28 de febrero de 2013

¿Quieres más a papá o a mamá?


(reseña previamente publicada en la Revista Cultural Factor Crítico)


Es casi imposible que los lectores que amamos Fun Home no tengamos la tentación de leer ¿Eres mi madre?, de Alison Bechdel. La autora que escribió un libro sobre su padre, homosexual reprimido que presumiblemente prefirió suicidarse al escándalo público y al divorcio, ha publicado siete años más tarde un libro centrado en la figura de su madre, un personaje importante pero secundario en Fun Home. En la página 5 la fuerte relación entre ambos libros se plasma de manera visual en una viñeta que produce un escalofrío a cualquier lector de Fun Home. Ésta:


Les explico: como otros autores de cómic, Bechdel escribe libros autobiográficos. Fun Home cuenta la historia de su infancia hasta que ella misma sale del armario, justo antes de que su padre se suicidara tirándose delante de un camión de una compañía panificadora. Y esta inocente imagen, más allá del gusto de Bechdel por el encuadre y la simetría, nos advierte de que un camión de emociones puede arrollar a un pequeño coche que se busca la vida, mientras nos golpea el corazón al pensar si los paralelismos vitales e intelectuales de Alison y su padre pudieran suponer el mismo final para ambos…

No creo necesario haber leído Fun Home para comprender ¿Eres mi madre?, pero ambos son excelentes y  se complementan, aunque Fun Home sea probablemente más accesible; ¿Eres mi madre?, aunque relata también episodios de la infancia de la autora, se centra en su vida adulta, desde que marcha a la universidad y empieza su trabajo de dibujante, hasta que escribe Fun Home, el libro sobre su padre, y, años más tarde, comienza a escribir el mismo libro que comentamos. Una autobiografía en que la relación con su madre es el principal eje de la narración, y donde los problemas familiares arrastrados y las propias obsesiones de Bechdel se plasman en un narrativamente armonioso y fantástico panel vital.


En este panel se articulan relaciones entre mujeres a tres niveles: madre-hija, terapeuta-paciente, y amante-amante, y los tres tipos de relaciones se describen en una mezcla continua en los episodios vitales de Alison: las escenas describen la relación con su madre mientras las explicaciones o los bocadillos son los que su terapeuta le ha explicado o lo que ha encontrado en sus lecturas sobre terapia; o está con su pareja mientras mentalmente recuerda las cartas que se escribían sus padres. La autora revela la planificación del libro del mismo modo que combinando todos estos elementos tratará de explicarnos el resultado de una deconstrucción aplicable a la literatura y al análisis.

La terapia y el psicoanálisis son el método principal que Bechdel utiliza en su libro. Al igual que la literatura (y la cultura en general) era en Fun Home el modo en que la familia conseguía relacionarse y apasionarse, en ¿Eres mi madre? la compulsiva necesidad de hacer, leer e interpretar su terapia cubre de un manto todo el libro, como puede verse en el croquis de la página anterior, donde la estructura visual viene reforzada con los textos de Donald Winnicott, un especialista británico en el piscoanálisis infantil y prácticamente único personaje masculino del libro –y de dibujo turbadoramente parecido al padre de Alison, por cierto. La lectura de Winnicott ayuda a Alison a interpretar su vida: desde las necesidades emocionales del niño y la madre, al paralelismo relacional de la terapeuta con la madre y el paciente con el niño, pasando por las relaciones con los objetos, la interpretación de los sueños, o los simbolismos como los diarios o los espejos. Bechdel sigue dejando de todos modos sitio para la literatura, con su referencia continua a los libros precisamente biográficos de Virginia Woolf, y a aquellos que liberaron a la atormentada autora inglesa de los recuerdos traumáticos sobre sus padres.

Entiendo que con esta reseña el libro puede parecer serio. Diré más, su uso abundante del texto, de un texto técnico en ocasiones, sobre psicoanálisis lo puede hacer duro. Y todavía añado que es algo más, es casi devastador. Su mirada no sincera sino completamente transparente al interior del alma de Alison desarma cualquier introspección personal que yo al menos haya sido capaz de hacerme, aunque los psicoanalizados que lean el libro podrán juzgarlo mejor (se me antoja también que el nivel de interpretación intelectual de la terapia y el psicoanálisis de la protagonista y autora no es tampoco el más común). El análisis no se queda sólo en las relaciones familiares, amorosas y/o terapéuticas, sino que hay un sitio esencial para la eclosión y desarrollo del sentimiento creativo en el artista, cuyas motivaciones psicológicas se explican en momentos clarividentes, o la conciencia que supone la orientación sexual, sin la cual Bechdel asume que se habría atrevido a reconocer el divorcio entre mente y cuerpo que le brindaban su educación y su familia.


Haber aunado todo esto en un libro armonioso resulta un trabajo titánico. Como narración visual, ¿Eres mi madre? es un trabajo impecable, como ya lo era Fun Home. Cada uno de los siete capítulos comienza con un sueño de Alison que transcurre sobre fondo negro, mientras que todo el capítulo (¿tal vez los periodos de vigilia de una semana de narración?) transcurre sobre fondo blanco, en una línea clara y un entintado aguado. El blanco y negro sólo se rompe con ligeros tonos de rojo o granate, en una curiosa simetría simbólica con Fun Home, donde este único color presente era un triste azul. Las transiciones entre las líneas maestras del relato ya mencionadas (a los que hay que sumar sus pasajes del pasado que representan a Winnicott trabajando con niños, o a Virginia Woolf explicando sus libros) se realizan con elegancia, integrando todas las partes de la narración de manera fluida mediante objetos, gestos y marcas. El control del encuadre y la viñeta se utiliza para crear emoción y relacionar personajes, y su alcance se observa muy bien en las relaciones con las terapeutas. En general, los baqueteos psicológicos de la mente de Alison están bien conseguidos, incluida la profusión de textos mencionada. Todo ello en un volumen que retuerce el concepto de metalibro, al explicar sus motivos, el proceso de su confección, la relación del libro con la obra anterior del autor, la vida de los personajes reales en que se basa… Al escribir esta reseña, me había planteado llamar Bechdel a la autora y Alison a la protagonista, pero no siempre ha sido fácil decidir quién es quién. Lo cual también sería un tema objeto de análisis del libro…

Alison Bechdel por Elena Seibert (vía)



18 de febrero de 2013

Todo




Aunque En busca del tiempo perdido tiene varias epifanías, alguna ultrafamosa como la de la magdalena, la más significativa literariamente puede ser la que recorre varias decenas de páginas de El tiempo recobrado, que cierra la serie de siete volúmenes en que se dividió la larguísima novela sobre la vida y los recuerdos del propio autor.  En ese momento de lucidez completa, ante el panorama desolador de una vejez cercana y enfermiza, y siendo consciente del pasado alcanzable mediante una memoria a perderse, Marcel Proust decide encerrarse, renunciar a los amigos y al gran mundo, para escribir y conseguir obtener la verdad de los hechos que le sucedieron y dieron sentido a su tiempo. Es la forma en la que consigue recobrarlo, inmortalizando sus caprichos y los vaivenes que va dejando en la memoria.


Las percepciones sensoriales de En busca del tiempo perdido son esenciales (y, algunas, decididamente maravillosas): sirven como instrumento de la memoria para relacionar diferentes tiempos y hechos a través de un sabor un olor, la luz de una iglesia, o una flor. Proust mira extasiado el corazón de las cosas (como dice de él Umberto Eco en Historia de labelleza)  y con una capacidad metafórica inigualable las hace viajar en el tiempo a lo largo de los volúmenes, sea en forma de viajes en tren, descripción de una iglesia, o antesalas de una fiesta del gran mundo.


En busca del tiempo perdido cuenta una historia, la de la vida del propio Marcel Proust, de niño débil a joven invitado en todas las fiestas, a maduro solitario que decide comprender el mundo con la literatura. En su búsqueda del arte y el amor, Proust sufre el inesperado avatar de las orientaciones sexuales de sus amantes y de sus amigos, y de su análisis psicológico y social, diferente a lo que hasta entonces se escribía, surge una conciencia primitiva de lo gay como comportamiento, y un retrato descarnado de una vida reprimida que se intenta disfrazar de continuo (el personaje de la novela es un cristiano heterosexual, justo lo contrario del autor al que representa). La otra pata principal de la novela es la social, en la que Marcel intenta encontrar sin conseguirlo el calor intelectual de las clases altas (Guermantes), que se le revelan insulsas y estultas, y las burguesas (Verdurin), presuntuosas e intrigantes. Aunque ambos caminos se unan tras una brillante y continuada vivisección sociopolítica (que incluye el dreyfusismo y el nacionalismo de cambio de siglo), Marcel sólo puede recluirse para crear, una vez que los individuos disonantes de ambos mundos que le interesaron (Saint-Loup o Swann, por ejemplo) desaparecen.



Proust es un poeta capaz de conseguir imágenes espléndidas. Sin duda debe ser uno de los autores más citados de la historia. Su prosa se detiene en descripciones y pensamientos en flujo de conciencia de manera consciente y continuada. Sus frases tienen estructuras imbricadas, con frases relativas, paréntesis y extensión larga, que a veces resultan imposibles, pero que fluyen con extraña ligereza en el sentimiento del lector, cuyo disfrute estético es a veces inconmensurable. Además, para mi sorpresa, resulta ser por momentos un autor divertido, que parece mirar el envaramiento de su sociedad, e incluso el de varias personas que la habitan (incluido él mismo) con una ironía directa que en general llevan consigo los personajes aparentemente más simples.


Hace 22 años hice una foto a la tumba de Marcel Proust en Père Lachaise; sobre su mármol negro había una solitaria rosa roja fresca. Sólo conocía pasajes de Un amor de Swann por aquel entonces, que es el extracto más conocido de Por el camino de Swann, el primer volumen de la novela, pero que no es nada comparado con el torrente de sensaciones que el libro completo deja. Lo he completado en dos años y medio, intercalado con otras lecturas, e incluso lo seguí en un blog que desde un punto de vista irónico pretendía explicar a la madre de Proust lo que la novela de su hijo le parecía a un club de lectura de señoras: Querida Madame. No diré que mi pensamiento o mi visión del mundo hayan cambiado en lo esencial tras la experiencia (de hecho, recuerdo mayor impacto emocional y/o vital con otras lecturas a lo largo de mi vida como lector), pero, aunque sólo sea por el Tiempo transcurrido, que se ha retorcido como en la dimensión proustiana del mismo, mi vida sí que ha cambiado.


Este año se cumplen cien años de la publicación del primer volumen de la novela.


Merci, Marcel.





8 de febrero de 2013

Monkeywrenching!


(esta reseña fue previamente publicada en la revista de cultura Factor Crítico)

La lectura de La banda de la tenaza supone una buena cantidad de sorpresas y la primera es el propio descubrimiento de esta novela. ¿Una biblia de la contracultura, del activismo medioambiental y de la resistencia pacífica traducida 35 años después y prácticamente desconocida, al menos literariamente, en Europa? Pues sí, eso es lo que tenemos entre manos. La razón podría ser que Abbey no llevó una vida literaria, pero es cierto que eso se puede decir de otros escritores de las corrientes (contra)culturales de los años sesenta y setenta del siglo pasado con los que por temática y estilo tiene conexiones y que nos han llegado con más reputación. Ambientalista de vocación, fue vagabundo, guarda forestal, soldado en la II Guerra Mundial, estudiante y profesor de filosofía, y un gurú del activismo medioambiental reconocido por sus ensayos y, sobre todo, por La banda de la tenaza.

La tenaza

Cuatro amantes de la naturaleza, el filósofo cirujano Doc Sarvis, su novia y ayudante Bonnie Abbzug, el guía mormón Seldom Seen Smith, y el pirado ex boina verde George Washington Hayduke deciden, tras coincidir en un descenso por los rápidos del Colorado, unir sus fuerzas para sabotear las grandes obras que el Gobierno y las compañías constructoras y mineras realizan en el área de los grandes parques naturales entre la frontera de Utah y Arizona, simbolizados sobre todo por la presa sobre el Glen Canyon que dio lugar al Lago Powell y el puente sobre el río Colorado en la misma zona. La banda, usando los fondos financieros del doctor, crea una pequeña infraestructura y se dedica a la quema de anuncios en la autopista, el descarrilamiento de trenes de mineral, y la destrucción sistemática de cuanta maquinaria pesada para grandes obras se encuentra en su camino.

La escritura de Abbey es provocadora, literaria y, por momentos, lisérgica –y ciertamente es contemporánea de esto último-. La provocación alcanza la descripción de los personajes y sus relaciones entre ellos y con su enemigo, no lejos del cartoon a lo Tex Avery, con la naturaleza como única fuerza todopoderosa. Logra transmitir una peculiar emoción con la animalización (o mejor, monsterización) de la gran maquinaria, convertida aquí en un ente, odiado y destructivo, de vida propia donde chasis, chapa, elementos articulados, líquidos lubricantes y ruidos son descritos como espina dorsal, huesos, extremidades, sangre y gemidos. Literalmente, son asesinadas artesanalmente con tenazas, cizallas, manteca y sirope (que se añade a los depósitos de combustible: no es desdeñable, académicamente hablando, la información subversiva del libro). Este elemento recuerda mucho al Quijote, quien en su delirio convertía molinos en gigantes y los combatía. No es además el único detalle quijotesco de un libro donde cuatro idealistas de improbable futuro desfacen entuertos de poderosos deambulando por una tierra inhóspita. Aunque no creo que la comparación vaya más allá, los personajes de la banda no tienen alucinaciones, como mucho pueden ir algo puestos…

La banda en fuga

La banda consigue inquietar ligeramente al poder tecnológico que la combate, y acaba por verse obligada a huir de él y puede, como mucho, convertirse a la mítica del territorio del Oeste a la que pertenece tras una persecución agónica. Abbey mira con lógica ternura a sus cuatro protagonistas (ilustrados además por un excelente Robert Crumb, con sus miradas intensas y cuerpos rotundos en la edición ilustrada que conmemoró el décimo aniversario de la primera edición en los EE.UU. y recogidas en la actual edición de Berenice) pero su lucha aspira como mucho a encarnar el Resistid mucho, obedeced poco de Walt Whitman citado en la novela. La resistencia activa, pacifista y hedonista no parece suficiente enemigo ante la traición del hombre a la tierra, aunque sin duda puede conseguir un necesario aumento de la concienciación individual, que el libro de Abbey logra eficazmente con humor e ironía.

La experiencia literaria es por momentos sublime en lo artístico, con metáforas logradas para la carne, la tierra, la máquina y el metal, por no hablar de la visión del mundo, las organizaciones y el individuo, integrados en una farsa que se olvida del origen de la vida, pero en la que no se subraya innecesariamente el valor de la acción ni se apela a la denuncia bobalicona. Ahora bien, ¿cuál es el resultado para el castigado medio ambiente? Toda acción humana tiene una consecuencia medioambiental y resulta irónico, visto casi cuatro décadas más tarde, que para defender el territorio George Hayduke perfore los depósitos de aceite de las máquinas saboteadas para que la tierra lo engulla, cuando ahora sabemos que lo hará tan bien que no podrá eliminarlo en siglos. Algo que en 1975, más centrados en la contaminación del aire, probablemente no se consideraba tanto dentro de los problemas medioambientales. Sin que esto sea apelar a que estas acciones supongan ecoterrorismo, del que se acusó a los activistas del monkeywrenching, ya que el término es engañoso. Abbey, además de afirmar que nunca propuso acciones terroristas, ironizó siempre sobre el hecho de que los estados y corporaciones industriales que actuaban sobre un medio indefenso que se ve obligado a proporcionar recursos sin descanso no estaban legitimadas para usar alegremente el término terrorismo.

¿¿¿El quéwrenching??? Sí, en efecto, la influencia de este libro es tal que el término monkey wrench, que literalmente significa llave inglesa y que en castellano se traduce como sabotaje, denomina ahora el activismo medioambiental cuyas acciones y eficacia siguen siendo objetos políticos de discusión. Un indicio más de lo extremadamente único de este libro lúcido, divertido y magnífico que es La banda de la tenaza, es decir, The Monkey Wrench Gang.

Edward Abbey (vía)