Este libro (Tres
maneras de entender el federalismo. Pi y Margall, Salmerón y Almirall. La
teoría de la federación en la España del siglo XIX) del profesor Jorge Cagiao y Conde es una
mirada precisa, exhaustiva y de capacidad académica sobre cómo entendieron el
federalismo sus principales mentores españoles en el siglo XIX, obviamente
concentrados en los años del Sexenio
democrático y en la I
República Española. El siglo XIX es un momento espléndido para las teorías
políticas, pues tuvo que lidiar con la construcción de nuevos modelos de
organización política. La Revolución Francesa terminó con el Antiguo Régimen
pero obviamente no impuso uno nuevo con claridad. Pasarían décadas de
revoluciones y guerras para que tal vez podamos considerar que su proceso
terminó. En 1945, o incluso en 1989. Ahora el paradigma, creo, ya es otro.
Retrato de Pi y Margall por Sánchez Pescador recogido en
Wikipedia
Bueno: el federalismo, no se cansa este libro de repetirlo,
es una teoría política para la organización de un conjunto de territorios
soberanos, basado principalmente y definitoriamente en que estos llegan a un
pacto entre ellos con el objetivo de, mediante una federación y una
organización de esa federación, puedan optimizar su capacidad, recursos y
fuerza. Organizarse así entre territorios soberanos puede dar lugar a problemas
competenciales, que afecten a la soberanía de cada estado singular y a la de la
propia Federación en sí, para lo cual es necesario ordenamiento jurídico claro
que solucione los conflictos de acuerdo al pacto de la federación (que puede
ser un tratado o una Constitución). Algunos estados soberanos, no obstante, se
han organizado posteriormente siguiendo una organización federal pero sin partir
de territorios soberanos anteriores.
Retrato de Nicolás Salmerón por Federico Madrazo recogido en la
Wikipedia
Cagiao y Conde tiene en su estudio un interés muy
específico: estudiar las diferentes propuestas federalistas de la España del
siglo XIX, y que incluso pudieron llegar a realizarse ya que varios de sus
protagonistas llegaron a gobernar el país. Este libro, que casi tiene tres
títulos federados, personaliza además
en tres personas su estudio: Francisco Pi y
Margall, Nicolás
Salmerón y Valentí
Almirall, aunque hay notables diferencias entre los estudios de cada uno de
ellos. Pi y Margall, que viene a ser el nombre que todos los legos reconocemos
como el padre del (breve, brevísimo) federalismo español, fue Presidente de la
República y escribió sobre el federalismo partiendo de posiciones originalmente
libertarias, casi anarquistas, hasta proponer en realidad un sistema de
descentralización de España, en un federalismo que Cagiao y Conde considera
enmarcable entre los federalismos blandos
pero al que además ve, en este caso, incongruencias. Blando por no admitir de
manera alguna soberanía en los territorios e imponerles un pacto federal
antinatura (por impuesto), e incoherente por perderse en los derechos de circunscripciones
pequeñas (ciudades, provincias) y confundir así la naturaleza de los
territorios federables. El capítulo es revelador por poner a Pi y Margall en su
contexto: no le niega carácter pionero ni supervivencia política propia, pero
lamenta que no mirara más a los federalismos ya existentes (Suiza, EE.UU.), que
en el siglo XIX ya interpretaban de origen el pacto entre soberanos. Pi y
Margall, abandonada por primera vez la monarquía en España, es el primero que
se enfrenta, o lo intenta, a la diversidad del país frente al argumento de que
su federalismo real es imposible al querer hacer federal una entidad, España,
que no tenía entidades originalmente soberanas.
Valentí Almirall
Salmerón sustituyó a Pi y Margall como Presidente de la
República, pero no fue un teórico directo de la federación; pertenecía al
krausismo, que triunfó como teoría filosófica en buena parte de las clases
intelectuales españolas, aunque no fuera un movimiento que perdurara en el
tiempo, ni Krause un filósofo especialmente reconocido hoy en día. Casi es más
interesante el capítulo dedicado a Salmerón por la explicación del krausismo y
sus ideas místico-liberales que por la figura de Salmerón, bastante ausente
como autor verdadero y que casi no merece por parte del autor ni un
acercamiento a la figura en sí. El krausismo también proponía un federalismo
centralizado, en una teoría que Cagiao y Conde ve más coherente y formada que
la de Pi y Margall, pero cuya aplicación adolece de la pureza, o esencia,
federal que Cagiao y Conde busca en su libro. En su caso, esto sucede también
debido al elitismo social del krausismo y su postulado de que el progreso debe
ser necesariamente traccionado por élites burguesas, que obviamente no
comprendían la realidad social del pueblo al que pretendían liderar, y, sobre
todo, no lo reconocían como sujeto político activo.
Karl Krause. El libro recoge una cita de Fernández de
la Mora, que afirmaba que el krausismo fue muy perjudicial para España, dado
que los krausistas combatieron fieramente el positivismo (Comte) y ahondaron
así en el atraso científico español, pero también el idealismo (Hegel),
imposibilitando una recepción adecuada del marxismo y empujando así las
ideologías de las clases proletarias a un anarquismo inútil
La búsqueda del autor tiene su fruto casi totalmente
satisfactorio en el estudio del tercer autor, Valentí Almirall, al que el autor
reconoce mayores peso teórico y capacidad de análisis. Almirall no fue
Presidente de la República, pero en cierto modo Cagiao y Conde hace implícito –en
un suave devenir temporal que acompaña al estudio teórico, aunque el autor no
pone el objeto de estudio en los hechos históricos que estaban sucediendo- que
sus ideas llegan después de las de Pi y Margall y el krausismo, en los
atropellados años finales del Sexenio, y que además se van asentando después,
cuando república y federalismo han resultado ya sistemas de aplicación decepcionante
(o imposible) en la compleja política española. Almirall estudia entonces los
federalismos estadounidense y suizo, considera necesariamente originaria la
soberanía de los estados a federar, y propone un pacto federal que implicara la
posibilidad de ruptura. Para la resolución de los inevitables conflictos
competenciales el sistema debe tener un sólido ordenamiento jurídico en el que
se intenten evitar las soluciones políticas, que en su siglo se traducían en
guerras (la de Secesión es el mejor ejemplo). Almirall también escribe de las
cesiones de soberanía que necesariamente deben hacer los estados a la Federación
para que ésta tenga sentido, y algunos son complejos: la deuda pública, la
acuñación de moneda, el ejército y la marina, el comercio internacional… En
cada uno de los territorios quedarían la hacienda, el código civil y la
justicia.
Cagiao y Conde escribe en mi opinión sus mejores páginas,
lúcidas y también entusiasmadas, con el estudio de Almirall y en sus conclusiones
generales. Me ha gustado especialmente cómo describe los federalismos suizo y
norteamericano en relación a los conceptos de libertad (la de los antiguos y la
de los modernos), y sus defectos de desarrollo respecto a la igualdad por el
particular exceso de democracia directa en Suiza, o el conflicto particularmente
gradual de parecidos culturales necesarios para conseguir una federación real,
o, tal vez mejor, útil. El autor no esconde su preferencia por el federalismo
puro de Almirall. También cree que las democracias occidentales deberían ser
suficientemente maduras para admitir soberanías territoriales completas una vez
que durante el siglo XIX y el siglo XX el desarrollo de los estados nación ya
ha cumplido su función de crear estados del bienestar con instituciones lo
bastante fuertes como para jugar en el mundo globalizado. Y esto lo dice porque
el camino de las federaciones suiza y estadounidense, a pesar de su inicio
puramente federal, ha sido en estos dos siglos reforzar las instituciones
federales y recortar paulatinamente las competencias de los estados federados,
utilizando como recurso en general las instituciones jurídicas federales, que
Cagiao y Conde censura (incluso a Almirall) porque crea derecho en favor de los
órganos centrales casi siempre. Esto tampoco debe extrañarnos: que un aparato o
institución tienda a estabilizar o perpetuar su poder es una ley de hierro que
supongo es casi imposible de romper si, en este caso, el federalismo no viene
acompañado de personas federalistas verdaderas. A eso dedica el autor también
un subcapítulo (con conflictos que en parte no comparto, como el que enfrenta a
igualdad con libertad, al menos en conciencia). Pero las competencias que el
mismo Almirall propone ya son lo suficientemente envenenadas para pensar que la
ruptura es factible con sencillez: ¿la deuda pública? ¿el comercio
internacional? Va a ser difícil…
Por supuesto, España y Cataluña revolotean inevitablemente
en todo el libro. Las de hoy, o, quizá siendo más precisos, las de 2014, fecha
del libro. El federalismo intentado de la I República y sus varias opciones
teóricas y no definidas es el objeto principal del libro, pero su sombra se
extiende en el tiempo. ¿Y es útil
para nuestro hoy? Sí, claro, si uno cree en una perspectiva federal para el
país (yo lo hago a través de mi militancia en @federalistak), en las
posibilidades de sus asimetrías, y en los logros obvios por un lado y
cercenados por otros, de las autonomías (¿son sus fallos resultado de un
federalismo incompleto, o un avance de que España es fallida e imposible ni
centralizada ni federada?). Pero no del todo útil, porque desde 2014 han
crecido en grado sumo opciones independentistas que rechazan la opción federal
por insuficiente, pero también de modo importante hábiles opciones fascistas
que hacen de la pervivencia democrática un matiz incluso en duda, lo cual es un
peligro para la libertad como valor inherente al federalismo. Éste tiene por
tanto nuevos enemigos hiperdesarrollados tanto a nivel nacional (y no es que en
2014 o antes tuviera una gran corriente afectuosa) e internacional, y la opción
de entrega de soberanía a territorios potencialmente parte de una nueva
federación es una ilusión en el momento actual.
Pero Cagiao y Conde tampoco explora este asunto. En parte
porque aún no había sucedido el terremoto de 2017, cuyas ondas aún llegan, y
que tan interesante sería en términos académicos a la luz de lo que un
federalismo podría ofrecer como solución verdadera, hoy negada. En cualquier
caso, Tres maneras de entender el
federalismo es un libro ágil y una introducción profunda en el tema,
escrito con gran soltura y hábil capacidad expositiva, muy disfrutable por ello.
Si el lector tiene interés en el federalismo o en la organización territorial,
o simplemente en la Historia política, lo va a devorar fácil y probablemente
encuentre una base académica de interés. Obviamente, interesados en general en
el apasionante siglo XIX español también tienen aquí muchas páginas de interés.
Jorge Cagiao y Conde (vía)