
He aprendido mucho con
Lucro sucio, un estupendo libro sobre economía, planteado con un punto de vista pedagógico en busca de una estimulante lucha contra los tópicos económicos asociados a las llamadas políticas de derechas o de izquierdas. Para ese
aprender posiblemente sea necesario como en mi caso ser un tanto lego en la materia, aunque el libro baja al mundo terrenal y pone ejemplos que cualquiera puede entender porque todo el mundo, obviamente, es parte diaria de esa cosa conocida como Economía.
Lucro sucio quiere desmontar las falacias económicas interesadas que tanto la derecha como la izquierda política han construido alrededor del capitalismo. Dedica 6 capítulos a ‘descubrir, desacreditar y superar las falsas creencias y deducciones falaces de los apóstoles del libre mercado’ y otros 6 a ‘someter con compasión pero incansablemente el duro test de la plausibilidad económica al pensamiento simplista y el ingenuo moralismo de los amigos de la humanidad’. La tesis de Heath parte de los escasos conocimientos que los comunes tenemos de economía, si bien llega a comprender esto ante las confusas recetas que muchos economistas proponen, tantas veces basadas en las ideologías.
Mucha materia tras la fachada de la economía (vía)
Hay capítulos excelentemente desarrollados y muy clarificadores en este libro, como el dedicado a la ‘responsabilidad personal y el riesgo moral’ (¿por qué conducen más rápido quienes tienen un seguro más caro?), o el dedicado a la igualdad salarial (el hecho de que la mayoría de mujeres quiera trabajar en unos sectores concretos fuerza los salarios a la baja, y si se suben los salarios en esos sectores se lanzará el mensaje equivocado de que merece la pena seguir en ese mismo sector). El sencillo modo en que describe cómo los incentivos económicos no siempre funcionan en la dirección que los mercados suponen, o como una sociedad rica y productiva se distingue por crear unos servicios extremadamente caros son dos ejemplos de claridad. A la vista del libro, Heath es un hombre que se sitúa en un virtuoso punto medio que describe mentiras económicas y pone ejemplos de sus aplicaciones desastrosas, y que, aunque vivió y creció pensando en el capitalismo como un sistema injusto y corrupto, ahora piensa que quitárselo de encima podría serlo mucho más. Una conclusión apuntada al final del libro es la inevitabilidad determinista del sistema económico actual, que, incapaz de ser controlado totalmente pero que dejado libre sería un desastre aprovechado por oportunistas, se asemeja en su necesidad, capacidad de supervivencia e inserción social y moral, a Internet (según ejemplo creo que afortunado dado por el propio Heath). El sistema encaja mejor que otros con la condición y psicología humanas, aunque necesite regulación ante lo imprevisible de ésta en su pertinazmente desgraciada búsqueda de su propio bien, sin olvidar la complejidad técnica profunda de una actividad con diferentes formas de organización, con 200 países que legislan con efecto económico de manera diferente en un mundo de economía globalizada, y con la presencia del dinero y las divisas, que desvirtúan el sentido mercantil clásico de la oferta y la demanda y cuya escasez o falta de regulación está presente en todas las crisis cíclicas del sistema. Luego, por supuesto, quedan las explicaciones analíticas en detalle, aquellas en que entrará en conflicto con los economistas de una u otra ideología según los casos: la distribución de riqueza o la subvención generalizada rara vez funcionan como un mecanismo real de garantía de igualdad, pero la eliminación de servicios públicos básicos casi nunca ha supuesto una mayor eficacia de los mismos, pasando por la obviedad de que sólo aumentan los salarios si la unidad económica total (el país) es realmente productiva.
Debo reconocer que aunque me ha gustado, el hecho de que este capitalismo, con ese nombre y bajo un esquema que los neoliberales gustan de hacer suyo con orgullo, sea ineludible, me parece algo discutible precisamente por su concepto. Dice Heath en su capítulo titulado Compartir la riqueza. Por qué el capitalismo produce tan pocos capitalistas que ‘el problema es que el capital se gasta demasiado fácilmente’. Y yo me pregunto, ¿acaso esta psicología del gasto inevitable no es consecuencia del sistema? ¿Es una psicología individual, o generada por el sistema del capital? Que este sea dominante puede posiblemente excluir que la educación sea la solución a la pobreza, porque no puedes educar en otra cosa que se salga del modelo capitalista. Eso sí, Heath presenta un capitalismo que admite intervencionismo y flexibilidad amplios, de modo que su reinvención es casi constante gracias a una lucha de fuerzas perpetua, que no es sólo la de los mercados, sino que incluye al estado y sus mecanismos. La respuesta es, entonces, cómo conseguir que el capital no se gaste tan rápido, al menos para asegurar una distribución de riqueza. Es decir, cómo conseguir que el capital no se comporte como lo que es…
Ahora me preguntaría si realmente he aprendido algo, y si el profesor Heath sería indulgente en su examen. No lo sé, tal vez mi lectura se haya escorado hacia un lado. Bueno, intente cada uno la suya, claro.
