28 de diciembre de 2022

La pasión otra vez

 


Amélie Nothomb sigue publicando una novela al año. Tomando su trabajo como un oficio regular, un día determinado del año -siempre el mismo- se sienta a ello, tarda los meses debidos para ser publicado en la fecha comprometida, y poder empezar la siguiente con la regularidad precisada. Por ello sus novelas son siempre cortas, pero concisas. Leí tres de ellas hace más de una década, tan conocidas como Estupor y temblores, Cosmética del enemigo, y Antichrista, pero, salvo la trama y algunas circunstancias de Estupor y temblores, recuerdo poco de ellas.

Enrique Irazoqui en El Evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini

Sed (123 páginas) es una pasión de Cristo contada por él mismo, utilizando su punto de vista propio. Tomar en primera persona a Jesucristo y narrar un episodio del Evangelio remite casi sin remedio a José Saramago y su El Evangelio según Jesucristo, novela de 1991 y 514 páginas, que con el estilo envolvente y parabólico del autor narra desde la concepción hasta la muerte de Jesús bajo un prisma analítico y humanista aplicado a un personaje acosado e incluso aterrado. La sed del título de Nothomb es también metafórica: se propone como comparación al hambre y dado que la sed no tiene un nombre propio para cuando es saciada. En parte anuncia una insatisfacción que creo que se cumple: no hay saciedad para esta sed creada.

Jim Caviezel en La Pasión de Cristo, de Mel Gibson

 

Más allá de la extensión y de la profundidad, los libros de Saramago y Nothomb se diferencian por el perfil psicológico del personaje, que en Sed está, creo que desafortunadamente, muy clavado en el presente. A Nothomb le es fácil recurrir a la paradoja de un hombre perfilado como moderno atrapado en una tortura antigua, bajo un mandato religioso inexplicable, sometido a un destino que nadie aceptaría. Así, es fácil subrayar el absurdo de la religión como práctica y convertir su momento cumbre (en el caso del cristianismo) en una sucesión de hechos brutales y conocidos salteada de pensamientos hoy reconocibles e incongruentes con la época que la teoría retrata.

Willem Dafoe en La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese
 

No es que esto tenga más problema en sí: la elección de la autora es este tratamiento superficial, tratando al personaje desde el yo moderno, y podría haber encontrado algún anclaje de interés. Pero se trata de un trabajo creativo relativamente sencillo sin un marco realmente trabajado o máscomplejo, y rindiendo un producto más de oficio al mercado: bien llevado, diálogos ágiles, humanización moderna del mito… Mi impresión es que esta estajanovista de la escritura, sea el que sea el tema, es una narradora un tanto simplona cuya capacidad de provocación hace tiempo que declinó, pero que aún tiene una marca que, de manera concluyente, aparece en la portada del libro como principal reclamo.

 

19 de diciembre de 2022

Jerjes bonito

 


Por las razones improbables que desconocemos de la cibernética, al buscar información sobre Jerjes tras la lectura de Las lágrimas de Jerjes, el señor Google me sugirió ‘Jerjes Óscar Esquivias’. Muy modernamente me dije WTF a mí mismo mientras pulsaba el enlace resultado de la propuesta, y en lugar de encontrarme a Óscar Esquivias interpretando al terror del Helesponto me topé con Jerjes conquista el mar, primera novela escrita por Esquivias, aunque publicada después de su trilogía sobre el purgatorio en Burgos.


Rodrigo Santoro fue Jerjes en 300, la película de Zack Snyder que adaptó el cómic de Frank Miller


Aparentemente este Jerjes no tiene que ver con el personaje histórico, aunque tiene ausencia de padre como en la obra teatral de Gomá arriba mencionada, y lógicamente su título nos remite al
fracaso persa de Salamina. ¿Quién supera esta derrota y conquista el mar por fin, aunque sea en Santander? Jerjes es un muchacho con discapacidad intelectual que trabaja gracias a un programa laboral de inclusión junto con otro compañero en la central de Telefónica en Madrid; vive con su madre y suele visitar el Rastro, especialmente el puesto de una librera malcarada y gritona, buscando libros de postales y fotografía.


Edificio de Telefónica en Madrid (vía

El conflicto de la historia es menor: a Jerjes y su compañero Duque no les dan muchas tareas y pasan ratos largos tomando el sol en calzoncillos en las terrazas. Con una cámara que ha regalado a Jerjes el novio de su madre hacen fotos a los edificios circundantes. La novela tiene un buscado punto de vista inocente con el que Esquivias quiere reflejar cierta pureza de su personaje principal, adquiriendo su carácter como tono del relato, y, tal vez, apelar a un público juvenil. Pero el texto alcanza momentos en que esta idea puede saltar por los aires: comienzan a fotografiar mujeres desnudas, uno de los chicos tiene erecciones delante del otro, hay un potencial chantaje por un libro conseguido en el Rastro… No obstante, todos estos conflictos o siguen una línea o arco trágicos y terminan en situaciones manejables y discutidas de manera amable, al menos según el punto de vista de Jerjes, que, como buen personaje masculino joven de Esquivias, apenas se preocupa nunca.

Jerjes conquista el mar tiene sin embargo mucho encanto en sus diálogos, en el diseño de su personaje principal, y en la envidiable transparencia con que mira su vida. Su aventura tiene un aire poético, dice Esquivias en su nota explicativa, como si se tratara de un poema donde cada palabra y línea de diálogo fuera imprescindible. La precisión y el ritmo existen: el libro apenas para -como Jerjes- y se lee en un santiamén, con una sonrisa agradecida por la ternura mostrada por personajes con los que las distopías habituales en la novela actual harían picadillo.





7 de diciembre de 2022

Homo Deus

 


Este best seller de Yuval Noah Harari publicado en 2017, tras su anterior exitazo Sapiens, se inicia declarando que el tiempo de las guerras, las pestes y el hambre ha sido superado por la humanidad. Esta declaración es excelente a la luz de los acontecimientos posteriores de 2020 a 2022, ya que el momento actual apela de manera directa a la argumentación que el autor pueda emplear y ver si resiste semejante envite. Para Harari estos fenómenos siguen existiendo (recordemos que vive en Israel), pero entran en una categoría de retos manejables. Su desaparición de la preocupación diaria de la mayor parte de la humanidad genera un vacío, que es necesario llenar, para Harari mediante tres estrategias principales: superar la muerte, el derecho a la felicidad, y conseguir una nueva divinidad inorgánica. Para Harari no es posible echar el freno a estas tendencias, a pesar de las asimetrías sociales que supondrán que sólo sean accesibles para privilegiados, y para ello se basa en su aplicación del conocimiento de las tendencias históricas (especialidad real del autor) de la humanidad. La diferencia de este momento, para Harari, es que en esta ocasión los avances de una élite no van a conducir a una democratización con los años de los avances tecnológicos (lo que ha ido sucediendo en otros momentos de la Historia, aunque de modo a veces traumático), sino a una superación del humanismo como ideología.

El director general de la OMS declara la pandemia del Covid-19 el 11 de marzo de 2020


Las ideas recogidas hasta ahora completan la brillante introducción de
Homo Deus, un libro que el autor califica de prognosis en lugar de diagnosis, pero para cuya especulación ha utilizado una importante cantidad de lecturas científicas sobre tecnología, biología y neurociencias. A partir de la introducción, la lectura empieza a tener algunos de los problemas de Sapiens, incluso potenciados precisamente por su mayor carga de especulación: la simplificación histórica, la falta de matices y detalles profundos de situaciones complejas, o el desarrollo de discurso en favor de algunas ideas personales. Un ejemplo: según Harari, si las nuevas élites alcanzan una amortalidad inorgánica, o si la inteligencia artificial (IA) desarrolla conciencia/mente y es hábil para dominar al hombre, este quedará reducido a un organismo biológico esclavizado para cuya representación Harari emplea la comparación con el trato actual a los animales. Harari es vegetariano y animalista, lo que está muy bien, pero parece que en vez de este ejemplo (que también dispone de páginas en Sapiens) ya existen suficientes casos de esclavitud propiamente humana en la Historia en que poder fijarse. Otro ejemplo probablemente peor, dado que hablamos de un historiador, es la simplificación entre liberalismo y comunismo como sistemas políticos y filosóficos que han dominado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, un esquema exclusivamente confrontacional que obvia todos los reformismos progresistas ya presentes en el siglo XIX (recordemos el socialismo utópico, el programa de Gotha, que Marx criticara, o a Gramsci distinguiendo que lo adecuado para Europa occidental era una “guerra de posiciones”, ganando poco a poco terreno en la sociedad civil y hasta en la política, mientras que en la oriental, como en Rusia con los bolcheviques, era la “guerra de movimiento”, es decir, el asalto frontal a las instituciones opresoras). Harari no exige en su análisis esta premisa de reformismo. Y no quiere considerar, y es explícito en ello, a los sistemas dictatoriales o teocráticos como participantes activos de la ciencia y la tecnología que definirán el mundo; pero esto parece cuando menos matizable y sólo muy simplonamente resumible en esa dicotomía filosófica. Pero lo cierto es que esto parece parte del estilo de Harari: una aproximación divulgativa simplificada que entrevé conocimiento y visión, pero se refugia en un juego de visión conjunta que deja tal vez demasiado lastre atrás.

Inteligencia Artificial, de Steven Spielberg

Su frase resumen de los avances tecnológicos que definirán la especia humana es los organismos son algoritmos, deudora de la tecnología hoy dominante (el autor recuerda que en otros tiempos los organismos se definieron de acuerdo a otras tecnologías, y se veían como máquinas o como coches), pero el salto a lo inorgánico supondrá un cambio esencial al desgajarnos definitivamente de lo orgánico/biológico. El materialismo de Harari es extremo; ya en Sapiens afirmaba que todo lo no biológico o físico formaba parte de una ficción cuyo relato permitía a los humanos cooperar y confiar en otros a pesar de no conocerlos. Esas ficciones incluyen los países, las ideologías, el dinero, el crédito y los bancos, las empresas, y, por supuesto, las religiones; de hecho, Harari prefiere resumir como religiones a todas estas ficciones, como relatos necesarios para convencer a los humanos dado que estos están diseñados según algoritmos que producen emociones que en un pasado (de hambre, peste y guerra) sirvieron a la especie para sobrevivir. Pero, si los organismos son algoritmos, éstos son descifrables y programables, y es cuestión de tiempo y tecnología que se conozcan los mecanismos de las emociones, y que esto termine con la ensoñación actual de existencia de libertad (Harari la desprecia de facto al definirla como una combinación de fenómenos deterministas y aleatorios, acercándose a las teorías conductistas de B. F. Skinner que ya mencionara Shoshana Zuboff en su trabajo sobre el capitalismo de la vigilancia), con el humanismo como filosofía, y, por supuesto, con el liberalismo político y económico dominantes.

Garry Kasparov se enfrenta a Deep Blue (vía)


La parte central de Homo Deus resulta menos interesante, de nuevo debido a las simplificaciones de ecuaciones o los conflictos de pura ingenuidad que plantea entre juicios éticos y declaraciones fácticas para estudiar el modo en que las religiones (recordemos que son todas las ficciones e ideologías del mundo) están siendo dominadas o vampirizadas por la ciencia y el capitalismo, y cómo el humanismo ha triunfado -con sus variantes liberal y comunista- como nueva religión global desde el siglo XIX hasta ahora. Los ejemplos concretos un poco banales y los históricos procedentes del cambio de percepción del valor del hombre concreto son múltiples en esta sección, que va poco a poco describiendo las confusiones que la IA, su desarrollo y su potencial, añade a la contemporaneidad, incluyendo el debate relevante sobre si es necesaria la disposición de conciencia o inteligencia para que la IA se desarrolle por sí misma o no. Algoritmos que juegan al ajedrez, que imitan sin distinción a Bach, o detectan cánceres donde los médicos no lo hicieron… la tendencia demuestra que los algoritmos inorgánicos acabarán haciéndolo mejor que los orgánicos, los superarán, y crearán una enorme masa de humanos ociosos o inútiles, y una casta privilegiada de humanos mejorados.

Harari acaba pronosticando una religión nueva: el dataísmo, la religión de los datos, capaz de interpretar incluso la Historia humana, su variedad, conexiones y libertad de movimiento en términos de procesadores de datos. Se interroga por el futuro de esta religión nueva dada su orientación exclusiva a decisiones, que no siempre es lo más esperable o necesitado en la vida humana -y quién sabe si la especie reaccionará de algún modo inesperado-. Son probablemente las últimas ideas casi brillantes de un libro interesante y especulativo, en cuya simplicidad de exposición se encuentra su gran valor de venta (que es un trabajo complejo también a conseguir), pero que causa perplejidad por ello mismo al especialista y al pensador. Harari además apunta alto, pues desdeña la filosofía (que explica por otro lado buena parte de las aproximaciones al pensamiento que realiza) e incluso a autores cientificistas que se proclaman liberales como Pinker o Dawkins (imagino que lo haría también con Zuboff). El libro ya anuncia pronto que en realidad no proporciona respuestas, porque aún no existen, y su inventario de tecnologías que cambiarán el mundo tiene cierta inconexión probablemente característica del propio mundo y a pesar de su esfuerzo homologador. ¿Veremos si le asiste la razón y en qué? ¿Seremos libres y conscientes cuando suceda?

Yuval Noah Harari, según la foto de su web