez, en foto extraída de su cuenta de Twitter