En 2016, una estupenda retrospectiva
de El Bosco llegó al Museo del Prado. Rara vez me mueven ya las
exposiciones como para viajar, pero dado que 2016 fue un año muy madrileño en
mis devenires, aproveché para visitarla, aunque me sea profundamente molesto
tener que comprar entradas anticipadas y andar por los museos como por los
aeropuertos. La exposición cumplió las expectativas, y decidí comprar este
libro, Visiones y pesadillas, que
aparentemente estudiaba e interpretaba la obra de El Bosco a la luz de su vida
y época.
FOTO El Bosco, según Cornelius Cort, en un grabado de varias
décadas después de su muerte (vía)
Lo más interesante del libro de Nils Büttner, un
profesor de la Universidad de Stuttgart, es a mi modo de entender cómo se pone
en la piel y mentalidad de los contemporáneos del Bosco a la hora de apreciar
su obra, entendiendo por apreciar
tanto la parte moral que conllevaba su representación de los sucesos bíblicos o
de metáforas religiosas, como el entretenimiento que le convirtió en artista
tan masivo gracias sin duda a sus desnudos metafóricos y sus sorprendentes representaciones
simbólicas del pecado y sus consecuencias. Büttner escribe además desde una
saludable humildad que reconoce que hoy es imposible conocer todas las
referencias del momento y lugar que se usaban también para entender el conjunto
de una visión cósmica (y cosmogónica) que hemos heredado pero también racionalizado
críticamente. Las que sí reconoce y explica Büttner son normalmente algunas
referencias sociales, conocidas por documentación en general escasa de la
época, y, obviamente, las religiosas, basadas en la propia vida y contactos de
Hieronymus van Aken, y en las tradiciones e interpretaciones. El Bosco ayudó
sin duda a aumentar el corpus de estas interpretaciones, añadiendo elementos
imaginativos que no sabemos descifrar y que impiden disponer de una receta
mágica para seguirle. Algo que puede especularse que sucederá también dentro de
quinientos años con nuestros artistas más convulsos de hoy, aunque tal vez el
exceso de información e interpretación de la era actual lo compense.
El jardín de las delicias
Desde hoy, sorprende que El Bosco no fuera censurado en
vida, Büttner supone que gracias a su prestigio social y personal, que permitía
que las enseñanzas morales de su pintura, donde monstruosos sacrificios
esperaban a los hombres impuros, superaran las posibles reticencias por una
indudable sensualidad, que alcanzaba también a un horror que hoy parece adelantado
a su tiempo. Igual sorprende menos su éxito, sin duda fue inteligente a la hora
de captar interés con un estilo que le proporcionó trabajo y prestigio, que se
acumularon al dinero que ya poseía gracias a sus propias rentas personales. Tal
vez esto, que llega a convertirle en un género pictórico propio, haya sin embargo
tenido una mala consecuencia: la cantidad de plagios que han llegado a nuestra
época, la cantidad de imitadores que han conseguido que muchos cuadros sean
atribuidos falsamente al Bosco, y las dudas que hacen que algunos historiadores
del arte sólo atribuyan realmente 6 cuadros actuales al pintor original. La
exposición del Prado quedaría así francamente reducida.
El jardín de las delicias
Un elemento novedoso y peculiar del libro es su tipo de
edición. En general, estos volúmenes dedicados a grandes figuras de la pintura
suelen ser libros grandes, donde reproducciones de gran tamaño permiten
apreciar más los detalles de las obras del autor estudiado. Es posible que la
editorial (Reaktion en Londres, Alianza en España) haya pensado en este caso
que dado el detallismo de la obra del Bosco, encerrado en obras de gran formato,
esta empresa puede darse por fracasada desde un inicio, y opta por un formato
manejable, de libro normal de lectura, obviamente ilustrado, que permite seguir
mucho mejor la exposición de ideas, y cuyas reproducciones son reducidas pero fácilmente
seguibles. La opción permite viajar con el libro, y consultarlo con inesperada
comodidad, al no necesitar una mesa donde depositarlo, o unos brazos imponentes,
como los que no gastaban los personajes del Bosco, para sostenerlo.
Nils Büttner, según su cuenta de Twitter @NilsBuettner