Owen Jones es un columnista y activista político inglés que
se ha hecho tremendamente popular en España. Al libro que toca hoy comentar, Chavs. La demonización de la clase obrera
(publicado en 2010, con apenas 26 años), se unen sus actos de campaña en favor
de Podemos (de cuyo apoyo exterior es un importante baluarte), o, para quien
haya seguido los análisis del atentado
de Orlando (12 de junio, hace sólo cinco semanas), su indignada
respuesta a los sesgados análisis del mismo.
Chavs (aquí una
descripción de lo que
significa chav según Wikipedia) es un estupendo bofetón a la visión que
sobre las clases bajas han impuesto ricos, clases medias, intelectuales, y
clases políticas, a través de los medios y de decisiones gubernamentales que
surgidas especialmente en el thatcherismo y refrendadas –menos vigorosamente,
pero aun así- por el nuevo laborismo, ayudaron a que una clase trabajadora
organizada y solidaria terminara en un conjunto actual degradado económica y
socialmente. Jones estudia las acciones que Thatcher empleó para minar el poder
sindical (al que se consideró a finales de los setenta el centro de los males
del país como un poder en la sombra), para convertir la sociedad industrial
inglesa en una de servicios, para pervertir la política de vivienda social y acumular
en ella a la sociedad con más problemas económicos y sociales, y para desplazar
la economía desde las industrias hacia las finanzas. La consecuencia fue la
progresiva imposición de la cultura de la meritocracia individual, y la
continua apelación a que los trabajadores se habían buscado su mala suerte
ahora que en Gran Bretaña todos eran
clases medias, con la connivencia mediática de periodistas, analistas
políticos, clases intelectuales, y series de televisión donde esta clase
trabajadora es ridiculizada desde hace décadas.
Vicky Pollard (vía).
Jones acusa a la serie Little Britain de extender tópicos injustos sobre las
madres solteras británicas a través de este personaje
El exhaustivo análisis de Jones, aunque lúcido y en
ocasiones desgarrador, acaba siendo algo repetitivo, en un libro algo falto de
estructura y al que le falta edición. Jones niega que se trate de una
exaltación nostálgica de las viejas clases trabajadoras que ya sabe que no
volverán como tales (y analiza bien para ello las nuevas características del
empleo de baja cualificación en el servicio, los supermercados o los call
center), pero apenas ofrece soluciones de futuro a partir del momento actual,
siendo quizás la propuesta de empresas públicas tipo cooperativa la única de
calado que no consista en la (im)posibilidad de volver a tener la industria
pesada a Gran Bretaña, que pueda dar más sentido a la lucha sindical. A la vez
que aboga por regresar al espíritu comunitario laboralista, se aferra a la
imposibilidad de conseguir condiciones de vida de clase media real para la población heredera de la clase
trabajadora, lo cual resulta un tanto materialista en el sentido de la lucha de
clases (y es un punto que no comparto), pero para lo que, al parecer, encuentra
sentido en la desigualdad existente, de modo casi determinista, en la sociedad
británica.
El foco de Chavs es exclusivamente la situación de Gran Bretaña, y resulta difícil juzgar si
determinados edificios son completos o si ciertamente, la luz puesta en la
demonización es tan intensa –y la deja en tal evidencia- que apenas se fija en
otros elementos. Las críticas que Jones hace a series de televisión, películas,
grupos de música, o al diseño de la Premier League, apenas recogen
contratestimonios o contraejemplos, e incluso los de cineastas como Stephen
Frears o Ken Loach aparecen de manera anecdótica. Cierto es que el punto de
vista es político y no estético o artístico, y el reflejo de la denuncia en lo
político queda claro, pero, al menos en cine, yo sé que existen ejemplos a
discutir que no encajan con una animadversión de lo audiovisual hacia las clases
trabajadoras. ¿Puedo extrapolar esto a otros puntos? No lo sé, y es casi seguro
que no al campo político que Jones conoce bien. El libro fue obviamente
criticado por muchos analistas, y en el epílogo Jones aprovecha para responder.
Chavs se publica
en 2010, y, por tanto, determinadas consecuencias y responsabilidades de la
crisis económica de la última década tienen cabida en el texto. La crisis y sus
consecuencias para las clases bajas encuentran lógico acomodo en el discurso de
Jones, que casi puede presentarla como un resultado lógico de la dialéctica
perversa de la lucha de clases impuesta por las clases altas desde el
thatcherismo. Así sucede con los disturbios de Londres en el verano de 2011
(comentados en el epílogo), o, un lustro más tarde, incluso con el Brexit (ante
el que el propio Jones no supo ver el tipo de fuerzas que su euroescepticismo,
como el del ala izquierdista del laborismo, ayudaba a consolidar). Ventajas del
método dialéctico, supongo.
Owen Jones (vía)