He leído este cómic, Juger Pétain (Juzgar a Pétain) por cortesía de un amigo que sabe de mi gusto por la representación de lo político y lo histórico. Se trata de la historia del juicio a Philippe Pétain, mariscal de Francia, realizado en el verano de 1945, por colaboracionismo con los nazis durante el llamado Régimen de Vichy, entre 1940 y 1944, durante la Segunda Guerra Mundial. Vichy se conforma con el armisticio firmado ante la invasión nazi entre Pétain y los alemanes, y el país se divide en dos: el norte y la costa atlántica son administrados directamente por las fuerzas invasoras, y el centro y sur, incluyendo la costa mediterránea y el puerto clave de Marsella, por este Régimen presidido por Pétain, que pretendió ser una especie de continuidad del gobierno francés anterior, que tuvo varios primeros ministros en cuatro años, y con un punto de inflexión relevante en su potencial justificación: cuando el ejército alemán completa la invasión en noviembre de 1942 también de esta parte de Francia, y elimina definitivamente cualquier atisbo de posible autonomía del Régimen.
El conflicto central de la figura y el juicio de Pétain es
si sus decisiones ayudaron (o lo contrario) a que Francia sufriera los menores
daños posibles ante la invasión alemana. Porque la negación de su
colaboracionismo es difícil, especialmente tras el mencionado punto de
inflexión: envío de trabajadores a Alemania, colaboración en la detención y
traslado de judíos franceses a los campos, lucha contra la Resistencia… El
dilema del mejor mecanismo para evitar el daño a la patria se acompaña del de
las motivaciones del muy viejo general para aceptar este cargo con 84 años, el
deshonor de entregar el país al enemigo al que derrotó en la Primera Guerra
Mundial, en la que ganó su prestigio, y seguir haciéndolo (obviando con cierta
megalomanía todos los indicios) mientras la figura del general De Gaulle iba
emergiendo en la Francia
libre, siendo sin duda una de las grandes figuras triunfadoras de la IIGM,
considerando además el posicionamiento que consiguió para su país al final de
la misma a pesar del armisticio firmado inicialmente.
Sirva toda esta introducción para entender el conflicto de
esta historia dibuja por Sébastien Vassant y escrita por él mismo y por
Philippe Saada. Saada es un director y guionista de documentales de TV que
precisamente dirigió una serie de este mismo título (Juger Pétain) en la
que parece estar inspirado el cómic. Pero, así como el cine judicial es un
subgénero en sí mismo (Testigo de cargo, Veredicto final, Doce
hombres sin piedad, Algunos hombres buenos… o, ya que estamos con el
tema, Vencedores
o vencidos), no estoy seguro de recordar historietas gráficas centradas
tan directamente en un juicio. Tras una presentación del entorno, con el calor
del verano y las noticias de paz en Europa y la guerra del Pacífico aún en
marcha, el cómic realiza un particular dramatis personae de los
protagonistas principales: el acusado, el juez, el fiscal, los abogados
defensores, y los periodistas que cubrirán el acto (Camus, tangencialmente,
entre ellos); el juicio se inicia con la única declaración realizada por Pétain
durante toda su celebración, y el paso posterior de presidentes, primeros
ministros, generales y altos funcionarios tanto de la III República como del
Régimen de Vichy, que los autores aprovechan para recrear varios momentos del
pasado a modo de flashback práctico. Para evitar la monotonía de la sala del
juicio y la continuidad de testigos
(menos impactante además para un lector no francés), los autores rompen la
narración con cierta frecuencia con algunas series paralelas, como las
reflexiones de Churchill sobre la situación en Francia según le van llegando
noticias de la misma -mientras toma un té en su despacho en Londres-, o los
extractos de un diario supuesto de Pétain (escrito con cierto infantilismo
probablemente innecesario). Algunos son particularmente brillantes, como el
sardónico folleto de la ciudad de Vichy como destino turístico, representado
como si se hubiera dejado olvidado entre las páginas del resto del cómic, en
una solución visualmente espléndida para una historia general en que una
sucesión de bustos habla delante de un fondo plano como estética general (además
de las metáforas de la representación en un libro tan cercano al ensayo
histórico como a la narrativa de hechos reales).
A pesar de estas digresiones, se trata de un cómic con un
alto peso del texto escrito, que penetra con intensidad en el detalle político
(que se hace comprensible) y resulta apasionante en un marco en que la política
libre no era posible y el discurso debía retorcerse ante la escasez de
argumentos aceptables, en la explicación de hechos que influyeron de manera
relevante en la guerra, y en el retrato de personajes tan conseguido en los
diferentes ambientes descritos de personajes histriónicos como Pierre Laval. Mientras,
Pétain escucha todo con su cara pétrea, especialmente la pregunta recurrente a
cada testigo sobre si al mariscal le disgustaba su labor o su colaboración,
sobre si le repugnaba ir a la reunión que mantuvo con Hitler, y sobre la falta
de visión sobre su posición de abuelo mesiánico de un pueblo destrozado.
Preguntas sin solución, en realidad: el enigma de su pensamiento íntimo no se
resuelve, y su condena (muerte conmutada por prisión perpetua, dada su edad) se
conoce en la narración de manera alejada de cualquier intento de clímax, con la
aceptación también de quien narra conociendo que los lectores conocen el final,
pero con cierta frustración por la imposibilidad de entrar psicológicamente en
el personaje juzgado y su visión de sus propios actos.
Juger Pétain es un serio intento de cómic histórico y
político realizado a partir de un juicio a quien personaliza uno de los dramas
de la Francia del último siglo: el colaboracionismo entusiasta con los nazis
reflejo de la parte fascista de su sociedad. Es una muestra también de cómic en
formato de ensayo, con peso significativo de crónica judicial, al que también
se le extrae valor divulgativo y pedagógico ante los hechos, sin faltarle
ironía ni opinión. Su especificidad francesa probablemente lo hará intraducible.
Una pena.
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