27 de junio de 2016

Abracadabra


A pesar de tener El gen egoísta hace años en la estantería, sin haberlo siquiera abierto, he empezado a leer a Richard Dawkins con este libro más reciente, de 2011, titulado The Magic of Reality, que podría ser, en parte, su respuesta a las nuevas charlatanerías, su sopapo más reciente a los mitos religiosos y culturales históricos, y una declaración de amor por la realidad (o, de fondo, por la ciencia que la descubre y estudia) como forma de magia. Puedo alegar para ello que me da un poco de miedo pensar en que su obra clásica pueda estar algo obsoleta, también que últimamente he visto vehementes discusiones sobre la prevalencia de los elementos mágicos en el conocimiento personal, o incluso que algunos libros que bordean el tema han caído recientemente entre mis manos.

Islas Galápagos (vía)

Sin embargo… A Dawkins le falta realmente fascinación poética por la realidad, por la naturaleza y sus hechos, y por la ciencia como aventura descubridora más que desenmascadora. En ese sentido, título, autor y entradilla tal vez habían desatado mis expectativas. Cada capítulo se inicia con un mito determinado (incluso da la sensación de que cada capítulo se ha escogido más por la existencia del mito que por verdadera fascinación por la belleza de su explicación científica), sigue con la historia de la razón aplicada –y sus experimentos- al objeto de estudio, y suele terminar con un alegato simple a lo ‘bonito’ de la realidad. Demonios, Dawkins, ¡algo más de entusiasmo, soldado! ¡Esta lucha no se gana sin emoción verdadera, que es el arma del enemigo! Debemos transmitir amor por los millones de prismas refractores que crean del agua un arcoíris que saluda nuestra entrada en los cielos, otorgar vida a esas juguetonas placas tectónicas que manejan mi barca, fascinarnos por los pormenores estéticos de la selección natural que creó los magníficos ejemplares que revelan el cuerpo.

Arcoiris en Seattle (vía)

A estos casos sencillos, sin exceso de polémica actual real (apenas hay homeopatía o transgénicos, por poner dos ejemplos, en el libro) se dedica Dawkins, aumentando demasiado el tono pedagógico y perdiendo interés para un lector más versado en ciencia. Esta, la ciencia, no es cosa de broma: no abogo por convertirla en un show gritón de televisión, sino por vivirla con pasión, ya que nos rodea inimaginablemente en nuestra rutina, y su estudio es desbordantemente placentero. ¿Qué no? Ay, si la vieran con mis ojos…

Richard Dawkins (© Jeremy Sutton Hibbert, vía)

18 de junio de 2016

Quiero ser santa


Una idea tan gozosa como excepcional da aliento al cómic de Roberto Bartual y Julián Almazán: convertir en superhéroes del catolicismo a tres niños con superpoderes a los que se les aparece la virgen en Morata de Tajuña, el pueblo del sur de la provincia de Madrid. Certificados poderes y aparición por el padre Pilón, jesuita parapsicólogo y exorcista, y látigo de impostores de milagros y apariciones, los tres infantes reciben el esencial encargo de recuperar el brazo incorrupto de Santa Teresa robado por los nazis a Franco.


Este aparente delirio, donde una niña de origen musulmán sufre de bilocación o un niño es capaz de materializar la hostia en su lengua, es un reflejo satírico de mitos religiosos no mucho más extravagantes. Los autores mezclan historietas cortas (capítulos de una supuesta serie de superhéroes con una historia general en progreso) con noticias, textos y cartas metahistóricas que otorgan una visión pop ecléctica, libérrima y divertidísima a la historia, que puede pescar en Enid Blyton, Adolf Hitler o Eva Perón sin resentirse, retorciendo hechos al explicarlos como parte de una leyenda de conspiraciones paralelas a la historia oficial. La atenta mirada del personaje sagaz e intenso (y caracterizado con mayor profundidad), que es el padre Pilón, unifica la función, y su papel de director proporciona un improbable asidero de identificación al alucinado lector.

El padre Pilón

El dibujo opta por una expresividad colorista e infantil, que contrasta con la supuesta gravedad de la misión encomendada a los niños. El trazo es buscadamente plano y el tono pastel es alegre, con una presentación frontal de personajes infantiles en la que a veces no he podido evitar pensar en un South Park lisérgico. El libro está aparentemente inacabado: anuncia nuevas aventuras, que sin duda llevarán al padre Pilón y sus Ángeles a quién sabe qué azares…


Julián Almazán y Roberto Bartual

8 de junio de 2016

Las buenas izquierdas


George Orwell, el autor de Rebelión en la granja y 1984, fue miembro del Partido Laborista Independiente, ILP, y en los años treinta viajó a España para apoyar a la República durante la Guerra Civil, alistándose en las milicias del Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM. Combatió en el frente contra el ejército nacional, en Barcelona contra los guardias de asalto del gobierno republicano y las milicias del Partido Socialista Unificado de Cataluña, PSUC, y tras volver al frente y ser herido consiguió su licencia para volver a Inglaterra no sin antes vivir la ilegalización del POUM y su propia persecución por parte del gobierno. Todo esto se narra en Homenaje a Cataluña, esta narración de sus vivencias en menos un año de estancia en España, pero cuyas conclusiones sin duda se extienden al menos a la temática de fondo político de sus dos grandes novelas y supongo que de manera genérica a gran parte de su obra.


Si ya pensaba, sobre todo gracias a Rebelión en la granja, que Orwell era un magnífico fabulador, ahora debo decir que es estupendo como ensayista, autobiógrafo e incluso historiador (sabiendo que la falta de perspectiva temporal le aleja de esta figura, pero consciente de que algunas de sus conclusiones son aparentemente bastante certeras incluso unos meses después de salir del país). En su caso se unen su facultad narrativa y dramática con el valor innegable de la experiencia directa, un trabajo de campo de gran valor. La descripción de la vida en la trinchera y en las posiciones, la cercanía a los protagonistas individuales de la contienda desde la primera frase (En el cuartel Lenin de Barcelona, un día antes de alistarme en la milicia, vi a un miliciano italiano delante de la mesa de oficiales) y la sufrida rutina del desastre cotidiano de un país ya de por sí poco organizado pero ahora además en guerra, inician el relato en episodios cronológicos, y desarrollan a Orwell como persona en su convencimiento de que Cataluña vivía bajo una Arcadia revolucionaria, dirigida por los sindicatos y los anarquistas, desde el golpe de estado y hasta al menos diciembre del 36. Al volver del frente cuatro meses después, su experiencia en la ciudad es otra (incluso ya la ve cambiada y sin rastros de revolución), con los hechos de mayo a punto de estallar, y con el gobierno republicano necesitado de los fondos soviéticos que exigían el fin de la revolución colectivizadora (Orwell vincula esta exigencia a los intereses exteriores a España de la URSS) y por supuesto de la facción trotskista del POUM, prácticamente aniquilada acusada de quintacolumnismo franquista. Orwell no rehúye el tema, analiza con profundidad política los intereses y pensamientos de cada facción en el (supuesto) intento común de todas de acabar con la amenaza fascista a la república, explica por qué cree que la guerra no se podía ganar sin la revolución (en su opinión, básicamente porque no había otro modo de convencer al campesinado, en aquel entonces esencial en un país agrario como España), y establece actos y responsabilidades de socialistas, comunistas, trotskistas y anarquistas en la guerra civil que los catalanes tuvieron dentro y añadida a la propia guerra civil española.


Las convicciones antitotalitarias de Orwell se adelantaron a su tiempo, no tanto por comprender las del fascismo y el nacionalsocialismo (que en España tomaron las formas que Orwell piensa suavizadas del franquismo debido al propio carácter español; previó incluso el éxito de ese modelo y su posibilidad de duración), sino por haber comprobado en su persona las del estalinismo, que aún tendría unas cuantas décadas de prórroga intelectual en Occidente. No creo que haya de todos modos en este libro (tan directo y doloroso como puñetazos a la panoplia de pensamientos de izquierda que resultan no serlo) paralelismos verdaderamente reales con la situación actual, salvo, claro está, la circunstancia del arraigo de muchas formas de izquierda (desde la anticapitalista hasta la coaligada con la derecha, aunque ambas apoyando –o no- al mismo gobierno) en una Cataluña ideológicamente tan fascinante como incomprensible.

George Orwell (vía)