Cuando Lorenzo, el protagonista del Diario de un cazador que reaparece tres años después en el Diario de un emigrante, quiere decir algo con sinceridad, suele comentar que le dije lealmente, lealmente le respondí…
Ese lealmente encierra para mí parte del genio de Delibes: su aproximación honesta al lenguaje de los menos letrados, pero también la profundidad de una mirada psicológica de un país maltratado y por necesidad pícaro. Sin el lealmente, Lorenzo parece libre de manejar su comunicación para obtener un mísero rédito profesional, social, o familiar.
Lorenzo viaja con su mujer embarazada a Chile, por presión de la familia política, y ante el escaso progreso que se vive en España. Allí empieza a trabajar con su tío político, conoce amigos nuevos y otros emigrantes, nace su hijo, tiene variadas disputas matrimoniales, e incluso abre un negocio. Este Diario de un emigrante tiene los valores literarios del volumen anterior que ya reseñé, con un añadido: la extrañeza de Lorenzo (pero reconocimiento del autor) hacia el idioma español distinto al hablado en España, aunque Lorenzo la vive y Delibes la muestra paralelamente a otras diferencias no literarias, ya sean paisajísticas o estacionales.
Portada de la mítica edición de Destinolibro del libro de Delibes. Qué gloria esto de la red. Procede de entrelectores
Sin embargo, yo he conseguido empatizar menos con el personaje que en el primer diario. No se trata de no congeniar con lo que suponen las diferencias temporales e históricas en parte del comportamiento y pensamiento de Lorenzo, sino posiblemente de un acercamiento emocional más frío al protagonista. Tal vez, al estar descontextualizado por su presencia en tierras extrañas, su actitud me resulta menos reconocible y, por momentos, la visión del escritor hacia él también me parece más incomprensible.
Delibes incluye (en 1958) un emigrante político (casi anecdótico) en un libro que es la segunda parte de un volumen que fuer Premio Nacional de Literatura. Sé que fue un hombre con problemas con el régimen, y que su lucha contra el mismo, casi siempre próxima a los problemas de la libertad de expresión, sobrevuela su obra. Lo hace de manera sutil en Diario de un cazador, donde el fondo implícito impregna toda moral. En Chile eso se pierde, y la batalla era, sin duda, más complicada. Se lo digo tan lealmente como que en Chile, al cine, le dicen biógrafo.
Delibes de perfil, vía proyecto integrado