21 de mayo de 2018

Multiplícate por cero




Simon Singh es un físico especializado en divulgación científica por medios escritos y audiovisuales. Así, Los Simpson y las matemáticas revela los secretos matemáticos de la serie de animación, entre cuyos guionistas han abundado matemáticos y apasionados de esta ciencia. El resultado es un anecdotario de, normalmente, chistes simples introducidos en los diálogos o coletillas del guion, y, en ocasiones, estructuras de capítulos basados en teoremas –o también en obsesiones- matemáticos, ocultos en todos los casos en los muchos capítulos que la serie ha tenido.




El libro es en sí sencillo y fácilmente seguible, un tanto superficial en la aproximación (aunque igual es más justo decir que lo superficial es el sesgo matemático en los guiones simpsonianos), pero probablemente útil para un interés educativo informal de esta disciplina en general odiada por alumnos de escuelas e institutos. Más allá del anecdotario, que en sí parece un listado con ligero perfil de los guionistas implicados cuyo interés se esfuma pronto, el libro no da más alimento e incluso se ve obligado a ser rellenado con capítulos dedicados a Futurama, que en mi opinión deberían ser otra historia.
 
 



Imagino que el libro gustará al fan de Los Simpson, pero no sé si a los matemáticos les dirá mucho. Yo creo que la tendencia un poco más general a mostrar chiste, ironía y parodia científicas en la cultura popular es más bien reciente y que en general hemos pasado del estereotipo aburrido o del científico loco al racional, brillantemente divertido y tendente al aislamiento social, que pueden encarnar series como The Big Bang Theory ó The IT Crowd. Que también está cargado de tópicos, claro. El caso es que, desde el punto de vista del atractivo pedagógico es una pena que una formación más abstracta no resulte de interés directo, y, de hecho, encuentro cierta contradicción entre pensar que este acercamiento académico (si acaso el interés de Los Simpson fuera ese, que lo dudo, aunque no lo dudo tanto en el caso del libro) es útil y que se pueda proponer por matemáticos enseñados con métodos digamos tradicionales. Pero posiblemente en esta contradicción pueda tener valor el libro, que, en el fondo, me ha parecido un cotilleo banal sobre p o los números e ó i.

 
Simon Singh (vía)

2 de mayo de 2018

En el medio



Middlesex es la segunda novela de Jeffrey Eugenides, que fue un éxito enorme tras la primera, Las vírgenes suicidas, que ya comenté hace un tiempo, y que goza también de amplísima fama apoyada en su caso por la película de Sofia Coppola. Middlesex es una novela cercana al gran relato tipo Americana en su concepción de saga familiar, de aventura pionera, y de retrato de comunidad. La cercanía está presente en estructura y ambiciones, pero no es tanta cuando miramos los dos detalles centrales: la emigración griega a los EE.UU. y la intersexualidad. Dado que la novela tiene ya dieciséis años, y lo que en este tiempo ha cambiado la sociedad, es interesante intentar analizarla.

El protagonista de la novela, Cal, que al nacer fue llamado Calliope (musa de la poesía y de la elocuencia), se define desde la primera página y explica que su condición hermafrodita (un vocablo ahora desaconsejado) se debe a motivos genéticos por relaciones de consanguinidad entre sus antepasados. Cal, como narrador, debe entonces narrar la historia de su familia, a la que se desplaza completamente el relato. Desdemona y Elephterios, los abuelos de Cal, fueron griegos de Turquía que tras el incendio y evacuación de Esmirna en 1922 (como consecuencia de la guerra entre Grecia y Turquía) se instalaron en EE.UU. en casa de una prima de ambos. La historia muestra cómo, los abuelos de Cal, eran hermanos; la consanguinidad no acaba ahí, pues sus padres, criados endogámicamente en la comunidad griega asentada en Detroit, eran primos.

Incendio de Esmirna en 1922

Eugenides es un narrador estupendo: muy divertido en la narración de situaciones cotidianas, aprovecha de manera excelente las tradiciones en el marco de la historia (como esa abuela que adivina el sexo del feto según la forma de la barriga de la mujer embarazada), por no hablar de los acontecimientos históricos y sus ironías (desde la guerra greco turca a los disturbios de Detroit en 1967), y es hábilmente desmitificador sin estar exento de reflexión honda disfrazada en un ritmo ligero y atractivo. La reflexión de Cal respecto a su situación es siempre liviana, fresca y positiva. Cal es un personaje lógico, rebelde acorde con la edad, y fuerte. Eugenides, obviamente, le quiere y describe con ternura.

Mi problema con esta novela de más de 500 páginas es la comparación obvia, apenas explicitada una vez, entre la doble identidad (nacional, cultural, social) del inmigrante y la doble identidad del protagonista (de asignación de género, de órganos sexuales físicos). No son escenarios conceptualmente iguales, y en cierto modo eso afecta, en mi opinión, al resultado desigual de los conflictos. La fortaleza mental de Cal es formidable, pero no se puede basar en los mismos constructos sociales y familiares en que su abuela –un personaje extraordinario, todo sea dicho- sobrevivió al exilio, a la pobreza, y a la ley seca, y donde la ocultación del incesto sería el fenómeno más cercano a la armarización y ofuscación del adolescente intersexual. El paso del conflicto colectivo al individual parte de la opción para mí política que toma Eugenides respecto a que Cal sea un personaje positivo, que entronca bien con la capacidad demostrada del autor en su primera novela para retratar universos adolescentes, pero confunde la naturaleza y consecuencias del secreto, en favor de un tratamiento racionalista algo ventajoso que permita explicar que el carácter, algo tan subjetivo, lo es todo. También existe una cierta pérdida de anclaje del espectador cuando Eugenides decide apartar a Desdemona del primer plano de la historia para centrarse en Cal, dejando un hueco difícil de llenar ante un personaje tan formidable.

 
Jeffrey Eugenides (vía)