25 de octubre de 2022

Saturnalia

 




Los fantasmas de Goya no son una novedad en la producción cultural, como pintor fascinante, humanista, premonitorio y contradictorio que es. Sin profundizar mucho aparece enseguida la película de Milos Forman con ese título, o la de Carlos Saura dedicada a los días finales en Burdeos, pero a la vez que se ha publicado Goya. Saturnalia en 2022 se ha exhibido una película de Philippe Parreno (con fotografía de Darius Khondji) en el Museo del Prado con su propia variación estética sobre las pinturas negras.

Goya. Saturnalia, vaya desde un principio, es un trabajo impresionante, con guion, diseño y rotulación de Manuel Gutiérrez, e ilustración de Manuel Romero, sobre los años que Goya vivió en la Quinta del Sordo y dibujó en sus paredes las llamadas Pinturas Negras. Supera a todos los mencionados arriba como análisis lúcido de un momento de la vida de Goya, pero también de la Historia de España, y, sobre todo, como creación artística que usa el lenguaje del cómic en relación a la pintura de manera innovadora y con una altísima capacidad emocional y psicológica, a la vez que histórica y política. Hay análisis interesantes en las redes, como éste de Roberto Bartual desde la perspectiva de lenguaje que estudia en su propia obra, o los análisis de algunas páginas realizados por Pedro Paredes sobre esta capacidad del libro, que es un festín de evocación de pasado y futuro mediante el uso de insertos en la imagen de las viñetas, el uso panóptico de la página, los montajes paralelos de secuencias, la creación de relaciones entre viñetas, etc… Goya es un pintor moderno, y como tal se inserta en la tradición que abre el Renacimiento, con el uso del marco, la perspectiva, el naturalismo, la mirada autoral y los temas no religiosos (como recoge el trabajo de Victor I. Stoichita). Pero en la Quinta del Sordo (también en otras obras) desaparecen los marcos, porque Goya pinta frescos que se extienden por las paredes extensas de los dos pisos de la casa (frescos sin límite que incluso fueron cortados para su traslado al Prado) violentando esta dinámica moderna. En Goya. Saturnalia el equivalente al marco de la pintura en el cómic (la viñeta, a fin de cuentas) sufre otro tipo de ruptura, con su expansión desatada a otras viñetas en composiciones generales, con la coherencia del propio carácter furioso y desatado de Goya. El cómic además recoge la anticipación del expresionismo de Goya, que ya desdibuja la expresión natural del rostro humano, pero además lo convierte en varios personajes a partir de la misma expresión simplemente con el uso del contexto y el bocadillo.



El cómic se articula en cinco movimientos que empiezan con citas no casuales de Pizarnik, Jung, Blanca Varela, Alan Moore y William Blake. Goya vivió en la Quinta del Sordo de 1819 a 1824, cinco años en que pintó las Pinturas Negras que décadas después fueron desgajadas y hoy se conservan y exhiben en el Prado. Incluyen algunas de las obras más conocidas de Goya como Perro semihundido o Saturno devorando a sus hijos. El pintor llega a esa casa con permiso de Fernando VII, con quien estaba enfrentado -el cómic lo refleja en un doble monólogo entre el rey y su pintor, en el que éste teóricamente da forma a su retrato-, y su estancia casi coincide plenamente con el trienio liberal tras el golpe de Riego. Cuando Fernando VII recupera el absolutismo en 1823, Goya acaba exiliándose en Francia, donde morirá en 1828. Narrativamente, el libro es más o menos circular: el primer y el quinto movimientos son breves registros de la llegada y salida de la Quinta (lo que no significa que sean capítulos de paso, de hecho el primer movimiento ya anuncia el estilo, el descubrimiento del espacio, y la relación entre Goya y ese espacio); el segundo introduce la existencia de los demonios en el propio Goya, que, aunque se producían por noticias exteriores (la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis), anuncian que la rabia y el horror que llenaban su corazón tiene reflejo en las paredes que le miran, absorben  y hasta le subsumen.



Los capítulos centrales son el tercer y cuarto movimientos, donde los autores se desatan como el propio Goya, como la propia cita de Alan Moore (Soy una lluvia, no se me puede contener), y alcanzan niveles narrativos diría que no vistos antes. El tercer movimiento se desarrolla bajo la excusa de la visita del Dr. Arrieta; durante un paseo por las viñas observan el ejército absolutista acercándose a Madrid, y esto desata en Goya una reflexión múltiple sobre el arte (crear es el acto de la vida), la política española (retrayéndose a su retrato de Fernando VII de 1814), la familia (que también le visita y discute con él lo delicado de la situación) y el pueblo (que le acosa por afrancesado). Para moverse entre estos sucesos, los autores emplean los personajes de las Pinturas Negras -que observaban lógicamente estas escenas- como protagonistas de los mismos, en montajes paralelos de secuencias, o bien sustituyendo la cara de una pintura por la del familiar correspondiente o por el pueblo acusador, con un protagonismo relevante para su hija pequeña, cuya mirada de inocencia es el único contraste que sirve de anclaje a la cordura de Goya. Sus protagonistas anónimos se convierten a la vez en sus seres queridos y en quienes le quieren linchar. Si, como dice Goya, la creación es la vida, y hay que seguir pintando para seguir vivo, el reflejo de sus fantasmas alcanza una comunicación absoluta en este formato tan bien ejecutado. En el cuarto movimiento se produce ya una liberación esperable tras las estructuras que plantea al tercero. El relato pierde el diseño de viñetas usado hasta ahora (casi siempre 4x3, a veces 2x3, aunque también se unifiquen en ocasiones), y se conceden más libertad al usar referentes visuales con otros artistas, aunque puedan resultar anacrónicos en ocasiones. En otras no: Beethoven el sordo es casi obligado. Pero Picasso también, así como Lorca/Camarón, que le dan sentido al sueño que pronostica la obra de Goya, y Francis Bacon, como figurativista final de amorfos fantasmas interiores. Goya se va encerrando en dioses de diferentes mitologías hasta acabar siendo él mismo su único protagonista mitológico posible: Saturno.

La Quinta del Sordo y las obras de arte que contuvo serían un ejemplo ideal para la idea de Martin Heidegger sobre el arte como instalación que surge de la tierra, que crea un mundo que supone una verdad extraída de la misma, y que además es acogido por un pueblo para su devenir histórico. Las salas que las contienen ahora mismo en el Prado son de iluminación tenue y su aire recogido parece querer replicar una estancia de la propia Quinta. Es uno de los lugares más especiales del museo, en cuya librería pude ver este cómic, esta obra de Manuel Gutiérrez y Manuel Romero, de emoción artística profunda, y una reflexión de primer orden sobre el arte, sus bondades y sus peligros.


Manuel Gutiérrez y Manuel Romero, vía goaragon


 

 

 

 

 

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