Los piratas son uno de los iconos de la literatura de
aventuras. En este mismo blog no hace mucho reseñé un libro
de John Steinbeck sobre la vida de Henry Morgan, donde se hacía énfasis
sobre la búsqueda de aventura de un muchacho inglés que acaba de gran capitán
pirata, gobernador de Jamaica y… probablemente, aunque esto no lo cuenta
Steinbeck, sodomita perdido.
Errol Flynn, El Capitán Blood, sin tocados.
Sodomy and the Pirate
Tradition es un libro de historia imposible. O, formulándolo de otra manera,
es un libro que construye un pedazo de Prehistoria, en el sentido en que ésta
trata de los acontecimientos previos a la escritura, a la escritura en este
caso de algo de lo que no se podía escribir. El autor, el historiador B. R.
Burg, recompone e interpreta los indicios existentes, aparentemente más que
suficientes, para concluir no ya la tolerancia sino la predominancia de la
homosexualidad –el autor prefiere usar la palabra sodomía para ser más fiel al
tiempo que retrata- entre los piratas caribeños de la segunda mitad del siglo
XVII y primera mitad del siglo XVIII. Algo de lo que obviamente no se podía
hablar ni escribir. De hecho, nominalmente, se trataba de un delito.
Un delito que sin embargo no se tipificaba en la legislación
como el peor de los delitos sexuales y que no era tan castigado como lo sería
en las centurias venideras. Los registros indican muchísima menor frecuencia de
castigo de los delitos de sodomía, y un castigo mucho menos violento que en las
décadas siguientes. Los registros también indican una gran escasez de mujeres
en los barcos y colonias incipientes que los británicos fletaban hacia el
Caribe –en contraste con lo que pasaba con las colonias españolas enemigas-, y
la literatura de piratas ya de aquel tiempo (el clásico de Alexander Exquemelin)
exalta la aventura entre amigos, la alegría de embarcar sin excesiva pena al
dejar mujeres en puerto, o la costumbre de que cada capitán tuviera su cabin boy propio. Muchos testimonios
recogen pasiones que resultan inexplicables sin un lazo afectivo y sexual,
desde luego.
"Cabin
boy ou mousse 1799" por Rowlandson Thomas – (vía)
Burg es consciente de la imposibilidad
de hacer lo que llamamos canónicamente Historia con estos mimbres, y admite las
críticas al libro desde su nueva introducción (la edición original del libro es
de 1983 y el libro se reeditó 12 años más tarde con esta nueva introducción), y
siempre se muestra prudente ante la aplicación de técnicas de interpretación
histórica modernas, incluidas las psicológicas, para estudiar el comportamiento
sexual de los hombres de los barcos piratas. Pero su marco histórico es
indudable: la Inglaterra del siglo XVII tiene una alta sociedad más o menos
tolerante por defecto dada la actitud personal de Jacobo I o los vaivenes entre
puritanos y anglicanos; su baja sociedad está repleta de bandas de niños
asilvestrados, echados de sus casas a los doce o trece años por no poder ser
alimentados por sus padres, que vagaban por las ciudades no sólo robando
–preparándose así para una vida de bucanero- sino mostrando un comportamiento
de continuo indecente; existía una
literatura y dramaturgia frívola al
respecto… y el propio carácter bucanero que no admite precisamente leyes como
modo de vida pero sí un código personal de honor…
Tyrone Power, El Cisne Negro, con bandana. El pirata es el mismo personaje que el de Errol Flynn, el mismísimo Henry Morgan
La interpretación llega a partir de este instante: Burg
compara los indicios mencionados con el comportamiento de otras sociedades
masculinas sin acceso al sexo femenino de manera prolongada que sí han sido
estudiadas y registradas, con el principal ejemplo de los prisioneros de las
cárceles en el siglo XX, y establece conclusiones con ello. También entiende la
validez de lo no registrado para apoyar su tesis (los crímenes no castigados,
las detenciones no realizadas, los escándalos no publicados… todo lo que
refuerza la comparación con otros tiempos que enseguida llegarían y no serían
tan benévolos). La pregunta es qué debe hacer el lector. ¿Aceptar el mito de la
eterna amistad masculina en la aventura sin
mariconadas, o dudar de la formulación clásica de la Historia otorgada por
los poderes fácticos interesados, entre los que están en este caso ejército,
religión y monarquía? Si dudamos del relato creado en muchos ámbitos, ¿por qué
no éste?
Johnny Depp, el pirata que no desperdicia el botín: se lo lleva puesto
Más allá de esto (que no es poco), el texto de Burg es
excelente en la contextualización: su introducción sobre sociedades masculinas
es un sopapo continuo: marineros, piratas, soldados en trincheras, samuráis,
monjes, boy scouts… y su pequeña Historia de la Inglaterra del siglo XVII que
abarca desde los modos reales a la baja sociedad sin perder el punto de vista
de la influencia de lo sexual en lo político –y al revés- resulta una auténtica
maravilla de pieza. Es muy preciso en la acotación del tema bajo estudio y
dispone de una bibliografía detallada y explicada, y su formulación prudente
revela no ser un autor dogmático, aunque sí firme en su tesis. El libro recoge
también la vida general de la sociedad pirata y un retrato del Caribe de
aquellos años. Y, desde luego, ayuda a pensar y mirar más allá, o, si lo
prefieren, de manera insumisa.
El profesor Barry Richard Burg (vía)
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