Apunta bastante alto Óscar Esquivias con la opción con la que
decide terminar la trilogía que se iniciaba con Inquietud en el paraíso y seguía
con La ciudad del Gran Rey: no tanto
por la abrupta ruptura de la continuidad de ambientación y personajes de las
dos primeras novelas, sino por la manera en que Esquivias decide informar, a
mitad de novela, de la realidad de sus propuestas fantásticas de las novelas
anteriores. Este informe adopta la forma de carta de un lector, y suena real.
La opción en sí es literariamente quijotesca: alguien apela al autor de las
partes anteriores, y el autor responde en su obra nueva.
Admite el autor en una nota que no era fácil –especialmente
para el editor- que Viene la noche rompiera
tanto el relato, aunque esto no sucede con el tono. Se ambienta en el Madrid
del cambio del año 2006 a 2007, con la sombra de los atentados del 11M por
detrás y el terrorismo
de ETA, y su protagonista es Benjamín Tobes, un jubilado del barrio de
Tetuán, con un papel importante también de su hijo Jaime, escaparatista, y su
nuera Sara, enfermera en una maternidad. La vida durante unos meses de esta
familia lleva consigo también costumbrismo algo desfasado (sobre todo por el
carácter tan atractivo como fuera de su tiempo de Benjamín) y retrato no tanto
de una ciudad como de un barrio. La capacidad humorística de Esquivias está
presente con su uso inteligente de la réplica, aunque de nuevo existe una
corriente dramática y amarga.
Atentado de la T4 de Barajas (vía)
En teoría, Viene la
noche corresponde al Infierno, pero las alusiones son, en principio, menos
presentes que en las novelas anteriores. En cierto modo, este infierno moderno
puede ser una alusión al terrorismo (pero es dudoso) o a la sangrante memoria
histórica española (porque tal vez sólo podamos explicarnos la Guerra Civil con
una fantasía como la de Dante), pero no existen subrayados (ni siquiera entre
paréntesis). En el libro debiera haber un Virgilio que guíe al autor, y ese
sólo podría ser Benjamín, pero este sufre un gran desconcierto personal ante el
desmoronamiento inesperado de su familia, un estado en cuya descripción
Esquivias alcanza una cota emotiva significativa. Benjamín es un castellano recio,
de hablar preciso y juicio conciso, a veces severo y a veces divertido, casi
siempre irónico, que cualquier hijo de castellanoleonés reconocemos con
facilidad. Su dolor, su pasmo, ante la noticia que su hijo le da, me permite
identificar un rasgo nuevo de los ancianos, entendiendo por tales aquellos que
consideran firmes los asientos de su vida, ante el desconcierto de la
modernidad. Interpreto también una lectura sobre el coming out de lo más sugerente, que en mi opinión –o en mi lectura-
completa el círculo del destino del pobre Ricardo Gorostiza de manera muy
sutil.
Óscar Esquivias (vía)