22 de julio de 2024

Mujeres dominicanas en el Madrid de los 90 (Etnografía)


Migración femenina. Su impacto en las relaciones de género, de Carmen Gregorio Gil, estudia la migración femenina, sus causas y consecuencias, desde el punto de vista de las relaciones de género, tanto en la sociedad de origen como en la de destino. Para ello describe un marco teórico de los estudios sobre migración femenina, las circunstancias socioeconómicas del entorno en las dos sociedades implicadas, y realiza un estudio experimental de campo centrado en la significativa migración de mujeres (frente a la de los hombres) de la región rural del suroeste de la República Dominicana a la Comunidad Autónoma de Madrid, que permite a la autora conocer y describir los factores que desencadenan la migración, las formas de organización social que genera, y su impacto en las relaciones de género. La inmigración dominicana a España es la de mayor índice de feminidad del país en el momento del estudio.

La conclusión principal del libro indica que la desigualdad de género en la sociedad de origen es una causa relevante de la migración femenina, sin que esto signifique que las mujeres inmigrantes estén huyendo de su situación de desigualdad. La migración femenina de las mujeres dominicanas a Madrid ha creado una comunidad transnacional con ramificaciones en las dos sociedades implicadas. En ellas, las relaciones actuales de desigualdad de género en la sociedad de origen son con frecuencia potenciadas por la migración a través de nuevos mecanismos, si bien también permite un cambio de actitudes cuando no un mayor empoderamiento por parte de la mujer migrante, especialmente cuando no tiene cargas familiares en la sociedad de origen.

El libro trabaja un caso concreto: la migración femenina dominicana en Madrid durante los años 80 y 90 del siglo XX. Ello sirve para trabajar varios aspectos de la teoría antropológica como (1) los estudios de sexo y género: los patrones de género recurrentes y la relación entre los roles de género y la estratificación, junto a la dicotomía público/privado en la sociedad de origen, donde la llamada politización de lo doméstico se encarna en el sacrificio de las mujeres dominicanas para salvar la reproducción de sus hogares; (2) los estudios de parentesco: la aceptación de la migración en la sociedad de origen muestra dependencia del tipo de familia, donde existen también estructuras familiares extensas y matrilocales. El parentesco es un factor de tracción en la inmigración, de decisión en la elección de destino, y significativo en el estudio de la recepción y uso de las remesas.

Aunque las causas principales de la migración son económicas, las características de la migración femenina dominicana a Madrid no cumplen ciertos tópicos: no migran más las mujeres con más formación y tampoco especialmente aquellas que no tienen trabajo. Resultado del trabajo de campo es también la conclusión de que la migración de la mujer es en realidad una decisión familiar-comunitaria en que la mujer muestra su compromiso hacia la familia y sus recursos, y no una huida de la mujer en contra de su esposo: el esposo está en general de acuerdo en la migración de su mujer. En la sociedad de destino, el género también es relevante: la incorporación de la mujer española al mercado de trabajo cualificado supone la necesidad de realización de tareas de reproducción en el hogar por otra persona.

Las mujeres que migran lo hacen con red de apoyo en destino, que le encuentra trabajo enseguida en el sector doméstico de Madrid, preferiblemente como interna. Una primera mujer migrante de un grupo familiar atrae la migración posterior de sus hermanas y sus hijas. Casi todas las mujeres migrantes tienen parientes sobre todo femeninas en Madrid. Se reproduce así parcialmente la red de apoyos de las mujeres dominicanas en su sociedad de origen, donde existe presencia de familias extensas con componente matrilocal semejante al de las sociedades negras pobres en EE.UU.

La familia dominicana no se rompe de manera directa por la migración de la mujer. Al contrario, se crean nuevas redes transnacionales para una familia viviendo en los dos continentes. No obstante, la sociedad de origen sufre la ausencia de la mujer migrante en las tareas domésticas que anteriormente realizaba, incluyendo la crianza, y especialmente cuando estas tareas se confían a los hombres: la casa deja de atenderse, el fracaso escolar es mayor, etc… La Iglesia dominicana, contraria a la migración de las mujeres, aprovecha para culpar a las mujeres migrantes de la situación, pero no pide a los hombres que se hagan cargo del trabajo de reproducción.

Los patrones recurrentes de género son muy importantes en el estudio, dada la significativa diferenciación por género del trabajo de las personas migrantes: las mujeres realizan casi exclusivamente servicio doméstico, con frecuencia interino, de gran dedicación y en ocasiones dureza. Supone rebaja de competencias profesionales en aquellas mujeres cualificadas que también han migrado. Pero, por otro lado, la menor cantidad de hombres dominicanos que migra a España poseen y atienden los negocios que proliferan en la sociedad de destino con el objetivo de atender a las demandas de las mujeres dominicanas. Mientras tanto, en la sociedad de origen está muy claro que el rol principal de las mujeres en la familia es la actividad de la reproducción, hasta el punto de que cuando la mujer migra, las tareas domésticas son asumidas por otras mujeres de la familia, o incluso se contrata una mujer para que las haga a cargo de las remesas que envía la mujer migrante. La autora aborda también la escasa consideración del trabajo que realizan las mujeres en ambas sociedades, sin obviar que en la sociedad de destino es la mujer española quien se encarga de la contratación y seguimiento de la mujer dominicana contratada en el hogar.

El uso final de las remesas que la mujer migrante envía no suele ser acorde a su deseo cuando son entregadas al esposo (la mayoría de las veces): no se dedican a los gastos de reproducción de la casa/conuco. Muchas veces financian gastos de los hombres fuera del hogar. Estos a veces exigen (incluso usando amenazas) la entrega de dinero si la mujer decide enviarlo a una pariente femenina para lo dedique específicamente a los gastos de los hijos dejados en República Dominicana. Y la mujer migrante, por su lado, busca mejorar la situación de su hombre mediante medios de producción que en teoría le pueden asegurar otro trabajo (una moto para hacer comercio, por ejemplo). Las mujeres migrantes suelen recriminar el comportamiento de los esposos que actúan así, pero por otro lado “entienden” que son los hombres quienes deben hacer el trabajo de producción, e incluso que tengan caprichos.

A pesar de la distancia, el esposo que reside en República Dominicana es capaz de realizar un control sexual de la mujer gracias a la información proporcionada por integrantes de la sociedad de origen que también viven en Madrid y con los que la mujer coincide en los lugares comunes de la comunidad dominicana localizados especialmente en Aravaca. El marido recibe información sobre las actividades de su mujer, de la ropa que viste, y de las personas con que se relaciona. El matrimonio, que recordemos que no se rompe por el hecho en sí de la migración, puede tambalearse por este control, que lleva al estereotipo recurrente de que la mujer migra para dedicarse a la prostitución. No obstante, sí existe más libertad para las solteras, ya que este control es menor por parte de padres o hermanos. El hecho/miedo de que la mujer dominicana pueda casarse con un hombre español es también un estereotipo recurrente (la mayoría de los matrimonios dominicanos en la zona rural de origen son nominales y no legales). En el lado contrario, para el hombre dominicano, tener varias parejas fuera del matrimonio, incluso con hijos, es una demostración de fuerza masculina, y no es extraño que el hombre que se queda en el país también gaste el dinero de las remesas de la mujer migrante, en ocasiones, en sus otras familias.

Las migrantes dominicanas en Madrid manejan más dinero que en su sociedad de origen, incluso después de haber enviado las remesas a su familia, lo cual les permite hacer gastos en su imagen, higiene y cuidado que en su sociedad de origen no les eran posibles. Ello ha generado que, en su zona de Madrid, Aravaca, hayan proliferado zonas de ocio y esparcimiento pensadas en ellas como clientela, además de organizaciones sociales e incluso solidarias con ciertos canales de redistribución modesta. Cuando estas mujeres vuelven a República Dominicana causan impacto en la sociedad, puesto que desean ser percibidas como personas de mayor nivel económico, pudiendo generar una distancia con el resto de mujeres de la sociedad de origen por el uso de mejores ropas, joyas y maquillaje.

Las mujeres dominicanas se comparan con las mujeres españolas, sus empleadoras en primer lugar, de las que opinan que no cuidan bien a sus hijos y casas, dando a entender que se contrata a mujeres inmigrantes para hacerlo puesto que ellas no quieren. Se sorprenden también de que marido y mujer españoles pasen su tiempo libre juntos, sin que la mujer tenga grandes períodos de soledad en su casa mientras el hombre se divierte con sus amigos. Pero, por otro lado, admiran su autonomía, su capacidad de mando, y su inserción profesional, además de la capacidad de tomar discusiones sin consultar. Se trata de una aplicación de las gramáticas de la diferencia, modalidad orientalizante, donde se producen visiones de factores positivos y negativos de “los otros”. Un reflejo peculiar de esta visión paradójica está en las parejas de español y dominicana que vuelven a la República Dominicana, que suelen pasar su tiempo libre siempre juntos, para sorpresa de la sociedad de origen.

Los datos de investigación de libro se recogieron tanto en los lugares de donde procedían las mujeres inmigrantes -comunidades rurales de la región suroeste de República Dominicana- como en los lugares donde estas mujeres desarrollaban su vida en Madrid. En los lugares de origen de la población inmigrante se hizo a través de: observación participante, lo que implicó residir en los hogares de las propias mujeres migrantes; y entrevistas a mujeres inmigrantes retornadas de manera temporal o definitiva, a sus familiares, y a otros miembros de la comunidad. Los datos extraídos en la Comunidad de Madrid incluyeron: observación participante en los hogares donde trabajaban o vivían, y en los lugares donde se reunían o pasaban su tiempo de ocio las mujeres inmigrantes; y realización de entrevistas y de un cuestionario (no a la muestra total). Es relevante subrayar que la autora, además de su trabajo de campo, utiliza otras fuentes para apoyar el estudio y su argumentación, como fuentes bibliográficas que estudian las aproximaciones teóricas al estudio de las migraciones femeninas; y datos estadísticos del Gobierno de España, de la Comunidad de Madrid, de la Embajada Española en República Dominicana, de la Encuesta Demográfica y de Salud de la República Dominicana, etc.

En este libro es estimulante la combinación de trabajo antropológico de campo con la realización de encuestas y el uso de datos estadísticos procedentes de organismos oficiales, porque ayuda en la elaboración de las conclusiones, y supone utilizar las herramientas disponibles (y necesarias en una sociedad numerosa) para completar el estudio antropológico. Pero el libro no contiene rastro alguno de la experiencia vivida por la autora en la realización de su trabajo. No hay indicios sobre si se han modificado sus puntos de vista o partes de la metodología durante la realización del mismo, dependiendo de la accesibilidad a los informantes, por ejemplo. Aunque la autora describe la metodología realizada, esta descripción es breve (apenas un párrafo) y remite a detalles de un trabajo anterior (su propia tesis doctoral). Algunos autores enfatizan que el cambio generado en la persona investigadora es parte relevante (incluso indicio de buena labor) del trabajo del antropólogo. Migración femenina. Su impacto en las relaciones de género se acerca de manera relevante a un lenguaje científico más habitual de las ciencias naturales, desprovisto de la “literatura” que en ocasiones se reclama como necesaria en el texto antropológico.

Es muy destacable la exposición del entorno que realiza Gregorio Gil. Destaca la inclusión del cambiante edificio legal que regula la inmigración en España, ya que las modificaciones en las leyes de inmigración respecto a la entrada de personas en el país y las regularizaciones impactan de manera directa en cuándo y cómo emigrar, un condicionante añadido al más esperable relacionado con las características del momento social y económico en las dos sociedades, que permiten entender por qué la inmigración dominicana es la de mayor índice de feminidad en España. Con esto, el libro resulta muy compacto y coherente, ya que estudia estos efectos externos, pero después el trabajo de campo recoge las motivaciones y sentimientos personales, viajando así de lo social o comunitario a lo individual y personal.

El principal logro del libro es la ruptura de los estereotipos de género o de origen etnocéntrico que la migración femenina supone. La aplicación continua del enfoque feminista, es decir, la adopción del género como categoría de análisis, permite un ejemplo práctico de la llamada "construcción social a aclarar" al respecto de la relación entre hombres y mujeres. No es menor que el trabajo de campo se realice por una investigadora en lugar de un investigador, dadas las mayores dificultades que tendría un antropólogo varón en acceder a las informantes principales, mujeres dominicanas, tanto en origen como en destino. Resulta también estimulante para la propia antropología el acercamiento a las realidades cuestionando las visiones tradicionales o esperables que aporta el enfoque feminista adoptado por la autora.

El libro se publicó en el momento en que el fenómeno de la inmigración a España inicia una gran expansión. Varias conclusiones del libro de Gregorio Gil son visibles hoy en día de manera común dada la prevalencia de las mujeres migrantes de origen hispanoamericano en las labores domésticas, especialmente en el cuidado de personas con dependencia, y no sólo con carácter interino en familias de rentas altas. Este carácter anticipatorio del libro se asienta sin duda en su rigor científico.


13 de julio de 2024

Zuga y el anonimato obrero

 


Julián Zugazagoitia, "Zuga": Militante del PSOE, concejal de Bilbao en el único gobierno de alcaldía socialista de su historia (el de Rufino Laiseca, entre 1920 y 1922), periodista, escritor, director de La Lucha de Clases, coetáneo de Tomás Meabe, Facundo Perezagua o Indalecio Prieto, diputado a Cortes, ministro de la Gobernación -es decir, Interior- en la Guerra Civil, exiliado en Francia, arrestado en París por la Gestapo, entregado a Franco por el puente de Irún en la misma operación que Companys, fusilado.

Zuga publicó Una vida anónima en 1927. Había escrito biografías noveladas de Tomás Meabe y Pablo Iglesias, pero en Una vida anónima escogió a un obrero de la fundición, en principio ficticio, oficial reconocido, también sindicalista, recién padre. La novela cuenta la vida en la margen izquierda, tanto en la fábrica como en los pueblos; el protagonista, por su mala relación con su mujer, acaba mudándose a vivir a París. En ambos sitios el tono es costumbrista en la descripción (que puede ser realista pero no llega al miserabilismo), que se inicia con cierto vitalismo militante que adorna al protagonista en su reciente paternidad y su compromiso por el sindicato, además de su concepción propositiva del trabajo como oficio y acto casi moral. Su anonimato desde el título indica generalidad, por supuesto, pero probablemente también cierta modestia orgullosa.

Zuga era también deudor de Unamuno, cuyo humanismo se filtra en las páginas, pero también en el dibujo psicológico del protagonista, un tanto juez y un tanto parte de lo que pasa a su alrededor, y con frecuencia oscilando entre pesimismo y vitalidad. Nuestro oficial de fundición además adora leer, mantener su pequeña colección de veinte volúmenes, y la biblioteca donde descubrir autores. La novela no tiene ninguna intención cultista, pero tiene cien años, y ahí se escapan convivios, numen, azacanear, vacar, álalo... Palabras hoy olvidadas que dan un encanto inesperado a la lectura tardía.

Es obvio que este fundidor anónimo traslada al papel las experiencias escuchadas y en parte dramatizadas por Zuga en la margen izquierda. Su reivindicación de una vida mejor, sin formularlo como “derechos” tiene cierta poética idealista hoy trasnochada, pero transmite una sinceridad roja entusiasta. No todo es ideal: su idea del socialismo feminista encerrado no tiene hoy cabida. Y probablemente entonces tampoco, como demuestra la historia. Pero, sin embargo, es muy estimulante su férrea y adelantada defensa de la no violencia, su convicción de que la represión es un fracaso y su defensa activa del diálogo constructivo. En ese particular estado mental veo el mayor valor de la novela, que a fin de cuentas transcurre también mucho en el pensamiento paradójico del protagonista. Pero algo corta reconozco que se me ha hecho, lo que me lleva a considerar que realmente no existe una épica del obrerismo vizcaíno del cambio de siglo a pesar de sus obvios valores dramáticos. Posiblemente esté ahí la verdadera gran novela vasca por escribir, más que en la orilla de enfrente.

Unas palabras para la edición de la editorial berez haziku: resulta audaz rescatar a un socialista y su visión del movimiento obrero en Vizcaya cien años después, porque es inesperado y porque no es precisamente tendencia en la edición vasca, ni siquiera en la recuperación democrática donde estas figuras en ocasiones están olvidadas frente a la tradición nacionalista. Esta edición se completa con un prólogo sobre la existencia (o no) de la novela socialista y un curioso relato final de carácter ucrónico sobre la base de que Zuga no hubiera sido ministro ni carne de paredón, y con esa portada reveladora de El puente de Burceña pintado por Aurelio Arteta.

Julián Zugazagoitia, en su foto de Wikipedia



4 de julio de 2024

La dominación de la mujer

 



En 1867, John Stuart Mill, que era miembro del Parlamento británico, propuso una enmienda para conceder el voto a la mujer. No tuvo éxito; en 1868 perdió su escaño y en 1869 publicó La dominación de la mujer, que en ocasiones se traduce por El sometimiento de la mujer. El título original es The Subjection of Women.

Decía Salvador Giner que con John Stuart Mill aparece el intelectual que no se contenta con publicar sus ideas, sino que considera su deber pasar a la acción pública y cívica, sin aspiración a ocupar cargos públicos. Parece que con los derechos de las mujeres ejerció ambas funciones: escribir y actuar. No sin consecuencias, pues es fácil encontrar caricaturas sobre su 'ocurrencia' de 1867, brindando por las mujeres, llevándolas al Parlamento, incluso travestido. Mill era hijo de un genio de su época, y tuvo que luchar contra su propio origen para ganarse su prestigio intelectual; con el tiempo eclipsó a su padre. Se casó con una mujer con la que tuvo una relación igualitaria formalizada en un documento firmado al casarse. En estos términos, no parece exagerado llamarle el primer hombre feminista público moderno.

 “Miss Mill joins the ladies”

Cuatro capítulos de prosa intensa conforman este emocionante La dominación de la mujer, que he leído en un volumen publicado por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social en 1991 con más textos del autor. Mill es un escritor directo y vehemente, que profundiza en los matices de su argumentación, y que responde con agudeza contraargumentativa y de antemano a las respuestas que esperaba de sus contrincantes, que en este caso viene a ser casi toda la sociedad de agentes políticos. Aunque no titula sus capítulos, ni estructura por partes su tratado como ahora sería más habitual, sí que sigue una línea demostrativa elaborada y construida perfectamente legible por un lector de la contemporaneidad. Su pensamiento respecto a la emancipación de la mujer bebe de temas y argumentos que ya expuso Mary Wollstonecraft casi cien años antes, pero con mejor literatura y edición. Lógicamente, también es un pensador del siglo XIX y no es posible que satisfaga todos los estándares actuales.

El primer capítulo describe la situación de la mujer en la sociedad de su tiempo como una esclavitud. El término debía ser contundente (aún lo es) en los tiempos finales del abolicionismo, pero Mill ahonda en lo que hoy es obvio: que esta dominación es una costumbre basada en la fuerza, que toda dominación parece natural al que la ejerce, que nunca es precisamente fácil para el dominado conseguir remover su yugo, pero que además la mujer, cuando estas relaciones esclavistas son evidentes en una pareja, siempre queda entregada al hombre que las ha ejercido. Así, para la mujer es casi imposible rebelarse. Para Mill, además, los hombres no conocen en realidad a las mujeres, dado que su subordinación impide su desarrollo. La excepcionalidad de la existencia de reinas inglesas de gran prestigio le es útil para solicitar criterios de justicia y utilidad para describir las verdaderas naturalezas de los dos sexos observados en relaciones recíprocas verdaderas. Su contraargumentario sobre el carácter de la mujer es una continua bofetada a los tópicos de su tiempo que, a fin de cuentas, construía el mito de la familia nuclear blanca, heterosexual, reproductiva y eterna.

El segundo capítulo versa sobre el contrato matrimonial, al que llega a calificar de absolutismo del cabeza de familia, al que llama incluso verdugo. La calificación de víctima para la mujer acerca la visión a la actual violencia de género, si bien sólo insinúa la necesidad de protección sin realmente llegar a pedir ley al respecto. Porque, aunque "las leyes se hacen porque existen también hombres malos", Mill es un liberal utilitarista clásico: pedir leyes rara vez es lo que le apasiona. En su tiempo hay que considerar también lo especialmente gravoso que era que en el matrimonio el marido pudiese disponer de los bienes de la esposa y no al revés, algo que denuncia. Como Wollstonecraft, Mill piensa que estos matrimonios desiguales llevan a las mujeres a ejercer un derecho de represalia sobre sus maridos, a que los maridos pierdan interés cuando las mujeres dejan atrás su juventud, y a una profunda infelicidad. Su comparación predilecta en este caso se realiza con el contrato comercial y la relación entre socios. Por supuesto, propone el divorcio para todas aquellas personas incapaces de vivir el matrimonio en igualdad, y piensa que un matrimonio basado en la igualdad de sus cónyuges es el modo de hacer de la vida diaria una escuela moral en un sentido elevado.

Pero… (1) Mill ejerce desde el clasismo al afirmar que las clases bajas tienen un problema mucho mayor; (2) opina también que una mujer en igualdad legal en el matrimonio "con derecho a disponer de sus bienes" hallará su camino al éxito, si tiene talento, en el mundo liberal, obviando la resistencia que las estructuras y el poder establecido le opondrán; y (3) cree que la división más conveniente del trabajo entre los dos esposos es la tradicional: el hombre gana al sustento y la mujer dirige el hogar. Pero esto, que le eliminaría al momento de ese puesto de feminista que le dábamos, es al menos una opinión con infinitos matices: esto sucederá sólo si el sostenimiento de la familia es por trabajo y no por renta (algo mucho más habitual en aquella Inglaterra que hoy), la dirección del hogar es la labor más pesada en trabajos corporales y espirituales de una pareja, etc…

Mill coquetea casi con el análisis estructural al intentar entender cómo los hombres disfrutan del poder que el matrimonio les otorga, o al explicar las dificultades de los oprimidos en zafarse de las injusticias que sufren de manera estructural más que directa; pero es incapaz (es pronto aún) de aplicarlo a clases bajas con escasos recursos de vida, o a la condena social que supone el espacio doméstico al alejar a la esposa del ejercicio y del derecho público. La contradicción viene a ser no ver que la estructura familiar sustentada en la división de trabajo que propone condiciona y define la desigualdad, y que no tiene sentido ni siquiera social que encierre a mujeres" excepcionales "(según él) en sus casas. Faltan muchas décadas para la discusión de los significados de los ámbitos público y privado con postulados feministas.

La tercera parte de La dominación de la mujer es probablemente más acorde con el inicio del sufragismo, y se deduce de la necesidad de igualdad entre sexos: la representación política resultado de la capacidad y naturaleza de la mujer para esa tarea. El capítulo es un conjunto de argumentos que parten de la falta de educación y oportunidades de las mujeres para explicar su minusvaloración, incluida su educación en una reclusión que en la práctica suponía (de nuevo Wollstonecraft) amedrentar a todo el género. Mill lamenta la falta de talento femenino en las grandes obras literarias de artistas, pero afina bien al explicarlo por la preparación social a ejercer tareas domésticas que han tenido las mujeres (a Mill, hombre de la época victoriana, le falta, esperemos que honestamente, el conocimiento que hoy tenemos: que ese talento existió siempre, que existieron mujeres destacadas en todas las épocas, pero que la historia que escriben los hombres las olvida con facilidad). Su contradicción anterior vuelve a aflorar: las mujeres no tienen tiempo para dedicarse al estudio con las tareas a que se ven obligadas (pero claro, si era lo más conveniente para ellas, es difícilmente sostenible que estudien).

Y el cuarto capítulo, el final, responde a la pregunta ¿qué gana la humanidad con la libertad de la mujer? Empieza por una respuesta contundente: el mundo se regiría por la justicia en lugar de institucionalizar la injusticia. Esto no está exento de su utilitarismo: la injusticia de la desigualdad es contraria a la sociedad moderna, el despotismo es corruptor del hombre y pervierte su carácter, y la libertad de la mujer permitiría duplicar la suma de facultades intelectuales que la humanidad utiliza para sus servicios. De nuevo Mill piensa que es suficiente con permitir el acceso a la educación y a las mismas oportunidades para que, gozando de libertad, la humanidad pueda aspirar a ese duplicado de facultades en su beneficio, pero la impresión es que tampoco podía intuir los sesgos y la reacción desde su liberalismo racional (y su convencimiento profundo de los valores de la modernidad ilustrada), previo incluso al desarrollo de la psicología o a los desmanes bélicos del siglo XX.

En todo caso, Mill no concibe que la mujer no pueda ser objeto de las mismas oportunidades, prebendas y derechos del hombre por pura convicción de su trabajo principal: el estudio de la libertad individual. Si dedicó mucho esfuerzo a explicar las limitaciones que debía imponerse el Estado a la hora de regir la vida individual (nunca debe olvidarse que Mill escribe en el siglo XIX y que la presencia histórica del absolutismo y el feudalismo superados es el referente, y no el estado moderno), su lógica en este punto no es contradictoria ya que no puede admitir que la familia sea un régimen dictatorial como el que percibe en su tiempo en las relaciones entre cónyuges.

Este texto es todo un espejo de una época, y de un pensador que se atrevía a ir contracorriente del poder político y a favor del grupo minorizado de las mujeres en su lucha política. Su vehemencia se viste además de una prosa elegante y un ritmo endiablado. Hoy solemos exigir más epígrafes y una línea argumental más continuada. Mill en ese sentido es austero; pero su convencimiento racional es potentemente emocional, gracias a un acercamiento honesto a una situación dramática. Considerando los prejuicios sociales de los que partía y lo elaborado de su lucha en los matices más machistas del momento, sus visiones de hombre victoriano y colonial (ya apuntadas) casi son disculpables en el camino de la consecución de derechos. Mill, en un momento determinado, hace una mención muy interesante a la necesidad de complicidad y apoyo de los varones justos, aquellos que tampoco aceptan la realidad impuesta. Lógicamente es el terreno al que puede aspirar y en el que jugar, y no era poco.

John Stuart Mill, en la foto de su entrada en Wikipedia


25 de junio de 2024

¿Verdad, Isidoro?

 


Vivan los hombres cabales es una novela corta de la colección * (asterisco) de la editorial niños gratis*. Es un texto ágil, vibrante y talentoso escrito por Guillermo Alonso, amoldándose bien a las necesidades de conflicto de un relato, y que juega con el tópico para subvertirlo: Isidoro, un transformista que vive con su madre enferma de Alzheimer, se prenda de su vecino Gonzalo, al que saca más de veinticinco años, y entabla amistad con él después de rescatarle del propio club en que Isidoro actúa, cuando los amigos de Gonzalo le abandonan borracho en el local. Gonzalo resulta ser un chico amable, además de bellísimo, que incluso ayuda a Isidoro con su madre y acepta ser invitado a comer -y ser contemplado- de vez en cuando.

El encanto inicial y aparente del libro está en la descripción de un potencial inicio de relación, siempre desde el punto de vista de Isidoro, que, a la par que está ilusionado íntimamente con Gonzalo, da rienda suelta al personaje de su trabajo, Diva Gioconda, que por momentos parece ganarle la personalidad, algo con lo que el autor juega bien aprovechando sus necesidades de vestirse para el trabajo. Incluso atesora un momento de estupenda ternura y diversas lecturas en el hecho de que su madre crea que además de su hijo tiene una cuidadora nocturna. Todo este encanto bien llevado, que es tópico en sus expectativas de relato queer, se viene abajo por la presunta sorpresa final; digo presunta porque ha sido perfectamente construida, diría incluso que a la manera -dados los personajes, dada la trama- de Hitchcock en Psicosis, desviando la atención del personaje principal, y recordando al lector que no hay que fiarse del oropel superficial del texto no vaya a suceder que leas y leas, pero no aprendas nada. ¿Verdad, Isidoro?

El libro es tan bueno que se lee (dos veces) en una tarde.


 

11 de junio de 2024

Hay que ordenar la casa

 


Tienes la casa bien dispuesta, a tu gusto. Has decorado, amueblado, ornado y dispuesto los muebles, los objetos queridos, los lugares que necesitan más luz, aquellos dedicados a dormir, cocinar, comer. No estás insatisfecho, y aun así... A veces traes a casa entes nuevos. Encajan bien pero tal vez la armonía no es total. Puede además que algún mueble necesite un retoque; que haya que cambiar cortinas, incluso que... Mira, una disposición distinta de los muebles, un movimiento completo, un desplazamiento aparente para que cada elemento nuevo se asiente mejor y... Ves el resultado, piensas, te preguntas, ¿por qué no lo habré hecho antes?

Desde que leí Imitación y experiencia, el primer volumen de la Tetralogía de la ejemplaridad, tengo la sensación de ‘conocer la casa’ de Javier Gomá. He leído los cuatro libros de la tetralogía (los he comentado aquí, pero también en artículos que fueron publicados en Claves de Razón Práctica y la Revista de Occidente), la trilogía teatral (Un hombre de cincuenta años), infinidad de artículos y hasta he visto muchos vídeos de su canal de YouTube. Así que los elementos de la casa de Universal concreto no podían sorprenderme, sabiendo como anunciaba la información del libro que este era un compendio de su pensamiento, y nada hacía sospechar en escritos o intervenciones recientes del autor que fuera a contradecir su filosofía anterior. Pero la disposición es otra cosa. La casa tiene ahora una armonía nueva, un acoger más preciso, diría incluso que más gozoso.

Universal concreto tiene un subtítulo de relevancia: Método, ontología, pragmática y poética de la ejemplaridad. Aun tratándose de 250 páginas en vez de las 1.500 de la tetralogía, es clara la ambición filosófica del autor, usando un cuarteto de términos que en su listar recuerdan a varios autores clásicos que también describieron el mundo de acuerdo a su pensamiento. Esta es la principal diferencia de disposición de la casa que se observa, al menos en comparación con la tetralogía: la estructura literaria que Gomá. Mientras la tetralogía es un relato de inspiración narrativa que hace uso de la historia del pensamiento occidental para, aplicándolo a la imitación, acabar desarrollando la teoría de la ejemplaridad de los prototipos personales (concretos) de validez general (universales), esta historia es sustituida en Universal concreto por otra estrategia más descriptiva: las conclusiones de la tetralogía son aquí la hipótesis de partida, y el libro analiza minuciosamente todos los elementos que la componen (esa anunciada descripción del mundo), armonizando en ese trabajo todo el pensamiento anterior expresado por Gomá en sus anteriores libros, artículos y conferencias, reduciendo sus páginas a una esencialidad radical e incluyendo equilibradamente lo que parecían elementos colaterales o incluso sueltos de su literatura en el libro. La tarea ha debido ser inmensa.

Pero... ¡cómo ha quedado la casa!

Intentaré describirla con brevedad: para la ejemplaridad, el ser es 'ejemplo', y lo que debe hacer el ser en el mundo es ser ejemplar, o, más precisamente, buscar la ejemplaridad. Además, existe todo un mundo estético donde exponer y extraer representaciones del ‘ejemplo’ (y, por añadidura, entretenerse). Hay un devenir de la filosofía que impidió a la ejemplaridad desarrollar su entramado filosófico debido a la capacidad de abstracción del lenguaje, para el que lo 'concreto' (que es esencial en la ejemplaridad) no revestía importancia. Este criterio se impuso durante dos milenios.  En su réplica, que es su obra, Gomá reivindica viajar de lo abstracto a lo concreto con una filosofía mundana (se escribe desde el mundo, sobre el mundo, y para el mundo) y sistemática; de ahí que deriven de ella una ontología, una pragmática y una poética, que desarrollan cada una de las partes de la filosofía que he intentado resumir en las dos frases simples al inicio de este párrafo.

Ontología

Que el ser sea ejemplo (o no sea) es probablemente una idea difícil de entender. El 'universal concreto del ejemplo', por precisar. Figuraba como conclusión en la tetralogía, denominando prototipo al ejemplo, pero aquí adquiere gran prevalencia. Para Gomá, la imitación de un ideal de ejemplaridad (en el fondo una ética práctica sobre cómo comportarse) es la 'única puerta de acceso a la verdad', y la verdad es aquello que busca la ontología: acceder al conocimiento del ser. Ontología y pragmática son pues inseparables: 'el actuar moral se hace con vistas a un ser, y el ser señala un hacer, en el cual haya un cumplimiento'.  Este 'del logos al ethos’ reformula el habitual 'somos lo que hacemos', y sucede casi milagrosamente en la página 78 del libro, porque en treinta páginas anteriores Gomá ha recogido las ideas desarrolladas en Imitación y experiencia (600 páginas) con una precisión implacable, distinguiendo los momentos 'universal abstracto' (del lenguaje) y 'universal concreto’ (del ejemplo) en el devenir del pensamiento occidental, y proponiendo los giros subjetivo del yo y lingüístico de la cultura de los siglos XVIII y XX como factores explicativos de la deriva de la visión del universo desde un cosmos ideal a la subjetividad romántica y finalmente el yo individual diverso. El reconocimiento explícito de esta diferenciación en la posmodernidad está más marcado que en la tetralogía: Gomá lo atribuye a la implosión que ha supuesto en el individuo el reconocimiento del lenguaje natural como herramienta propia de empoderamiento, y aquí entreveo un reconocimiento de la capacidad de los ‘neolenguajes’ de la diversidad que emplea toda una generación con Paul B. Preciado a la cabeza.

También es novedoso el subrayado de la penetración del estado estético de la vida en el ético, que no era tan profundo en Aquiles en el gineceo, donde más bien se reflejaba como un mal de los tiempos. Recordemos que Gomá utiliza los dos primeros estadios del camino de vital de Kierkegaard para hacer recorrer el tiempo de la vida al ser, esto es: el estadio estético (adolescente, artístico, de ideales inquebrantables), y el estadio ético (maduro, con responsabilidades cotidianas en que llevar adelante una casa y un oficio, que es larguísimo y lleno de negatividades).  En la tetralogía el abandono del estadio estético era en la práctica una necesidad (Aquiles abandonaba el gineceo y asumía sus obligaciones) para poder buscar el ideal de ejemplaridad. Probablemente esta idea implicaba demasiada resignación, y en Universal concreto hay una conclusión para mí más gozosa: la admisión diáfana y sin reproche de lo estético como 'concreto', como unas brasas remanentes que hacen que el individuo 'siga queriéndolo todo a su manera', a pesar de habitar y cumplir con las obligaciones del estadio ético. La conciliación de ambos momentos en el conjunto de la experiencia de la vida hacia el individuo experimentado, le somete a tensión creadora entre el ‘universal’ ético y el ‘concreto’ estético. Permite por ejemplo que las musas arrebaten al escritor, y que el éste cumpla con su oficio. No solo me parece gozoso, sino más ajustado a la realidad de la vida diversa (liberada, se diría en lenguaje natural actual), y, además, desactiva una crítica potencial al hecho de que Gomá obvie en su metodología la analítica de la deconstrucción que la figura problemática de Aquiles (como ejemplo total) supone en su dimensión completa.

Los estadios son el mecanismo por el que Gomá ha 'movido' en el tiempo a su 'ejemplo', el ser personal. Pero en la experiencia humana el tiempo es finito, y esta finitud, ante la que Gomá se revelaba en Necesario pero imposible, y que siempre vio como injusta, da lugar a la idea de esperanza, de ‘ser' después del ente, de transferir a un objeto exterior no corrompible su esencia y así combatir el despojo del cadáver que espera a cada ser. Confieso que siendo para mí (persona de ciencias, a fin de cuentas) la parte menos apuntalada de la tetralogía, también me resultaba la más vívida. En Universal concreto creo que se trata de uno de los capítulos que añaden más argumentación y construcción, incluyendo aquí más resumidamente las ideas de Necesario pero imposible, y añadiendo las de ensayos como La imagen de tu vida y Dignidad (que reconozco no haber leído, pero sí he escuchado en charlas el núcleo de sus conceptos), además del monólogo Inconsolable. Todo ello subraya la importancia del capítulo para el autor. Así, la acientífica mortalidad prorrogada, protagonista casi única de la esperanza en Necesario pero imposible, que se basaba además en los indicios del 'superejemplo ' Jesús de Nazaret, se acompaña esta vez del concepto de ‘dignidad’ como paradigma de vida del ser moderno frente a una felicidad inasumible a causa de su efímera duración. Sucede así una vez que el fin del cosmos helénico y la muerte de Dios abocan a un único destino indigno y corruptor como la muerte. La dignidad ayuda al ser que muere a apuntalar la imagen de una vida completa, haciendo que la muerte del ser sea completamente injusta. La dignidad apuntala la esperanza, por su universalidad, que el autor recoge, pues existe dignidad (e imagen ejemplar de la vida propia) incluso entre quienes afrontan la vida sin recursos, son débiles, están desamparados, o son personas dependientes que anticipan prematuramente los estragos de la muerte. Mientras, entre los argumentos en favor de la mortalidad prorrogada, Gomá subraya que el individualismo de la segunda modernidad sustenta conceptualmente la idea de esperanza. Sigue sin haber, y se asume con cierta ingenuidad, 'prueba', pero si, por un lado, no estamos en literatura científica demostrable, y si, por otro, la secularización individualista implica por deducción ontológica la esperanza individual, el postulado desde la filosofía resulta explicado y cerrado.

 

Pragmática

Para adentrarse en la segunda parte fundamental de casi toda filosofía (¿qué hay que hacer?), Gomá propone que esto sea 'buscar la ejemplaridad', e imitarla. La ejemplaridad es un ideal, personal y relativo, encarnado en una persona (el ejemplo, el antiguo prototipo de la tetralogía) que personifica la excelencia de su tiempo, y que causa en el imitador la necesidad/apetito/calor de imitarlo de manera completa, en un viaje necesariamente imperfecto que traduce lo ideal a la realidad. No todo ejemplo es universalizable, pero sí que todo ejemplo es ejemplo para alguien, ya que cada acción del ejemplo es una invitación a ser imitado, y encierra en sí un inicio de costumbre: el ejemplo, al repetirse, se generaliza. Para Gomá, moralmente, no existe la vida privada (sí legalmente, como es lógico).

Si en la Ontología se encajaban piezas fundamentales de tres libros de la tetralogía, el baile en la pragmática fundamentalmente le corresponde a Ejemplaridad pública. El mal ejemplo, su posibilidad, y la conflictividad de la ejemplaridad (un buen ejemplo puede traducirse en una actitud que el potencial imitador vea rechazable, o que incluso actúe contra él) se integran mejor en el discurso, y para ello parte de una de sus obras teatrales, El peligro de las buenas compañías, donde Gomá representaba un ejemplo tan inalcanzable que causaba una reacción contraria en el protagonista, y donde llegó con el teatro a una materialización de este concepto ahora desarrollado como tal.

Procedente de Ejemplaridad pública es también el concepto de vulgaridad cultural. Pero, consciente de la dificultad del término, y aceptando el reto de apuntalar la precisión del mismo, Gomá refuerza su argumentación más lejos que en la tetralogía: a la explicación de que la vulgaridad es resultado de la consecución de la libertad y la igualdad, Gomá añade la dignidad como característica y renunciable y universal (pues no es una dignidad de aristócratas, sino de los débiles y hasta de los inmorales) de nuestro tiempo. Sostiene que el reconocimiento de esta dignidad de cada individuo es la base del equilibrio de la democracia liberal, ya que asegura que la voluntad mayoritaria no está legitimada a hacer algo que pueda atacar dicha dignidad (que, como principio mayoritario, permite la obediencia de las decisiones democráticas de una mayoría de 'dignidades', mientras que como principio contramayoritario se rebela contra los abusos de la mayoría, de producirse). Sin embargo, a esta fortaleza en lo político, Gomá postula que en lo privado/cultural, la vulgaridad no ha pasado de una fase romántica puramente subjetiva, iniciada en la primera modernidad, estirada posteriormente por las vanguardias -que Gomá entiende que fueron necesarias frente al elitismo cultural tradicional- y que tras la contracultura de la segunda mitad del siglo XX se ha desbordado hasta ser el paradigma cultural dominante. Lo siguiente es pasar de la vulgaridad a la ejemplaridad mediante la imitación del ejemplo/prototipo, (1) definiendo las respuestas a la vulgaridad -reaccionar queriendo volver al elitismo anterior, resignarse al considerar la vulgaridad el precio a pagar por el estado de libertad e igualdad, o abrazarla con el fin de reformarla- y (2) ofreciendo experiencias comunes que ofrezcan a todas las 'dignidades' individuales la posibilidad de identificación ante el ejemplo: ‘el universal vivir y envejecer' es la experiencia que todo humano comparte y reconoce.

Sin duda hay cierta ingenuidad en la propuesta, especialmente porque la vulgaridad es fácilmente asociable al estado estético de la vida, sin duda más común en adolescencia y primera juventud, allí donde envejecer es una visión aún lejana e incomprendida. Tal vez por eso, del mismo modo que el estadio estético se imbrica con el ético en la construcción del ejemplo, creo que es posible postular que vulgaridad y ejemplaridad requieren cierta convivencia incluso fructífera. Primero porque es realista: el ideal de ejemplaridad como ideal que es resulta inalcanzable para la plasmación física del mismo -e incluso un pestiño en la vida real como el propio Gomá indica en El peligro de las buenas compañías. Y segundo porque cierta experiencia histórica de lo social y cultural también muestra que lo hoy reconocible como ejemplar fue para el gusto y las costumbres de su tiempo una vulgaridad. Un ejemplo de la modernidad romántica es la negativa recepción de las últimas obras de Beethoven, un tanto salidas de la norma. Otro de la posmodernidades la liberación sexual de los setenta, que derivó en formas sociales ejemplares a pesar de la vulgaridad de la que fueron acusados.

La vulgaridad es un tema medular en la filosofía de Gomá. Pasar de la vulgaridad a la ejemplaridad se relaciona también con la creación o adopción de costumbres adecuadas con las que construir estado y democracia, que necesitan de 'buenas costumbres' en la sociedad para que las leyes (que deben respetar la dignidad de todos) puedan arraigar. Es labor de la ejemplaridad también el que se origine y asiente una 'visión culta' propia de una 'mayoría selecta' -oxímoron buscado- que sepa entender que las costumbres también varían, aunque sea lentamente y que el relativismo es una realidad necesaria, que además apuntala la democracia liberal. La combinación culta de lo privado (lleno de anhelos absolutos) y lo público (regido por la realidad del relativismo y la imperfección), así como comprender que la voluntad más que el entendimiento condiciona el mundo y las costumbres -y por tanto las leyes-, forman esta visión culta. No está mal considerado que procedemos del intento de desarrollo conceptual de un ideal.

La Pragmática de Universal concreto termina con una visión de la historia que incluye elementos de matices novedosos en la obra previa. Una razonada visión de la sociedad democrática actual como la mejor de la historia (para muchos esto es una declaración también plena de ingenuidad, pero para un contraste con la opinión de Leví-Strauss sobre el etnocentrismo sí que da) centrada de nuevo en la mayor dignidad histórica de los débiles como argumento sin subrayar que sean valores específicamente occidentales los artífices. Una lúcida cadena de razones del descontento actual, con detalles interesantes:  la condición moderna del Yo subjetivo (que asiste a la decadencia de sus capacidades sin agarre alguno a un Cosmos perfecto o a un Dios omnipotente), la conciencia de la dignidad igualitaria (es decir, la sociedad es vigilante y denunciadora en las injusticias, y estas, en cierto modo, están cada vez más acorraladas, pero, a la vez, son más públicas), el concepto moderno de Cultura crítica (donde apela a los filósofos de la sospecha cuya influencia en la cultura actual es aún relevante: Marx -que negó el poder-, Nietzsche -que negó a Dios-, y Freud -que negó el ego-), y, finalmente, la caída del telón de acero como acontecimiento que eliminó al enemigo al que culpar de todos los males. Argumentar con un acontecimiento histórico reciente no es común en Gomá, si bien estamos en un apartado sobre historia y el libro necesita entrar en lo más contemporáneo. A este hecho histórico podría mejor sumarse las crisis económicas continuadas (por diversas razones) desde 2008, porque han retorcido principios de dignidad en las democracias liberales pienso que con más influencia en el conjunto histórico. No es que no pueda relacionarse: la caída del comunismo envalentona a un neoliberalismo que cree que la historia le ha dado la razón sin aceptar el peso del reformismo en la dicotomía entre capitalismo ultraliberal y socialismo real como sistemas económicos extremos. Ciertamente, no existe ya comunismo global al que culpar, ni otros enemigos de esa dimensión (el terrorismo internacional de raíz islamista, por ejemplo) son fácilmente señalables en esta argumentación, pero es relevante que esta causa sea originada en el sistema democrático liberal por haber oscilado en exceso hacia uno de sus extremos.

Aunque Gomá cree que la historia de la humanidad es un viaje de progreso, no es determinista; con buen tino recuerda que ‘la Historia no está sujeta a legislación’, pero afirma que puede observarse una dirección, y esa dirección, en plazos medios o largos de manera casi asegurada, es el lugar donde puede desarrollarse el ideal de la ejemplaridad. Me gustan mucho los nuevos elementos introducidos respecto a Ejemplaridad pública en este punto. Por ejemplo, la mención al cambio de la visión de la victoria militar como fuente de legitimación política frente a los principios democrático y liberal. La introducción en este punto de la lucha contra la desigualdad como exigencia al Estado (lo cual lleva a la redistribución de la riqueza), o la profusión de estrategias de mediación en la vida social (conciliaciones, arbitrajes, etc) para sustituir a la jurisdicción en un plano concreto y no actuar en el abstracto de la ley en que trabajan los jueces. Que el relato virtuoso dominante haya dejado de ser el masculino/bélico es un triunfo, pues es un hecho que la literalidad de la Historia se ha escrito a golpe de conflictos y mucho menos a golpe de acuerdos, negociaciones, y tratos que evitaron confrontaciones.

 

Poética

Mi impresión es que la Poética de Universal concreto responde también a la necesidad que siente el autor de apuntalar mejor la visión del arte que se reflejaba en la tetralogía, donde era un campo menor. Adquiriendo entidad propia, la Poética ahora tiene su propia historia -paralela con lógica a la de la cultura-, se explican sus funciones (como alivio de la negatividad de la vida adulta, como representación del ‘ejemplo’), se contemplan sus variaciones según el contexto. El ejercicio de concreción es de nuevo fabuloso: del (1) clasicismo que aúna inteligibilidad, ética y estética (para glosar el cosmos perfecto mediante imitación épica, lírica o trágica) en un formato de naturaleza oral -que supone responsabilidad directa del autor ante su audiencia, pero también necesidad de mundanidad para captar atención-, al (2) campo moderno de valores de la subjetividad (expresión del yo, uso de la franqueza y la sinceridad incluso hasta representar lo deforme y lo horrendo) que suponen la literaturalización de la cultura, que ha modificado la antigua oralidad pública y colectiva de la cultura pasando ésta a actos individuales como la escritura y la lectura, creando la novela moderna como forma suprema de una cultura ahora alfabetizada. Es, por cierto, muy interesante el breve análisis que Gomá dedica a la nueva oralidad, que él llama 'segunda’ oralidad, como forma cultural que retorna gracias a Internet y sus medios y posibilidades auditivas.

Relacionado de nuevo con la vulgaridad, Gomá opina que el Yo absoluto de la subjetividad aún permea el arte actual, incapaz de asumir en gran parte la 'normalidad' ejemplarizante del 'vivir y envejecer’ universales (Iris Murdoch expresa esta idea de manera muy sugerente en La soberanía del bien: la razón ‘obliga’ a mirar al yo, y este es un elemento muy poderoso y cegador que impide que el buen arte practique la necesaria atención al exterior que le define; pero también podemos escoger el laconismo de Fernando Pessoa en el Libro del desasosiego: ‘la ruina de los ideales clásicos hizo de todos artistas en potencia, y por lo tanto malos artistas’). La contundencia cerrada del capítulo es relevante, aunque me inclino a pensar que aquí de nuevo aplican los 'continuos’ que mencionaba el autor al hablar de las inserciones de lo estético en lo ético y lo vulgar en lo ejemplar. El buen arte al que apela Gomá, aquel que consigue emocionar en la cotidianidad concreta universal, tal vez no pueda componerse sin que la creatividad atrevida, desatada, a veces solo pretendidamente rupturista, y me atrevería a decir que dionisíaca, exista, y se desarrolle desde una potencial vulgaridad. Una conclusión de esto es que la ejemplaridad, el estado ético, el buen arte, y la democracia liberal, sólo son posibles como resultado de haber transitado desde lo que anteriormente fueron sus némesis, de haberlas reformado adquirida la experiencia y obtenido el conocimiento de las negatividades.

Me quedan dos cosas principales por decir del contenido de esta casa inmensa e inabarcable:

-no es casual haber dejado caer de vez en cuando en este texto la palabra 'ingenuidad' y no haber hablado del 'método' del título, que es precisamente la ingenuidad. Gomá, por sistema, es un pensador positivo, constructivo, optimista. Para todo eso, y abrumado como todos ante una realidad convulsa cuya concreción en nuestro tiempo histórico amenaza con infinitos ahogos, atreverse a pensar en positivo es imposible sin apoyarse en una ingenuidad a prueba de todo tipo de corrupciones. Es un atreverse no ya a pensar, sino a pensar en el límite de lo que el canon actual admite: no ser catastrofista, conspiranoico, determinista, y, tal vez, en una palabra: absoluto.

-sospecho que Gomá no es nada wittgensteniano, pero termina su libro tal y como Ludwig Wittgenstein terminó su Tractatus logico-philosophicus: con una especie de paradoja que, en términos absolutos, las 250 páginas anteriores niegan: que la filosofía es insuficiente. Que necesita de otras artes para hacer realidad y dar matiz cercano y ejemplarizante a los conceptos desarrollados. Lógicamente no es una intención de epatar (aunque al lector desprevenido se le escapa una interjección o al menos un levantamiento de ceja), puesto que se apoya en la Poética recién desarrollada y en su propia trayectoria teatral como matizados ejemplos de que es lo concreto lo que materializa y hace cercano el ideal de lo universal. Aunque que bajo el Tractatus se encierra también un texto por momentos más poético y revelador que uno racional matemático…

No es el único final del libro de Gomá: su emotivo' acuérdate de ser' final, un imperativo de inspiración kantiana, es una declaración moral que alcanza toda su potencia con todo el libro recién en mente. Imposible no pensar en que es ya una obra completa, que sería escandalosamente injusto que no existiera. Universal concreto es la descripción firme y decidida de un sistema filosófico coherente y cerrado, consciente probablemente de sus ahora mínimos flecos (la propia existencia del libro revela que el autor piensa su obra y vuelve sobre ella para cerrarla), pero desarrollado con una convicción apabullante, en un lenguaje rico y elegante, de prosa intensa y ágil, y como es su deseo, profundamente literaria. El libro no tiene bibliografía ni notas al pie, aunque contiene citas, que, en consonancia con la idea de Gomá de no hacer filosofía de lectura de libros y exposición de pensamiento de otros, no son excesivas. Como decía más arriba, su opción no es la puramente narrativa o dramática más clara en la tetralogía y cada uno de sus volúmenes. Pero la descripción del sistema contiene varias aproximaciones históricas, con apasionadas definiciones de época (primer y segundo clasicismo, primera y segunda modernidad) y con sus evoluciones en cada caso de la concepción del universal o del yo, o de la organización política, o de la cultura y el arte, que en sí apelan al lector 'genéticamente' preparado para el progreso de un relato. Cabe preguntarse hasta qué punto Universal concreto es más disfrutable por quien ha leído sobre todo la tetralogía. Yo creo que sí, pero no gozo de la experiencia contraria. Y una pregunta aún mayor que sólo el autor puede responder: ¿Universal concreto habría existido sin el proceso de creación, publicación exposición, discusión y crecimiento que ha tenido la tetralogía? Yo diría que no. Que la casa está mejor preparada cuando ya has tenido otra antes.

Porque ahora que la casa está terminada, es momento de enseñarla.

Javier Gomá, en foto de Wikipedia


 

19 de mayo de 2024

Los bloques naranjas

 


Los bloques naranjas es un “prosario” de Luis Díaz (1994), dividido en tres partes llamadas Las ciudades, El deseo y El futuro, en el que cada “poema” está constituido por un párrafo en prosa escrito sin ningún signo de puntuación ni ninguna mayúscula. Nunca muy largos, suelen explicar con brevedad una acción juvenil (o adolescente) que transcurre en un verano en un barrio de ciudad, y sus protagonistas (que son un estado de ánimo reunido más que un individuo o personas en concreto) transitan por un afecto incipiente pero atropellado, una diversión inmediata de alcohol y drogas siempre escasos -pues no tienen dinero-, viajes en coche o moto que obligan a la carnalidad retraída, cierto spleen de asfalto, sin llegar al polígono, pero tendiendo.

Este protagonista colectivo siempre masculino y siempre adolescente intenta descubrirse y localizarse, sin demasiado éxito. Está pleno de emociones poéticas con su cuerpo, con su pene no fascinante pero sí céntrico, y aprecia interiormente sin saber expresarse hacia fuera. No acaba de entender el mundo, pero el futuro se le antoja más bien inhóspito. Su lenguaje es con frecuencia simple, de presentación directa, tierno en su conciencia masculina. El erotismo homosocial experimentador sobrevuela su deseo, entre la incomunicación y el anhelo, sin disfrute salvo en la conciencia de amar, que existe aunque no se articule así.

El libro me parece muy inspirado en el retrato de un ánima vital, trabajado en la traslación de una voz que ya debe ser lejana (el autor lo publica a los 29 años y confiesa en la dedicatoria que a sus amigos aún ‘no les he dicho te quiero’), y con un hálito psicológico más que un hilo descriptivo, no digamos ya narrativo. El aburrimiento, casi hastío, incluso el angst adolescente, todos son emociones relevantes, y, aunque existen flores y luces por el camino, la sensación final es cierta desesperanza.



10 de mayo de 2024

Simpatía por el diablo

 


La intensidad de la narración de El maestro y Margarita ha sido inesperada. No tanto su carácter irónico y parabólico, pues la fama precede a esta joya icónica de la literatura rusa. Obra maestra del a veces exitoso, pero casi siempre perseguido Mijaíl Bulgákov, se publicó 27 años después de su muerte, aunque en la Unión Soviética aún tuvo que esperar.

El diablo, bajo el nombre de Voland, aparece en Moscú acompañado de un séquito peculiar que incluye un gato gigante bípedo y parlanchín. Desde la primera escena siembra el caos en la ciudad: ataca a los escritores y críticos, se las ingenia para hipnotizar a todo un teatro ante cuyo público actúa en un espectáculo de magia negra, se instala en casa de un escritor donde hace perrerías a todo aquel que se acerca en general con intereses espurios... Hay decapitaciones, ordenadas y ejecutadas como si fueran las de la Reina de Corazones de la Alicia de Lewis Carroll, y posteriores recapitaciones; dinero verdadero que se convierte en papel mojado y al revés; aparentes bilocaciones… y una buena cantidad de personas derivadas al manicomio del doctor Stravinsky. Pero el tono es juguetón. El diablo hace estas cosas parece que más por entretenimiento que por maldad intrínseca. O, si se atiende a la cita fáustica de Goethe con que Bulgákov en cabeza el libro, 'es aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre práctica el bien'. Porque, invariablemente, ante Voland se presentan ventajistas, a veces provocados por él, pero trufados de miserias mundanas. No hay mención al régimen político en que está la ciudad, el Moscú de 1930. Pero sí hay presencia de unas milicias que aparentemente lo pueden todo (pero no) y un pensar continuado en lo burocrático.

En la compleja estructura de la obra se cuelan, en su primar parte, dos capítulos dedicados a Poncio Pilatos y su experiencia de juzgar, encarcelar y no indultar a Jesucristo. La excusa es extraña, simplemente aparecen cuando uno de los escritores de la primera aparición de Voland pretende convencerle de que Jesucristo no existe. Pero Voland reclama que él conoció a Pilatos... En la segunda mitad del libro entendemos que esos capítulos están escritos por "el Maestro" del título, cuya novela sobre dicho tema será incomprendida y que, por ese motivo, quema el manuscrito. El maestro está en el manicomio (no sabemos por qué, pero intuimos que es víctima de la burocracia reinante antes de la llegada de Voland), pero su novia, Margarita, es de la pocas personas que en lugar de ser atacadas por el diablo, resultan favorecidas por él, en una inversión de la suerte del maestro, que recupera así manuscrito y felicidad, no sin antes actuar Margarita como reina de un baile satánico organizado por Voland. El manuscrito recuperado permite que completemos la lectura de Pilatos, además de conocer el impacto que deja una visita del diablo, de cuatro días de duración a la ciudad, cuántos hechos fueron encantamientos y cuántos no

Veamos varios de los significados múltiples de la novela:

1- los escritores y críticos de tres al cuarto se dan la gran vida mientras los artistas comprometidos viven en el ostracismo. Reformar esta situación es justo.

2- el juguetón diablo, obvio trasunto primario de Stalin, gusta de confundir a sus víctimas con cambios de humor y opinión impredecibles. Así le pasó a Bulgákov, a quien el mismísimo Stalin llamó en persona para restituirle en el teatro en que ya no podía trabajar.

3- la literatura tiene un poder infinito: "los manuscritos no arden", dice Voland cuando el maestro confiesa que quemó su novela. La literatura perdura con tanto ahínco que, aunque no hubiera publicado un libro que tardó doce años en escribir, esto sucedió casi tres décadas después.

4- el poder no tiene conciencia; pero si, por un instante, tuviera la tentación de tenerla, se encaminaría a la desolación. Así, Pilatos vaga por la eternidad atormentado por su lavado de manos, con una capa manchada de sangre del Crucificado, al que quiso salvar y con el que quiso conversar más, pero no pudo. A Voland no le pasa esto.

5- en realidad no existe alma sin defecto. El diablo entra en todas ellas y lo sabe, pero siempre llega el momento en que cada una de esas almas, cuando reclama aquello que no le corresponde, ya lo sabe por sí mismo. ¿El diablo está dentro? ¿Puede soportarse la idea de un Stalin dentro de cada uno?

Ni qué decir tiene que El maestro y Margarita es de una originalidad muy relevante. No solo por las capas de significado, sino por su indecoroso desparpajo tonal, su ausencia de clichés, su ritmo endiablado, trufado de acontecimientos absurdos que mezclados con la cotidianeidad de las rutinas diarias hace avanzar al libro como una historia llena de los prodigios de una sala de espejos deformantes. La herencia de Goethe ya ha sido mencionada, pero el libérrimo destrozo que ejecuta modifica la realidad burocrática de este Moscú en forma de una libertad literaria precursora del realismo mágico que entronca muy bien con la tradición satírica de la literatura rusa, a la que le estalinismo sin duda dio grandes posibilidades (un ejemplo divertidísimo: Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin, de Vladímir Voinóvich). Con diferentes matices, el personaje diabólico que crea el caos porque en su locura/libertad /poder tiene capacidad para ello, está presente en Camus (Calígula). Lo kafkiano, desprovisto de su dramatismo trágico, también se entrevé, por no hablar de las metáforas del nazismo tipo El tambor de hojalata. No me cabe duda que, en nuestro entorno, inspiró el caótico Burgos del purgatorio de la maravillosa La ciudad del Gran Rey, de Óscar Esquivias. Y sí, inspiró la canción de los Rolling Stones que tantos años estuvieron sin tocar tras la tragedia de Altamont.

Entre influencia -de la que todo lo dicho es probablemente una muestra pequeña- y diagnóstico, diversión pero inmersión, ligereza de humor negro y sátira social y política, no es extraño que esté entre las novelas más reconocidas del siglo XX.

Mijáil Bulgákov, según su foto en Wikipedia



2 de mayo de 2024

La especulación inmobiliaria



Buscando información sobre Italo Calvino, resulta sorprendente comprobar que las obras más conocidas que publicó, las de la llamada trilogía heráldica, se venden en colecciones de literatura juvenil. Lo cual está muy bien, porque recuerdo que las dos que he leído, El vizconde demediado y, sobre todo, El barón rampante, usan la fábula y el anhelo de pureza vital de la adolescente para construir sus historias de reflejo absurdo de las costumbres.

La especulación inmobiliaria, no obstante, no incorpora elementos de parábola fantástica, sino que su realismo es completo. Un antiguo militante de un partido de izquierdas, el PCI italiano, decide vender parte del jardín de la casa de su madre, para lo cual llega a un acuerdo con un constructor local, según el que podrá incluso alquilar algunos de los apartamentos a construir. El protagonista ha variado en sus intereses políticos y, frente a lo que había pensado en sus años de militancia, el empresario al que se asocia le parece un ejemplo de resistencia liberal.

Como era de esperar, la obra se enfanga, con conflictos continuados sobre todo lo imaginable, aunque siempre de una intensidad baja: falta de materiales, problemas laborales con los trabajadores, conflictos entre la madre -que vive junto a la obra- y el constructor, permisos del Ayuntamiento, etc... Las pretensiones de pasar por hombre curtido en negocios y de inteligencia de mundo por parte del protagonista se tornan en impotencia resignada y un estado de frustración algo infantil.

El tono, la brevedad, y su extraño final (resumible en un estado futuro de pesadilla prolongada) están magníficamente conseguidos. Calvino no dramatiza las corruptelas del constructor, que es más bien un arquetipo de tragedia teatral, un pequeño corrupto y negociante sin más futuro. Aunque es obvio que su inmaduro protagonista no le agrada en su ridícula autocomplacencia ignorante, nunca sucede un conflicto severo, una situación definitivamente inaceptable en lo moral, sino que existe una asunción de fluidez de los asuntos mundanos, de conversaciones aparentemente simples, y de orgullos un tanto miserables enfrentados entre sí.

Y así, suavemente, pareciera que Calvino llega a mostrar el fenómeno de la especulación y sus primas la corrupción y la estafa de un modo mucho más creíble, ajustado a la vulgar cotidianeidad que cualquiera puede experimentar, y sin necesidad de la grandilocuencia megalomaníaca que con frecuencia se usa para describir el fenómeno. Esto no significa que esa especulación desatada no exista, por supuesto. Pero la apuesta a pie de calle, en estilo y tono, de Calvino es por ello tal vez más clarividente sobre la inserción psicológica de la corrupción en la sociedad.


Italo Calvino, vía


23 de abril de 2024

Gato en pandemia

 


Rodrigo García Marina, poeta autor de Los prodigiosos gatos monteses, es médico, filósofo y performer, además de escritor. A pesar de su juventud (1996) ha publicado varios poemarios, e imagino que leído y he estudiado mucho en vida. Este es el primero que leo, un libro de carácter poético en aliento, ritmos y connotaciones, pero también dado a la prosa si es necesario.

Los gatos monteses que sirven de título refieren parcialmente al mundo salvaje que tomó los espacios durante la pandemia, que sobrevuela de continuo todos los pasajes del libro. Pero también al gato del Lemi, el amante del protagonista trasunto del autor. El texto es polisémico, tanto como polifacético el autor, lleno de asociaciones de ideas visuales y lingüísticas, un conjunto de rápidos inteligentes juegos de palabras visualizables con los cuerpos que las habitan. Este gato doméstico espejo de supuestos gatos monteses/callejeros en Madrid sirve de ejemplo de comparación en varias capas de significado.

En realidad, es un libro difícilmente comentable. Cualquier obra, por ficción desplazada de la realidad que sea, describe de alguna manera el ser y estar del autor, y el espíritu con que vive su tiempo en el mundo. Tal vez la poesía, o el lenguaje decididamente poético, especialmente dedicado a la introspección, es más dado a este juicio. En este sentido, Los prodigiosos gatos monteses es una obra apegada a los veinticinco años de un hombre enamorado que vive inesperadamente una pandemia insólita. Una obra llena de la desmedida inteligencia relacional de la juventud iluminada, y, a su vez, arrastrada por un deseo total de varias patas, del de la experiencia al del placer, del del conocimiento al de la alegría. Sus pasajes a veces atemorizan, por su impúdica libertad de expresión en equilibrio con el desparpajo sintáctico y estructural. El lector no sabe si los párrafos sin signos de puntuación habilitan mencionar el sexo pasivo o la persecución alegre de las noches de drogas, pero sí recibe una carga de realidad generacional en las formas de un desconcierto tan vital como asombrado del autor.

Tal vez el Zeitgeist sea que la vida tiene demasiados estímulos. Un signo de ellos es un cerebro privilegiado con esa cantidad de estudios y profesiones encerrados en cuerpo y mente limitados aunque sólo sea por humanos. El traslado de esos estímulos al lector, que resumo en el hallazgo de ese “toque de keta” fabuloso y definitivo, es probablemente la sensación que prefiero en esta lectura asociativa y voladora, a la que quiero comparar con el misterio que son los gatos en su vivir y convivir, algo elegante aunque se estén chupando el culo, un mirar misterioso aunque sólo sea el impulso primario de recibir comida o caricias, o un mover seductor de caderas aunque se trate de pasar por la vida enseñando el rabo. Los prodigiosos gatos monteses es, en cualquier caso, un fogonazo rimbaudiano del libro.

Rodrigo García Marina (foto de 20minutos)