25 de febrero de 2024

Teresa apócrifa e inmortal

 


Últimas tardes con Teresa de Jesús, antes editada como Introducción a Teresa de Jesús, y antes incluso como Malas Palabras, es una novela de Cristina Morales, que dedica esta edición a Juan Marsé, ya que como explica en un vívido prólogo, el insigne autor de Rabos de lagartija murió mientras se preparaba dicha nueva edición. Leído el libro, y empezado como tengo Lectura fácil, la conexión entre Marsé y Morales es visible: el mundo charnego, la Barcelona proletaria y alejada del boato empresarial y político, los márgenes de la sociedad buscándose la vida, y, sobre todo, una ironía desmedida, continuada, divertidísima. El homenaje del título de Morales frente a la historia que Marsé urdió entre el impostado Pijoaparte y la burguesa Teresa ya define toda la obra e intención.


“Pijoaparte inmortal”. En el prólogo, Cristina Morales reivindica ser la autora de esta pintada en el Carmelo, junto a otras más. Foto de Twitter, de la cuenta de @jordinasb85

Pero no hay Barcelona en Última tardes con Teresa de Jesús, cuya protagonista es Teresa de Cepeda, Teresa de Ávila, mística y escritora, patrona de los escritores españoles, fundadora de las carmelitas descalzas, santa y doctora de la Iglesia, y, como reformadora hacia valores de pobreza y clausura, investigada por la Inquisición. Para poder defenderse ante sus enemigos, el confesor de Teresa le recomienda (exige) escribir un relato de su vida y obras. Estamos en 1562 y Teresa está visitando a una noble recién viuda de la que espera obtener fondos económicos para sus reformas, y allí escribe su autobiografía, que complació a sus detractores, y hoy es un manuscrito celosamente guardado en El Escorial. Este libro de Cristina Morales es una versión apócrifa de ese libro; es Teresa escribiendo su vida, su familia y formación, su obra y sentimiento como un texto para sí misma. El texto que lógicamente la habría condenado a ojos de los hombres que primero lo leerían y luego la juzgarían.


Portada de la edición del libro con el título anterior

La última vez que leí un libro de estas características, una digamos reencarnación de una prominente voz del cristianismo, fue Sed, de Amelie Nothomb, que está muy poco conseguida. La peor ejecución del presentismo, la incomprensión de la época, la incapacidad para usar su lenguaje, y, en este caso y dados el personaje y la situación -la Pasión de Cristo-, el halo trágico al que se incorpora la visión arrogante del momento futuro, malograban tremendamente la apuesta de Nothomb. Sin embargo, nada de todo esto sucede en Últimas tardes con Teresa de Jesús. La autobiografía apócrifa de Cristina Morales lógicamente tiene un punto de vista actual, obviamente, pero se centra especialmente en la construcción del texto, su ritmo interno, y la intimidad física que le permite a la santa escribiendo sólo para sus propios ojos. La sintaxis y el lenguaje son deudores, no completamente por supuesto, del de Teresa, y sus cuitas y maneras mentales no aparentan especial distorsión de los propios escritos de la santa, incluida su moral pragmática, el sentido del humor y la ternura en el trato. El conjunto fluye de modo espectacular, y la recuperación reivindicativa e incluso el matiz de impersonación que supone el uso de la primera persona, son muy estimulantes.

El libro encierra lecturas de interés para nuestro tiempo, pero no se subrayan y tampoco merece la pena que sean enumeradas aquí discursivamente. Lo que es reseñable es que por debajo del aparente entretenimiento, que parece ser la opción escogida de recuperar a Teresa, se oculta un trabajo ingente de lectura e interpretación de sus textos, exprimidos con maestría para construir una Teresa que se antoja especialmente verdadera en el doble artificio literario que construye la autora.


18 de febrero de 2024

Mujer moderna, 1927



La mujer moderna y sus derechos es un libro publicado por la periodista y masona Carmen de Burgos en 1927. Se trata de un libro que aparentemente compila una buena cantidad de su obra anterior, aparecida en otros formatos, a los que la autora dotó de homogeneidad y un hilo conductor, y que editó con mimo. En las reseñas autora y libros son saludados como un precursor adelantado a su tiempo de El segundo sexo y Simone de Beauvoir. El libro tiene un aspecto decididamente compilatorio, tanto en la recogida de elementos que afectan a la mujer y al feminismo como en la bibliografía o literatura que la autora menciona en el texto, y que la cuidada edición de Mercedes Gómez-Blesa describe en continuas notas al pie, no muy extensas, muy efectivas e instructivas. El esfuerzo analítico de la situación histórica y de su tiempo de los derechos de la mujer abarca no pocos aspectos: el origen del feminismo y el estudio de las diferencias entre hombre y mujer, el derecho a la cultura, al trabajo, los derechos militares y políticos, y la situación de la mujer respecto al matrimonio y la familia.

En algunos de ellos es francamente sorprendente la actualidad de argumentos e ideas de Carmen de Burgos. Uno de los mejores ejemplos es la prostitución, donde se describe el debate entre abolicionismo, reglamentación y alegalidad con las mismas ventajas y desventajas de hoy, si bien con condicionantes morales de diferente matiz debidos a las épocas, con el foco en la desaparición de la barraganería como causa del aumento de la prostitución -hoy un factor olvidado que probablemente no apreciaríamos como positivo-, y una sorpresa: como toda feminista de su tiempo y anteriores, pero probablemente como todo y toda humanista de aquellos años, la confianza es total en la educación para resolver el problema. Hoy sabemos que, siendo un factor imprescindible en su resolución, parece no ser el componente único de la receta. En lo que sí es coincidente el análisis de ambas épocas es en la necesidad de acabar con la trata. Y no lejos de este tema se encuentra la alusión probablemente pionera (si bien no es un tema en que profundice) a la violencia de género y a la incomprensión del Poder Judicial masculino hacia la mujer en los juicios de asesinatos pasionales.

Escribiendo en 1927 es lógico que determinadas categorías actuales de la lucha feminista estén superadas. Hoy escribimos y pensamos tras varias revoluciones feministas posteriores, y nos resulta difícil aceptar que sean las disputas por amor las desencadenantes de las discriminaciones, que llamemos pasionales a los crímenes de hombres contra mujeres, o que éstas necesariamente tengan una querencia natural a dedicarse a la casa y sus tareas. A Carmen de Burgos le falta naturalmente la filosofía existencialista y estructuralista que permitiría subrayar las relaciones de poder subyacentes a estos conceptos. Pero no es que se aleje excesivamente; en parte, su apelación al marxismo en las largas páginas dedicadas al derecho al trabajo de las mujeres lo demuestran. Pero, en general, el libro por momentos opta más por la recopilación de situaciones y pensamientos que afecta a la mujer en su tiempo, más que a una conceptualización filosófica profunda y propia (la referencia acrítica a Henry Ford muestra esto, aunque es un tópico aún de nuestros días).

A Carmen de Burgos le interesa mucho la recogida de leyes, situaciones y consideraciones negativas de la mujer a ser rebatidas en su concepción discriminatoria por ejemplos históricos (algo más laxos en su demostración) y de su tiempo (donde el soporte documental es amplio). Los derechos del trabajo y familiares son en este sentido estudiados de manera exhaustiva, e incluyen incluso páginas de escritores masculinos que apoyaban o no alguna de sus causas (dos de sus mayores intereses de lucha, el divorcio y el voto femenino, son ejemplos de esto). Son elementos que lastran el estilo literario acercando el texto a lo enciclopédico, pero que dan idea de que de Burgos tenía una causa principal antes que la literatura. En ocasiones el tono tiene cierta neutralidad algo exasperante (los derechos religiosos), y en otros su método de demostración de capacidad femenina entra en terrenos conflictivos cuando no contradictorios (los derechos bélicos). A veces los hallazgos luminosos son sorprendentes y al no profundizarse parecen encuentros felices que probablemente le generaban dudas. Un ejemplo estupendo es la reivindicación de la belleza nueva de las mujeres deportistas, combatiendo así el argumento de que el deporte estropea a las mujeres, o, por su lado, el anuncio de manera pionera de una emancipación empoderadora del canon de belleza en un capítulo dedicado a la moda que es probablemente de los más inesperados y significativos de la visión amplia de la autora.

La comparación con Beauvoir se antoja algo excesiva pero sin duda La mujer moderna y sus derechos merecería mejor lugar en la literatura feminista universal. Probablemente su papel como activista haya sido minimizado por su país de origen y la propia historia inminente del mismo. Carmen de Burgos vivió para ver implantado el sufragio femenino universal durante la Segunda República Española, aunque no el divorcio, ya que murió en 1932.


Carmen de Burgos, según foto en Wikipedia

11 de febrero de 2024

El encuentro



Anne Enright es una novelista irlandesa que ganó el (ahora llamado) Premio Booker en 2007 con esta novela, el encuentro, que narra las gestiones y desvelos de Veronica Hegarty por recuperar los restos de su hermano Liam, muerto en Inglaterra, para velarlo y enterrarlo. Veronica, encerrada en una crisis personal profunda por una miríada de reproches hacia su madre y el desafecto en su propio matrimonio, se enfrenta a una familia de numerosísimos hermanos, cuyas relaciones particulares también son complejas.

A la par que se desarrolla en la novela este agitado presente de Verónica, ella misma parece recordar la juventud de su abuela materna, que en vez de su marido estuvo a punto de ser seducida por el mejor amigo de este. Pero amistad y amor se mantuvieron. A Verónica, fascinado en su infancia por la figura de su abuela, estos momentos les suponen una aparente fuga escapista.

Pero no lo son. En ellos se va gestando de manera elusiva el malestar de Veronica por su propia entrega personal a la causa de rendir homenaje a su hermano muerto, cuya carga hace recaer sobre sí misma y la familia. El pecado original es en realidad revelado en el primer párrafo y su misterio por tanto relativo, pero la memoria lectora es engañosa y durante la lectura no se vuelve a esa insinuación inicial. En esta reseña prefiero no revelarlo, aunque no se trate de un simple McGuffin.

El Booker Prize siempre me ha parecido una garantía de calidad importante y he leído varios libros de su listado relevante. Pero, en este caso, no me ha funcionado. Mi impresión es que una parte se debe a las dificultades de traducción, tanto de diálogos como del propio flujo de pensamiento de Veronica. Las interjecciones y expresiones cortas continuadas parecen carentes de vida y naturalidad, y eso puede ser resultado de dificultades de traducción de una novela sospecho que escrita con una musicalidad distinta a la de su traducción. Pero no es la única situación, porque entiendo que el libro peca mucho de una concepción aún bastante freudiana algo superada de las frustraciones familiares, que intenta rodear usando ironía poco efectiva, y que en realidad no es original como para premio, aunque pueda ser el mecanismo posible que Enright haya encontrado para sacar adelante el texto.


Anne Enright, foto en Wikipedia