22 de diciembre de 2020

Sapiens

 

Recomendado por todas partes, finalmente he empezado a leer a Yuval Noah Harari por el principio de su éxito: Sapiens. De animales a dioses. Breve Historia de la Humanidad. Es un ensayo terminado en 2013 y que ha vendido, dicen, quince millones de ejemplares en el mundo, lo que le ha dado fama universal y le ha permitido entrar en el mundo de los grandes conferenciantes y pensadores del futuro. Ha escrito al menos otro ensayo más de gran éxito: Homo Deus. Breve historia del mañana. Una situación excepcional como ésta, de un autor además procedente de una tradición diferente (escribe originalmente en hebreo y vive y trabaja en Israel), tiene sin duda más de una capa de análisis interesante.

Sapiens se presenta como un libro de Historia de Homo Sapiens, única especie superviviente del género Homo, que queda estructurada en tres momentos decisivos, según el autor:

-la llamada Revolución Cognitiva, ocurrida alrededor de hace 70.000 años por factores aún desconocidos pero que el autor relaciona decisivamente con la capacidad de nuestra especie para crear o imaginar entes no reales (o no biológicos, si se prefiere) que permitieron una coordinación social de intereses a pequeña escala. Esto hizo que Homo Sapiens saliera de África y se expandiera por todo el mundo, que extinguiera a las otras especies Homo y a toda la megafauna terrestre, aunque conservando una economía de cazadores-recolectores casi mayoritariamente nómada

-la Revolución Agrícola, iniciada hace 12.000 años parece que de manera inevitable (ya que sucedió en lugares distintos y separados por hechos casuales que se afianzaban a sí mismos) y que, además del asentamiento y la aparición de la vivienda, supuso el inicio de los monocultivos, la ganadería y la creación de élites: las entidades imaginadas (iniciadas en la anterior Revolución) son ya más poderosas y permiten una cooperación organizada entre muchas más personas. Así, se crean los imperios, las religiones y el dinero, tres poderosísimas herramientas de cooperación entre extraños, que aumentarán la capacidad de cooperación. Harari cree que la Revolución Agrícola no fue un buen negocio: Homo Sapiens mejoró en seguridad y también en previsiones de futuro, pero aparecieron peores condiciones laborales, incluida la esclavitud, la dieta empeoró, la ganadería trajo consigo el contagio de enfermedades de los animales, y la especie empezó a dividirse por entes de nuevo imaginarios (o que no responden realmente a la biología): clases sociales, raza, origen, religión, género.

 Tablilla de arcilla de Uruk, con un texto administrativo sobre cantidades de cebada y firmado por tal vez el primer nombre registrado en la historia. Harari subraya la peculiaridad de que se tratara de un registro contable y no un poema épico, una orden legal, o una oración. Sapiens está lleno de este tipo de percepciones desmitificadoras.

-la Revolución Científica, que apenas tiene 500 años, a la que Harari pone como punto claro de inicio el descubrimiento de América por Colón: la humanidad descubre y admite su ignorancia, lo cual desencadena que los poderes imperiales fijen sus ojos en la ciencia y sus resultados tecnológicos para ampliar su poder. Dado que las empresas a organizar son arriesgadas y caras, el crédito (otro de los entes no reales en que Homo Sapiens pone su confianza futura) evoluciona con mejores prestaciones, y empieza a nacer un gran capital financiador. La conjunción de imperio (poder político), ciencia/tecnología, y capitalismo/financiación ha evolucionado, pero en sus fundamentos principales sigue hoy en boga.

Bueno. Hasta aquí un resumen del contenido, que obviamente toca muchos más puntos y que no es tan lineal y magro como lo que he expuesto. Al contrario, a pesar de esta línea histórica que más o menos sigue Harari, no tiene reparos en usar de continuo la relación connotativa, por ejemplo, al explicar la capacidad de Homo Sapiens de crear entes imaginarios desde la Revolución Cognitiva, hablando de sociedades anónimas o derechos humanos, o comparando crudamente el Código de Hammurabi con la Declaración de Independencia de los EE.UU. Sus entes imaginados incluyen las ideologías, el culto a la nación, el estado, el derecho, el capitalismo, el humanismo liberal o socialista, etc. Considera en gran parte que, definidas las religiones, varias de estas propuestas pueden definirse como parte de ellas en cuanto a su realidad de facto, y a la creencia en las mismas de Homo Sapiens. El libro incluye para mí ideas brillantes como algunas de las ya resumidas, a partir de una cantidad de hechos históricos que en gran parte todos conocemos. Recuerda a un autor que más tarde he leído que Harari admira: Jared Diamond. Supera con creces, en mi memoria, al Bill Bryson de Una breve historia de casi todo, que recuerdo más divertido, pero de menor calado o coherencia, y ni siquiera tan adictivo.

Portada del primer volumen de una edición gráfica de Sapiens que se ha comenzado a editar en varios volúmenes

Harari es consciente (es explícito en ello) de la importancia que para Homo Sapiens tiene la creación de relatos con el objetivo de creer en sus (nuestras) ficciones organizadoras, y sin duda ahí ha puesto su mayor esfuerzo en el libro: en la agilidad y sencillez de exposición, en el uso de los mismos conceptos en las diferentes fases históricas, y en las referencias que funcionan como anclas al pasado y al futuro en cada momento. El tono es ágil, las palabras sencillas, los ejemplos muchos (en ocasiones simplones, debo decirlo, con modismos o humorismos algo bobalicones), y el aire de desmitificación analítica y generalizada es muy fresco. A la par, en ocasiones y por esto mismo da la sensación de realizar asunciones muy generalistas, comparaciones algo gruesas, o de meterse en terrenos algo inabarcables en su contexto (como sus capítulos dedicados al género o a la felicidad). Para un libro de este estilo y ambición la bibliografía parece escasa, aunque también explica que en su web (deja un link) puede encontrarse completa. No me cabe duda de que esta aproximación, que parece ejecutada por una persona de gran cultura que domina una de las varias disciplinas que toca, es parte de su éxito popular, pero origen también de crítica académica. Cierto es que Sapiens ayuda ciertamente a afianzar ideas o pensar en paradigmas históricos distintos o inesperados. Pero en algunas partes he tenido la sensación de asomarme a cierta falta de rigor en favor de un relato siempre explicativo, aunque Harari admita más de una vez que hay muchas cosas de nosotros mismos que aún no sabemos.

Entre los apuntes extra de interés de la eclosión de Harari en el pensamiento traccionador occidental está el valor, a pesar de su ateísmo científico, que asigna al budismo como pensamiento práctico que busca alejar el dolor y que conecta con el hecho de que, a pesar del éxito biológico aparente de Homo Sapiens como especie dominante, son sus acciones en relación a la naturaleza, a los animales y plantas con los que se ha desarrollado, los que le han proporcionado ese dominio. Harari intenta incorporar la visión de estas otras especies, cuyo éxito reproductivo al ser adoptadas por Homo Sapiens es evidente, pero a costa de pagar un precio de dolor y explotación; a Harari le parece que la hoja de servicios de Homo Sapiens en la tierra es cuando menos cruel. Otro apunte de Harari es el fin previsible de la diversidad: Homo Sapiens camina hace milenios hacia una unidad global, destino último de su capacidad de cooperación como especie. Y termina abriendo camino a su siguiente libro: si ya desde la Revolución Agrícola hemos ejercido sobre la naturaleza una acción que no ha podido ser respondida por la selección natural (porque ésta es más lenta, al menos a nuestro nivel macrobiológico), si la ciencia vuelve a tener éxito en conseguir recursos que no agoten al planeta, si el cambio climático no actúa sobre nosotros con efectos laterales esperados o no (¿pandemias?), puede que las investigaciones actuales ayuden a diseñar un Homo Sapiens amortal, cuya aparición justifica el segundo título de Sapiens: de animales a dioses. Homo Sapiens ya no será Homo Sapiens, sino otra cosa por definir.

Yuval Noah Harari, según la foto de su web



8 de diciembre de 2020

Una novela judicial

The Children Act (La ley del menor) es una novela breve de Ian McEwan, protagonizada por una jueza de menores que se enfrenta a la vez a la infidelidad de su esposo y a un urgentísimo caso sobre la transfusión de sangre a un menor testigo de Jehová enfermo de leucemia. Estas doscientas páginas escritas en un inglés fluidísimo se leen con interés y rapidez, y dejan, en mi opinión, un único valor literario realmente apreciable: el gusto por el relato que McEwan aporta en cada caso judicial explicado, con sus detalles complejos, que presenta con agilidad y atractivo enormes, haciéndolos sencillos y entendibles. Y no son pocos: se intercalan en varios momentos de la novela, muchas veces en forma de sentencia (el texto que a fin de cuentas debe escribir la protagonista, Fiona), y en ese juego en que McEwan se siente muy cercano, si bien veo que más por convertir a su jueza en narradora que por aspiración del autor a ser juez…

The Children Act fue prontamente adaptada al cine por Richard Eyre, con Emma Thompson en el papel de la jueza. Curiosamente, Thompson es también guionista

Pero, sorprendentemente, el resto de la novela es muy poco interesante; la crisis matrimonial no aporta realmente nada salvo pequeñas reflexiones de Fiona que resultan de baja intensidad, y el ambiente social elitista de Fiona, con su gusto por las actuaciones como intérprete privada de música clásica parecerían en gran parte un relleno, apenas salvado -en mi opinión de manera forzada- por la conexión artística con el menor enfermo de leucemia. El final me parece muy deudor del de Los muertos, el relato final de Dublineses, de James Joyce, si bien de nuevo algo rebuscado.

Supongo que el libro es demasiado académico en esta parte más dramática relacionada con el dibujo de la protagonista, pero en un sentido un tanto rancio. El ojo de McEwan hacia la sociedad y la familia que describe es muy esperable, muy tópico; tampoco creo que sepa captar bien la sensibilidad de a mujer de 59 años a la que toma por protagonista, y, si bien no cae en la estupidez hipersexual de colegas como Roth o Updike, la novela, que apenas tiene seis años, podría tener treinta más, con los obvios estereotipos de otra época.

En fin, igual hay que esperar a ver logros similares a On Chesil Beach, el mejor de sus libros que he leído (Solar es muy flojo). De mientras, al menos sus libros permiten una lectura sencilla con que ejercitar el idioma y, al menos en esta ocasión, nos dejan esos momentos judiciales apasionados que antes comenntaba.

Ian McEwan (vía)