Los fantasmas de Goya no son una novedad en la producción cultural, como pintor fascinante, humanista, premonitorio y contradictorio que es. Sin profundizar mucho aparece enseguida la película de Milos Forman con ese título, o la de Carlos Saura dedicada a los días finales en Burdeos, pero a la vez que se ha publicado Goya. Saturnalia en 2022 se ha exhibido una película de Philippe Parreno (con fotografía de Darius Khondji) en el Museo del Prado con su propia variación estética sobre las pinturas negras.
Goya. Saturnalia, vaya desde un principio, es un trabajo
impresionante, con guion, diseño y rotulación de Manuel Gutiérrez, e ilustración de Manuel Romero, sobre los años
que Goya vivió en la Quinta del Sordo y dibujó en sus paredes las llamadas
Pinturas Negras. Supera a todos los mencionados arriba como análisis lúcido de
un momento de la vida de Goya, pero también de la Historia de España, y, sobre
todo, como creación artística que usa el lenguaje del cómic en relación a la
pintura de manera innovadora y con una altísima capacidad emocional y
psicológica, a la vez que histórica y política. Hay análisis interesantes en
las redes, como éste
de Roberto Bartual desde la perspectiva
de lenguaje que estudia en su propia obra, o los análisis
de algunas páginas realizados por Pedro Paredes sobre esta capacidad del
libro, que es un festín de evocación de pasado y futuro mediante el uso de
insertos en la imagen de las viñetas, el uso panóptico de la página, los
montajes paralelos de secuencias, la creación de relaciones entre viñetas, etc…
Goya es un pintor moderno, y como tal se inserta en la tradición que abre el
Renacimiento, con el uso del marco, la perspectiva, el naturalismo, la mirada
autoral y los temas no religiosos (como recoge el
trabajo de Victor I. Stoichita). Pero en la Quinta del Sordo (también en
otras obras) desaparecen los marcos, porque Goya pinta frescos que se extienden
por las paredes extensas de los dos pisos de la casa (frescos sin límite que
incluso fueron cortados para su traslado al Prado) violentando esta dinámica moderna.
En Goya. Saturnalia el equivalente al marco de la pintura en el cómic (la
viñeta, a fin de cuentas) sufre otro tipo de ruptura, con su expansión desatada
a otras viñetas en composiciones generales, con la coherencia del propio carácter
furioso y desatado de Goya. El cómic además recoge la anticipación del
expresionismo de Goya, que ya desdibuja la expresión natural del rostro humano,
pero además lo convierte en varios personajes a partir de la misma expresión
simplemente con el uso del contexto y el bocadillo.
El cómic se articula en cinco movimientos que empiezan con
citas no casuales de Pizarnik, Jung, Blanca Varela, Alan Moore y William Blake.
Goya vivió en la Quinta del Sordo de 1819 a 1824, cinco años en que pintó las
Pinturas Negras que décadas después fueron desgajadas y hoy se conservan y
exhiben en el Prado. Incluyen algunas de las obras más conocidas de Goya como Perro
semihundido o Saturno devorando a sus hijos. El pintor llega a esa
casa con permiso de Fernando VII, con quien estaba enfrentado -el cómic lo
refleja en un doble monólogo entre el rey y su pintor, en el que éste
teóricamente da forma a su retrato-, y su estancia casi coincide plenamente con
el trienio liberal tras el golpe de Riego. Cuando Fernando VII recupera el
absolutismo en 1823, Goya acaba exiliándose en Francia, donde morirá en 1828.
Narrativamente, el libro es más o menos circular: el primer y el quinto
movimientos son breves registros de la llegada y salida de la Quinta (lo que no
significa que sean capítulos de paso, de hecho el primer movimiento ya anuncia
el estilo, el descubrimiento del espacio, y la relación entre Goya y ese
espacio); el segundo introduce la existencia de los demonios en el propio Goya,
que, aunque se producían por noticias exteriores (la llegada de los Cien Mil Hijos
de San Luis), anuncian que la rabia y el horror que llenaban su corazón
tiene reflejo en las paredes que le miran, absorben y hasta le subsumen.
Los capítulos centrales son el tercer y cuarto movimientos,
donde los autores se desatan como el propio Goya, como la propia cita de Alan
Moore (Soy una lluvia, no se me puede contener), y alcanzan niveles
narrativos diría que no vistos antes. El tercer movimiento se desarrolla bajo
la excusa de la visita del Dr. Arrieta; durante un paseo por las viñas observan
el ejército absolutista acercándose a Madrid, y esto desata en Goya una reflexión
múltiple sobre el arte (crear es el acto de la vida), la política española
(retrayéndose a su retrato de Fernando VII de 1814), la familia (que también le
visita y discute con él lo delicado de la situación) y el pueblo (que le acosa
por afrancesado). Para moverse entre estos sucesos, los autores emplean los
personajes de las Pinturas Negras -que observaban lógicamente estas escenas-
como protagonistas de los mismos, en montajes paralelos de secuencias, o bien
sustituyendo la cara de una pintura por la del familiar correspondiente o por
el pueblo acusador, con un protagonismo relevante para
La Quinta del Sordo y las obras de arte que contuvo serían un
ejemplo ideal para la idea de Martin Heidegger sobre el arte como
instalación que surge de la tierra, que crea un mundo que supone una verdad
extraída de la misma, y que además es acogido por un pueblo para su devenir
histórico. Las salas que las contienen ahora mismo en el Prado son de
iluminación tenue y su aire recogido parece querer replicar una estancia de la
propia Quinta. Es uno de los lugares más especiales del museo, en cuya librería
pude ver este cómic, esta obra de Manuel Gutiérrez y Manuel Romero, de emoción
artística profunda, y una reflexión de primer orden sobre el arte, sus bondades
y sus peligros.
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