Es curioso que con el grato recuerdo que tengo de las dos
lecturas de El guardián entre el centeno,
este Franny and Zooey me haya
resultado pesado aún reconociendo el lenguaje y los temas de interés de J. D.
Salinger, el mito de las letras norteamericanas fallecido en 2010.
Franny and Zooey son dos relatos cortos relacionados entre
sí. Los dos protagonistas son los dos hijos más jóvenes de la familia Glass (Salinger
tiene más relatos con esta familia como protagonista). Franny es la menor y en
su relato se narra la conversación que mantiene en un retaurante con Lane, su
novio, al que va a visitar un fin de semana. Durante la charla van haciéndose
presentes los problemas psicológicos de Franny Glass, al parecer relacionados
con un libro que está leyendo sobre los sacrificios en el cristianismo. El relato,
comenzado de una manera clásica, alcanza una gran extrañeza y acaba
abruptamente, en una ruptura temática, literaria y personal.
Zooey sin embargo empieza con la larga conversación entre
Zooey Glass y su madre mientras el primero se baña y acicala en el baño. El relato
va enseñando claves para la explicación de los problemas de Franny (que está en
la casa después de haber vuelto de su cita) y del conjunto de la familia. Zooey
es un actor de 25 años que hace uso de sus dotes de interpretación en sus
relaciones familiares, y que intenta encauzar a Franny para que se tome con más
tranquilidad la vida, aunque con cierto victimismo que Zooey usa con su madre y
sus ausentes hermanos mayores.
Zooey, en el baño (vía)
Tal vez el contraste principal esté en el enfoque del tema,
que mientras en El guardíán entre el centeno
anticipaba el vacío existencial de la adolescencia como conflicto vital moderno,
en Franny and Zooey resulta explicativo, psicologista, y, por momentos, incluso
denunciador del papel de las religiones sectarias en la educación tanto
racional como sentimental de los jóvenes. Este tratamiento del conflicto es tal
vez poco sutil literariamente pero ahora está superado también vitalmente por otros
conceptos como el abuso o el acoso y no consigue la fuerza esperable. En cierto
modo, su mirada sobre la juventud de la postguerra, que es la que rompe
definitivamente el antiguo rol inexistente de la adolescencia, resulta menos
incisiva.
Me quedo sin duda con esa larga conversación entre Zooey y
Bessie (su madre), con el pudoroso muchacho celoso de su intimidad pidiendo de
continuo a su madre que le deje terminar en el baño, mientras ésta insiste en
sacar a escena los fantasmas familiares. Encuentro en esa conversación agónica
mucha verdad alegórica: la carne contra el recuerdo, la ascendencia frente a la
inocencia juvenil. Salinger es algo evasivo y parece narrar conflictos escasos,
tal vez superados, pero da lugar a momentos literarios maravillosos como éste.
Franny y Zooey son desde luego personajes bien perfilados y la fragilidad que
su destino parece asumir alcanza con fuerza al lector.
Última foto realizada al muy asocial J.D. Salinger (vía)