15 de mayo de 2025

La satírica transición




La satírica transición es el título realista y a la vez metafórico que Gerardo Vilches dio a este repaso histórico de las, como dice el subtítulo, Revistas de humor político en España (1975-1982). Se publicó en 2021, y Vilches, que es historiador, aprovechó para ello los textos de su propia tesis doctoral. La transición definida por Vilches es la que va de la muerte de Franco a la victoria del PSOE por mayoría absoluta en octubre de 1982, y, el trabajo se centra en cuatro revistas principales: Hermano Lobo, Por favor, El Papus, y El jueves, que fue la más longeva y aún existe. El libro adopta un seguimiento cronológico basado en el propio devenir histórico, marcado por los diferentes capítulos acontecidos durante la transición: Arias Navarro, la entrada de Suárez en el poder, la legalización del PCE, la Constitución, la descomposición de la UCD, el 23F, etc. Las revistas satíricas serán reactivas a las circunstancias políticas y por ello su reflejo es necesariamente una mirada hacia el país.

VIÑETA Kim, El jueves, 1978

 ¿Qué tipo de mirada? Aunque con matices, es en general profundamente crítica e izquierdista. También se autoproclama democrática, incluso resulta esencialista en ese aspecto. La mirada histórica tiene estas cosas: Hoy coexisten dos mitos sobre la transición española; el primero, que fue modélica, un cambio profundo de metas claras admirablemente ejecutado. El segundo, que fue un tejemaneje orquestado por las oligarquías para engañar por enésima vez al pueblo español. Ambas se muestran como falsas al mirar al espejo deformado, pero que aun así devuelve una imagen del momento, de la sátira.

Chumy Chúmez, Hermano Lobo, 1975

 

El libro analiza el momento glorioso de estas publicaciones vivido en España fundamentalmente en la mitad de los años 70. Por qué proliferaron en un determinado boom y luego fueron cerrando. Los motivos por los que sobrevivieron solo El Papus y El jueves en un principio, y solo esta única al final, al saber evolucionar mejor que las demás del humor político que acabó probablemente por saturar al público en uno más costumbrista y con series de personajes carismáticos. También estudia las diferentes líneas editoriales, destacando también con relevancia la existencia de articulistas políticos, con un papel especialmente destacado para Manuel Vázquez Montalbán y su sección "Los eventos consuetudinarios que acontecen en la Rúa" en la revista Por favor. El Papus destaca por su mayor combatividad, y probablemente por ello también su mayor grado de expectativas decepcionadas. Su caso es también único por haber sufrido un atentado mortal, hoy un tanto olvidado, por parte de la extrema derecha, lo cual lógicamente convulsionó su plantilla y dirección. En todas ellas es muy significativa la ausencia de experiencias censoras, en un momento de libertad creativa probablemente muy singular pero no por ello completamente limpio de matices problemáticos, dada la práctica totalidad de dibujantes masculinos y la connivencia y uso del destape como herramienta comercial.


Ivá, El Papus, 1981

Para los crecidos en la transición el libro es un dechado de nostalgia, empezando por la nómina de dibujantes y personajes estudiados: Ivá, Martinmorales, Kim, Ja, el Perich, etc. En mi caso particular siento debilidad por el trabajo de Chumy Chúmez, que en este libro tiene una presencia casi anecdótica como dibujante de viñetas irónicas, inteligentes y encantadoramente desfasadas, publicadas en Hermano Lobo. Entre los personajes están, por supuesto, Martínez el facha, que finalmente duró décadas, y no tanto el esperable Makinavaja, que fue posterior y más perteneciente a la etapa post Transición.  He echado de menos que hubiera más viñetas, caricaturas e imágenes en el libro, que lógicamente se prestaría a una edición mucho más ilustrada. Supongo que existirán cuestiones de derechos o tal vez también que el número de páginas y el coste de edición se dispararían.

El valor histórico que tiene repasar las publicaciones de la época se muestra en dos detalles: la salvaguarda de la corona, inconcebible en autores que aprovecharon a fondo cualquier situación política para apretar las tuercas a todo personaje público que pudieron. Otra es precisamente esta exacerbación: la saña recibida por protagonistas del momento como Fraga, Carrillo o Suárez en las propias crisis de sus partidos, de una ferocidad que hoy no se quiere reconocer, sumidos como estamos en el espejo de nuestro propio convulso tiempo actual.

Así, La satírica transición cumple funciones de manera efectiva a varios niveles. Es un estudio de un medio y lenguaje de comunicación de masas de una idiosincrasia especial, es un determinado repaso histórico a una época, y apela también a cierta nostalgia de un momento emocional clave en la vida de varias generaciones. Funciona magníficamente, por si había alguna duda, en los tres aspectos.


Gerardo Vilches en la foto de su ficha en el CCCB


27 de abril de 2025

Jorge, el humano

 


Un lugar mejor es el primer libro que leo de Pedro Ugarte, y con seguridad no será el último. Es el último que ha escrito, eso sí. Sus doce relatos son independientes, pero a la par están estructurados en cuatro apartados (que llama 'estaciones', en su doble sentido), de tres relatos cada uno, además de poseer guiños internos de continuidad, entre los que se visibilizan principalmente el uso clave del título ('un lugar mejor') como expresión en el cuerpo del relato, y, de manera más evidente, el hecho de que el protagonista varón de casi cada historia comparta el mismo nombre, Jorge.

Con la lectura avanzada del libro, ambos guiños se tornan más relevantes de lo que pudiera parecer. Con frecuencia Jorge suele ser un personaje un tanto insatisfecho, desorientado en su mediana edad, que lleva una vida algo reposada, de cierto éxito medio, que en su asentamiento encierra deseos por cumplir. Y, bien él, bien otro personaje, siempre formula el anhelo de aspirar a un lugar mejor. Un lugar ideal donde llevar una vida más satisfactoria y rara vez, o no necesariamente, relacionada con lo material o lo aparentemente utilitarista.

Como narración, un cuento suele necesitar un conflicto accesible y desarrollado con rapidez. En estos relatos de Ugarte el conflicto es cotidiano, salido del costumbrismo de la posmodernidad, planteado y resuelto siempre muy certeramente, a veces con paradoja y a veces con ironía. Las tramas encuentran en la familia el lugar donde apretar la tuerca de las frustraciones actuales: queda sensación y poso de que el mundo de hoy y sus ofertas y posibilidades hacen implosionar una institución sin la que, por otro lado, tampoco es posible vivir.

Creo que Ugarte es receloso de los tiempos, pero no sé si es tema central de su obra, o tal vez algo relacionado con cumplir edades. Deberé leerle más. En varios relatos aparecen personajes con aspiraciones literarias, propias o bien sugeridas por otros. Hablar de ‘personas normales’ que escriben, que tienen otro oficio pero esa íntima vocación, es algo que nos llega a cualquiera que por el motivo, inspiración o gusto que sea, necesitamos juntar letras con exigente asiduidad. En ese sentido me gusta pensar que en el ánimo de Ugarte está proponer que el sitio (físico, moral) donde se puede verdaderamente escribir es siempre 'un lugar mejor'. Como si fuera, por supuesto, una habitación propia.



19 de abril de 2025

Bestias políticas



Para explicar qué es este cómic singular titulado Libro de las bestias, este volumen necesita dos prólogos. El primero de ellos es obra del propio dibujante y adaptador, Pep Brocal, y en él es el propio Ramón Llull quien además de explicar su vida y obra, ambas impresionantes, describe Libro de las bestias como ‘apólogo político en forma de fábula coral’, la séptima parte del Libro de las maravillas; pero ya nos avanza Llull, por lo tanto, que no estamos ante un tratado de zoología ni, sobre todo, un bestiario medieval al uso. Al contrario, Llull utilizará bestias antropomorfizadas para representar una corte política y sus límites y juegos de poder.

Por su lado, el segundo prólogo es un texto más académico, en el que un experto en Llull habla de la significación del libro en su época, y de lo peculiar de su contenido, pero también avanza y enmarca la opción estética escogida por Brocal: un cómic, esto es, un medio en el que nunca se había producido una adaptación del libro.



Antropoformizar animales no era nuevo ni siquiera en el siglo XIII en que vivió Ramón Llull; es más, casi es una forma narrativa que hunde sus raíces en la cultura grecolatina clásica. Llull emplea el recurso para la sátira política: el reino de los animales necesita coronar un rey, y lo esperable es que sea el león. Pero el buey toma la palabra, dice que debido a su fuerza nadie respetará al rey, sino que solo se le temerá, y que sin respeto no se puede gobernar. El buey postula que el reinado sea dirigido por el caballo, noble y gallardo animal que además no se come a nadie. Ante la inestabilidad que suponen los dos bandos que van a formarse casi inmediatamente aparece Renard, la zorra, que comienza a intrigar ante el futuro rey león y que convence con malas artes para que éste sea finalmente coronado. La confianza, menor al principio y desbordada más tarde, del león en Renard permitirá a ésta deshacerse de potenciales enemigos del rey y especialmente de todos aquellos que pudieran entorpecer su decidido servicio. Renard es hábil usando la psicología de cualquier animal para convencerle de que actúe como ella quiere, aunque tenga enemigos que adivinen su intención, como la serpiente o el elefante. Llull, entre otras cosas, fue teólogo y misionero, así que no es difícil adivinar que Libro de las bestias tiene un final moralista y un objetivo educador, casi utilitario, dirigido a los reyes o príncipes de su tiempo, a servicio de los cuales también estuvo: tened cuidado de los consejeros ambiciosos, no os dejéis lisonjear, escuchad todas las voces posibles antes de decidir.


El medio por el cual avanzan los personajes es el ejemplo. Siendo el libro en sí mismo una parábola de la política en que la naturaleza de los humanos que la ejercen se refleja en grupos políticos (carnívoros contra herbívoros, con todos sus matices sospechables), Renard y los demás animales usan con frecuencia los ejemplos metafóricos que suelen, irónicamente, protagonizar hombres, para subrayar sus acciones o pretender dar una lección moral a otros animales, especialmente al rey. Es una inversión brillante. También se antoja moderno que junto al reino de las bestias también existan humanos que trabajan (y claramente explotan a los animales que poseen o que les visitan) e incluso un rey de los hombres, corrupto, borracho y desaprensivo. Todas estas inversiones metafóricas del discurso oficial esperable muestran una notable capacidad provocadora y satírica, que además es muy divertida: Renard no tiene pasiones, salvo la ambición de poder, y no es fácil hacerle caer en debilidades mundanas.

La antropomorfización se moderniza en el dibujo de Brocal, que viste a los animales con trajes modernos y les hace hablar con un lenguaje que ya no es el medieval. Según dice el prólogo, Renard ha pasado de zorro a zorra, con lo que el animal más inteligente y sagaz del libro es femenino y altamente empoderado. Pero esto también es equívoco y arriesgado, pues el final esperable de Renard y su propio carácter vilipendiador también dan un mensaje.


Visualmente, el libro tiene un atractivo enorme. Es un formato grande, que juega al impacto del tamaño de las viñetas, y también de los fondos, en general azules y en tonos pastel según la gravedad de la situación. Resuelve bien los diferentes tamaños de los animales (dado que llega un momento en que no se piensa en ello) y los codifica sutilmente con determinados colores (y en un caso especial, con el sonido, que tiene influencia clave en la trama). El tono de sátira permite además licencias incluso menos realistas que el dibujo puede utilizar para el humor. La fidelidad literaria de la adaptación, que es necesariamente libre dado el medio visual empleado, puede quedar en entredicho, y mi mayor pregunta sería si la ironía casi posmoderna que se adivina en un texto precursor de Maquiavelo o Shakespeare estaba ahí ya. Pero también son dudas menores o insignificantes. ¿Qué más da, qué aporta esa crítica? El cómic de Pep Brocal partirá de una excusa cultural enorme, pero vuela maravillosamente por sí mismo.

(hablando de antropomorfización y animales parlantes, esta lectura y reseña coincidieron en el tiempo con la excelente exposición de ilustraciones de las fábulas de Samaniego realizadas y publicadas por Daniel Tamayo. Aquí queda el link de la exposición por si hay suerte y aún podéis visitarla, y aquí el vídeo en el canal de YouTube del Museo de Bellas Artes de Bilbao donde Daniel Tamayo hace un repaso de su obra).


Ramón Llull

 


10 de abril de 2025

Totalitarismo precisado

 


Se me fue de las manos la lectura de El origen del totalitarismo, de Hannah Arendt. Primero, por haberlo comprado en inglés (en un impulso en la librería Ler Devagar de Lisboa), que es el idioma en que está escrito el libro a pesar de que su autora era de origen alemán. La lectura ha sido no diré que compleja pero sí de cierta mayor atención, pues no tengo costumbre de leer lenguaje filosófico, político y moral en inglés. El segundo motivo fue que me dio por coger notas. Y lo que empezó así:



ha terminado así:


En fin, tremendo.

Sucede que es un libro apasionado y apasionante. Se divide en tres volúmenes (antisemitismo, imperialismo, totalitarismo) en los que Arendt explica las razones históricas y sociopolíticas que condujeron al ascenso de los dos principales regímenes totalitaristas del siglo XX. Cuando escribe y publica, en 1951 (la introducción y determinadas notas son de finales de los 60 en esta edición), el régimen bolchevique aún funcionaba bajo Stalin. El nazi había caído ya. El estudio de Arendt le dio un inmenso prestigio académico que en cierto modo allanó el camino que condujo a su tremendo encontronazo con la intelectualidad judía cuando se publicó Eichmann en Jerusalén quince años más tarde.

La tesis principal de El origen del totalitarismo es que nazismo y bolchevismo pudieron desarrollarse en un momento determinado de la historia europea debido a procesos históricos y sociopolíticos que fueron construyendo la posibilidad de su desarrollo, alejándose en cierto modo de la idea a veces subrayada de la disrupción inesperada de los totalitarismos en los años veinte del siglo pasado. Así, el antisemitismo moderno europeo, basado en un cambio determinado del estatus de los judíos en Europa durante el siglo XIX, relacionado con su posición como grandes financiadores de las diferentes naciones y gobiernos, que empieza a debilitarse pero que es subrayada de manera interesada como una especie de poder internacional en la sombra, o como comerciantes (especialmente en el Este europeo) que no fueron hábiles en el desarrollo de sus negocios en un mundo cambiante. El uso interesado de la propaganda antisemita, que presentó diferentes factores en las diferentes naciones (siendo el ejemplo más significativo Francia y el impacto del caso Dreyfuss, que en cierto modo condicionó las formas de su antisemitismo durante el nazismo), y los tímidos avances iniciales de partidos y opciones políticas racistas fueron avivando un magma ya preexistente en las culturas especialmente centroeuropeas.

Pero, frente a las visiones más habituales y conocidas que explican el nazismo fundamentalmente por el antisemitismo secular centroeuropeo, el capítulo que Arendt introduce sobre el imperialismo del final del siglo XIX, el que va del reparto colonial de África en 1884 a la Primera Guerra Mundial, se reviste de una especial importancia en cuanto a algunas causas prácticas y otras ideológicas. El crecimiento poblacional europeo dado por la Revolución Industrial y los avances técnicos obliga a las potencias europeas a expandirse por África y Asia. Ello lleva a su 'descubrimiento' de razas 'extrañas' y 'exóticas', a la definición de la 'carga del hombre blanco' como necesario civilizador de tierras lejanas, y a la asunción de una prevalencia racial de origen falsamente cientificista. A su vez, el peso que los financiadores judíos habían tenido en Europa se desvanece por el crecimiento del capital procedente de otras fuentes (ya se había iniciado con la Revolución Industrial, pero el imperialismo lo confirma), perdiéndose cierta capacidad protectora de los Estados hacia sus financiadores y capacidad negociadora de las élites judías. Y, finalmente, se introduce el concepto de expansión como futuro de los estados, que confirman así el fracaso cultural de la noción de las fronteras cerradas e identitarias. Una expansión continuada, imparable como dinámica, alimentada por los negocios de explotación; y si Inglaterra o Francia podían ejercerla fácilmente en ultramar, Alemania o Rusia lo fueron construyendo en el interior del continente. Nacen los movimientos pangermanista y paneslavista.

Y el concepto de ‘movimiento’ resulta esencial en el establecimiento de la nueva forma de gobierno, el totalitarismo, que Arendt define como significativamente diferente de las demás, que básicamente habían sido ya definidas por Platón y Aristóteles sin excesivos cambios en más de dos milenios. Los estados totalitaristas lo fueron a partir de movimientos de ese cariz que se desarrollaron en sus países y alcanzaron el poder (Hitler) o crecieron en el mismo (Stalin). ¿Características distintivas de esta nueva forma de gobierno? La conexión definitiva de pueblo y líder absoluto libre de toda sospecha. Un desprecio total por el Estado como institución. Las purgas continuas de los cuadros y fieles al régimen como establecimiento de terror. La administración ferozmente duplicada y asumidamente confusa para ser conocida o interpretada. Indiferencia completa por las consecuencias económicas para el país. La policía secreta a cargo de las fronteras y la diplomacia, encargándose de transmitir la ideología a otras naciones. Los campos de concentración y exterminio como ejemplo último de usurpación de la identidad moral y jurídica del individuo, además de permanente recuerdo a la población del ejercicio del terror. Todo ello basado en teorías pervertidas, tanto científicas (darwinismo) como filosóficas (la dialéctica hegeliana, el übermensch de Nietzsche), y la prevalencia última de las ideologías de raza y clase dentro de un movimiento imparable y comunicado mediante técnicas de propaganda.

Es imposible recoger en este resumen el torrente de matices que encierra el libro de Arendt, que, por ello, recogeré en otras entradas de este blog con una transcripción de las pequeñas cuartillas antes fotografiadas, pensadas más como objeto de recuerdo o estudio posterior más que de comentario actual. Actualidad, por otro lado, en la que es tentador caer para informar de por qué los hombres fuertes de hoy y los sistemas autoritarios del momento podrían estar cerca del paso al totalitarismo, dados los innegables parecidos y a pesar de las diferencias, según los postulados de la autora. Es hipnótica la potencia expresiva de Arendt, aunque su capacidad de análisis viene acompañada de una contundencia que con frecuencia aparenta imprudencia, dada la complejidad de los procesos involucrados. Así, me parece más brillante en su análisis histórico y político (con base en una bibliografía de decenas de páginas y escrito además en un momento aún en que la perspectiva no podía ser completa, algo que reconoce varias veces respecto a la falta de información sobre la Rusia del momento) que en determinadas caracterizaciones psicológicas de clases, masas, multitudes, razas o gobernantes, para las que tal vez el estudio abordado no sigue la mejor metodología (pienso, por ejemplo, en Svetlana Aleksiévich). Pero la capa de lúcido discernimiento esperado sobre el totalitarismo, su distinción respecto a las dictaduras o el autoritarismo, se antoja fundamental en el entendimiento que podemos tener del siglo XX y la sombra que proyecta sobre nosotros aquí y ahora.

Hannah Arendt (en su foto de Wikipedia)

 

 

24 de marzo de 2025

La Manuela en el fin del mundo

 


Dijo una vez mi amigo Ismael Alonso en un viejo chat que ya tiene 25 años (el chat, no Ismael) que El lugar sin límites, de José Donoso, le había parecido un “Un hombre llamado flor de otoño” meets Pedro Páramo”. Ismael tiene esta precisión inequívoca con la que podría terminar esta reseña aquí mismo si acaso compartiera esa habilidad contraria al desparrame.

Pero no.

También he leído veces y veces a Óscar Esquivias que era imperativo para cualquier lector dejar cualquier libro que estuviera leyendo, o cualquier colada que estuviera colgando, y ponerse a leer, inmediatamente, sin excusas, El lugar sin límites. Y a El lugar sin límites le corresponde también una sentida entrada en El canon de la literatura gay en español, de Augusto F. Prieto, dónde, en su revisión literaria de la obra, Prieto pone el acento en cómo darle identidad a la Manuela, este personaje que antes sería un travesti a tiempo completo y al que ahora sería innegable considerar como persona transgénero. Nótese la crueldad cometida en el señalamiento que suponen desde mi endocissexualidad el hacer definiciones gratuitas, inocuas para mí, sobre un personaje determinado que podría representar a otras personas. Pero, por otro lado, en parte de esto habla El lugar sin límites: de cómo la Manuela parece no tener derecho a la dignidad. ¿Qué es la Manuela importa acaso más que quién es? No, sin duda.

Veamos: en un pueblo perdido en el sur de Chile, abandonado de la civilización porque el prometido ferrocarril que un día debía conectarlo con el mundo nunca llegó, y sometido al yugo de un cacique rural al que acompañan tres perros asesinos, la Manuela rige un burdel con su hija la Japonesita, en uno de los escasos locales del pueblo que no son propiedad de don Alejo, el cacique. Y no lo son porque una vez, en el pasado, la madre de la Japonesita, una prostituta conocida como la Japonesa, consiguió que don Alejo se la regalara por conseguir que la Manuela, llegada al pueblo como bailarín pero con ese nombre, se acostara con ella. La Japonesa lo consigue, se reparte el botín con la Manuela, compartiendo el negocio, y de su unión única nació la Japonesita. En la actualidad, con la Japonesa Grande ya muerta, la Manuela y la Japonesita regentan un negocio en decadencia, acosadas moralmente por un don Alejo envejecido, y físicamente por un transportista pendenciero, Pancho, deudor por otro lado del propio don Alejo, que ronda a la Manuela tocando su sonoro claxon (ejem) conduciendo borracho de noche, con una sexualidad reprimida e inaceptada, que se traduce en persecución y violencia. Sin necesidad de contar cómo termina el asunto, bien puede adivinarse que la novela es más de canon que de tesis.

El planteamiento de personajes y situaciones ya es pura subversión: al mito típico del Oeste y sus pueblos de frontera que caminan al olvido, con su burdel y su señor feudal, le ha salido un personaje sexodivergente que atrae miradas y canaliza deseos, en una especie de maldición: ¿acaso no puede leerse que la degeneración de la Manuela es la causa de que el tren nunca llegara al pueblo?. El metafórico lugar allí donde no hay fronteras es definido como sin límite en el título. Allí donde no existe un límite geográfico tampoco lo hay legal ni lo hay sexual o moral, para la época. Toda esta sutileza de lecturas de derrumbamiento ante el 'otro' más extraño posible es el mar de fondo sobre el que se dibujan los personajes, un tanto arquetípicos, excepto la Manuela, al menos para la novela de frontera.

Donoso era un homosexual frustrado y reprimido que vivía entre la ocultación y el deseo de una vida mejor, pero amargado y encerrado. Como a veces sucede en estos perfiles, a sus personajes divergentes (pues la Manuela me parece performativa antes de haberse definido políticamente lo queer), les someten a importantes perrerías y desgracias, y es difícil saber si alberga algo de cariño o ternura por su figura (diría que no: con mucha soltura necesita Donoso que la Manuela y la Japonesita tengan sexo por mor de la trama), pero al menos sí parece merecerle respeto humanista, y, como decía, cierta dignidad a perder ante la irreprimible testosterona que rodea el gineceo del burdel, convertido también en una cárcel a la espera del bandolero inevitable.

Como en varios maestros del boom latinoamericano, a Donoso se le reconoce la diligencia en un estilo depurado. La habilidad en la combinación de épocas alternadas, primero en forma de capítulos del pasado cuyas expresiones y cuitas entran después en los pensamientos de los personajes actuales, y segundo permitiendo la lectura de los ecos del pasado como precursores de esos bocinazos de Pancho, ambos rodeando el destino inevitable, es algo de construcción inapelable, tremendamente disfrutable al lector atento, al que va incrementando la tensión peldaño a peldaño.

¿Y la Manuela? Decía antes que la Manuela no era un arquetipo del western, pero sí puede serlo más de la representatividad de la literatura hoy LGTBIQ+, donde su descripción no sería la de un antagonista del momento colectivo actual. Pero Donoso escribe en 1966, ni siquiera Stonewall ha acontecido aún, el activismo no se ha manifestado en sus roles sociopolíticos inmediatos, y Donoso escribe en cierto vacío, ocupándolo. Lezama Lima no le sirve: hay la misma distancia entre la alegría vital de ambos al vivir y escribir de homosexualidad como entre Cuba y Chile, o entre el desafuero extendido de Paradiso y la contención de diálogo y expresión de Donoso.

El lugar sin límites es una joya, claro, pero no bisutería de esta del tugurio de la casa de empeños del pueblo, que, como le faltan clientes y en estas tierras yermas ya no quedan ni pepitas que aportar, acabará por cerrar y ceder sus terrenos devaluados a don Alejo.



 

15 de marzo de 2025

Crece la hierba a pesar de todo

 


Hierba es un cómic surcoreano de la autora Kem Suk Gendry-Kim, que, publicado originalmente en 2017, ha ido cosechando premios allí por donde se editaba. Narra la vida de Lee Ok-Sun, anciana coreana que vive en China, donde ella fue mujer de consuelo de los soldados japoneses durante la Segunda Guerra Mundial tras haber sido secuestrada y trasladada. Así, Hierba cuenta uno de los episodios más crudos de aquella guerra pródiga en barbaridades, y lo hace mediante la biografía narrada. La señora Ok-Sun ha viajado a Corea, donde se aloja en una residencia refugio para las víctimas de la esclavitud sexual. Allí recibe las visitas de una joven autora interesada en su historia: Ok-Sun está en Corea porque participa en las reivindicaciones contra el gobierno de Japón y en busca de su reconocimiento de responsabilidad y de una petición de perdón incondicional.

Las opciones estilísticas que la autora escoge para su narración son algo obvias pero eficaces: una longitud relevante (480 páginas), un blanco y negro muy marcado y expresivo (casi exigido por la trama y la tradición), la elipsis metafórica (pues los momentos más crudos de la historia no son explícitos, con el ominoso pero muy bien resuelto primer episodio de violación como mejor ejemplo), la narración por episodios breves (que tal vez lastre algo la lectura en este caso por exceso), o la libertad en el uso de viñetas que con frecuencia se desbordan en dibujos a página completa o doble página, combinando escenas de interiores frente a exteriores, y especialmente de personajes en la naturaleza.

Es obvio que Hierba encierra una lectura de reivindicación feminista: autora, biografiada, personaje biógrafo femenino, hermana, amigas... dirigen claramente la narración y el punto de vista; el diseño de personaje de Ok-Sun, que es real según cuenta la autora en el epílogo, no es revanchista ni odia, ni su recuerdo demoniza a los hombres de su tiempo, lo cual es de una enorme superación moral, dado que tampoco impone esta visión. Ok-Sun mantiene incluso un encomiable humor y ganas de vivir. Sus esfuerzos se centran en un líder político, el primer ministro japonés Shinzo Abe, en una traslación a la responsabilidad pública que probablemente le ayude a luchar también en lo personal. Además, no se trata exclusivamente del drama de la prostitución esclavista en la guerra: la actual sociedad machista coreana también desprecia a las antiguas mujeres de consuelo y se deja llevar por prejuicios crueles.

El cómic se lee con congoja bien lograda, creando una admiración creciente (profunda al final) hacia su personaje. Recuerda inevitablemente a Maus, sin llegar a su perfección metafórica, pero compartiendo varias situaciones narrativas (incluido que tanto Art Spiegelman como Keum Suk Gendry-Kim se sienten culpables por aprovechar un conocimiento especialmente luctuoso para una obra artística). No hay motivo explícito para el título, por cierto. Así que en Hierba hay que buscarle la metáfora o el simbolismo en cuanto a que algo debe representar: la hierba que siempre crece, cuyo desarrollo se cercena segándola, que es pisoteada pero que crece libre donde menos se la espera... En el cómic hay mucho mundo vegetal externo signo a la vez de paisaje inhóspito y añorado o reparador. Pero todo es negro.


1 de marzo de 2025

Hijes de un cine menor


Lolo es otro bonito volumen de la colección * de la editorial niñosgratis, de un formato novedoso, pues se trata del guion de una película no rodada, titulada precisamente Lolo, y dedicada a la figura real de Lolo Ferrari, efímera actriz porno francesa víctima de sus transformaciones físicas. En concreto, a sus últimos días de vida. Sus escenas combinan fundamentalmente dos situaciones: una vida cotidiana con su manager y marido Eric (una relación ya malsana y rutinariamente aburrida) y varias entrevistas a diferentes personajes de la vida de Lolo, que hablan a cámara sobre ella y ayudan a entender su final. El libro se completa con un postfacio del autor explicando las motivaciones de Lolo, las suyas propias, y los intereses reflejados en el guion. Este autor es Miguel Agnes, maestro de ceremonias en el podcast EPSA y figura relevante de una contracultura bohemia madrileña actual. El guion se publica ahora, pero se escribe hace diez años, y cuenta hechos de hace veinte.

Es un logro estupendo la descripción de los personajes principales, Lolo y Eric, dentro del espacio de la decadente mansión con piscina, en el Mediterráneo francés, que describe el autor, que confiesa su inspiración en Sunset Boulevard para ello, con la fina ironía de la comparación subtextual entre las grandes figuras del cine mudo y el porno. El símil puede arrastrarse a más temas: la transformación física, las drogas, la nostalgia de un pasado tal vez no tan espléndido. También la inadaptación de la estrella a la cotidianidad, la rutina de la comida, la limpieza, el cuidado diario, que en Lolo carece del dinero y empleados que sí tenía Norma Desmond. En Lolo el carácter tiránico ejercido por una sociedad y una profesión hacia el moldeado de los cuerpos alcanza lecturas performativas asumidas por Lolo y Eric, criaturas posmodernas en las que establecer límites entre la elección voluntaria de una vida liberada de sesgos sociales y la tragedia psicológica de un capitalismo extractivo del cuerpo y sus atributos es complicado.

Personalmente, dentro del guion me quedo más estas rutinas cotidianas y ordinarias de gente vulgarmente extraordinaria, cuyo descenso a los infiernos lleno de rímel, esmalte, inyecciones y hormonas encierra todas las lecturas, que con las entrevistas a cámara, aunque probablemente estas sean la manera de que podamos anclar como potenciales espectadores a personajes ya olvidades, hijes de un cine menor.


Miguel Agnes con el editor de niñosgratis, Weldon Penderton (foto de RNE)