Letricidio español.
Censura y novela durante el franquismo es un estudio completo y prolijo de
las acciones de la censura sobre la novela escrita en España durante los
cuarenta años del franquismo. El autor, Fernando Larraz, acota el objeto de su
estudio de manera clara y aboga por un objetivo fundamental: reescribir la
historia de la literatura española del siglo pasado a la luz de la influencia
que el régimen franquista supuso en la misma y del que parece que ni siquiera
tantos años después somos totalmente conscientes, y que por ello se convierte
en necesario: no es normal que demos por buena
tanta creación literaria que ha llegado mutilada a nuestras manos y que cuarenta
años después del fin de la censura, aunque haya excepciones, no estén reeditadas
las versiones originales sino aquellas que los censores admitieron.
Pero el paso del tiempo sí beneficia al menos al libro como
tal de Larraz: su trabajo impresionante parte de estudiar los informes del
Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares, que recogen los
informes de censores sobre la multitud de novelas que leyeron, la
correspondencia entre los autores y los censores, y en ocasiones con los
responsables políticos (pues los autores y editores podían recurrir las
decisiones de denegar las novelas dañosas),
y, especialmente, la ingente cantidad de proposiciones de tachaduras que
realizaron a los textos originales, que son una formidable fuente de
gazmoñería. El estudio incluye también las fases legales por las que pasó la
censura, los objetivos iniciales que tenía y los cambios que sufrió
(especialmente la ley de Fraga de 1966) y cómo estos respondieron a los
variables intereses del régimen -muy
relacionado con la evolución de la IIGM al principio, y posteriormente a la
mejora de imagen del régimen en el exterior-. Existían diferentes tipos de
censor (religiosos, miltares, civiles) a los que el Ministerio recurría según
las características del texto, pero el carácter, motivaciones y personalidad de
cada uno suponían una heterogeneidad de criterios que creó una profunda
confusión y desconocimiento entre los escritores. La mayor consecuencia
psicológica para ellos a la hora de ejecutar obras que sabían que serían
examinadas y susceptibles de ser corregidas fue la autocensura, que resulta imposible
de cuantificar, y el posibilismo literario, que resulta muy evidente en este trabajo
al poder comparar las correcciones que los autores se veían obligados a
realizar. Aunque también existían artimañas de presión sobre la censura: la
publicación en el extranjero, la presentación a premios y su consecución, las
incuantificables consecuencias que podría tener para el franquismo en su imagen
exterior que una novela se censurase, etc… Toda esta casuística se recoge en
este libro, que, en este apartado, dedica un capítulo entero a las interesadas
relaciones de Camilo José Cela con la censura.
Larraz también realiza estudio y ensayo literario sobre las
características dramáticas y estilísticas de la novela española de esos años.
Lo hace sin olvidar nunca que la existencia de la censura tutelaba las formas
literarias, aunque constata su fracaso: durante cuarenta años, los escritores
cultivaron un tipo de novela que en general desagradaba estéticamente a los
responsables del régimen, ávidos de lecturas edificantes sobre las bondades de
la patria instaurada y su moral. Sin embargo, el miserabilismo rural, el
realismo social, la novela de corte existencial, o la novela simbólica
experimental, se fueron imponiendo como corrientes literarias, dejando en
realidad pocas obras –que también existieron- en comparación para que los
censores disfrutaran y pudieran calificar de ejemplarizantes.
Muchas de los novelas mencionadas por Larraz en su trabajo
están inéditas. Otras no se han publicado de nuevo, y muchas mantienen las
versiones aprobadas por la censura, algunas muy diferentes a la original. Hay
otras que sí han conocido versiones críticas, o con notas explicativas
suficientes sobre la mutilación a que fueron sometidas. Desde este punto de
vista, este libro cumple una primera función de reconocimiento y visibilidad de
estas obras, y lo hace usando un recurso hábil: tachar los textos que en efecto
los censores recomendaron suprimir de las novelas que leían. Además de permitir
localizar visualmente los textos prohibidos, existe en ello una intención de
denuncia ante el olvido histórico ejercido. Los comentarios de los censores a
todas esas tachaduras, o el simple ejercicio de tachar por su parte
determinadas frases, encierran una carga tal de estupidez del propio régimen
censor que creo que podría escribirse una historia en forma de farsa de
cuarenta años de moralina e hipocresía sólo con esos apuntes.
Hay un aporte final del libro de libros que es también Letricidio español: la ingente cantidad
de propuestas literarias interesantes a descubrir que contiene. Esto podría
parecer contradictorio con el hecho de que la censura durante cuarenta años
tuteló esa literatura, pero además de no poder evitarlo como lector, Larraz
aporta un valor histórico que en muchas ocasiones no aprecié mientras leía
alguno de los libros publicado en esos años. Obviamente todos los grandes
escritores de la segunda mitad del siglo pasado están en estas páginas:
Delibes, Cela, Goytisolo, Martín Santos, Laforet, Matute, Sender, Vázquez
Montalbán, Benet, etc… pero también he visto autores que no conocía y otros que
resultan un recuerdo difuso y que a la luz de lo leído pueden empezar a leerse
de otro modo.
Fernando Larraz (vía)
Reseña previamente publicada en la Revista Cultural Factor Crítico