14 de marzo de 2015

La Historia que no osa decir su nombre


Los piratas son uno de los iconos de la literatura de aventuras. En este mismo blog no hace mucho reseñé un libro de John Steinbeck sobre la vida de Henry Morgan, donde se hacía énfasis sobre la búsqueda de aventura de un muchacho inglés que acaba de gran capitán pirata, gobernador de Jamaica y… probablemente, aunque esto no lo cuenta Steinbeck, sodomita perdido.

Errol Flynn, El Capitán Blood, sin tocados.

Sodomy and the Pirate Tradition es un libro de historia imposible. O, formulándolo de otra manera, es un libro que construye un pedazo de Prehistoria, en el sentido en que ésta trata de los acontecimientos previos a la escritura, a la escritura en este caso de algo de lo que no se podía escribir. El autor, el historiador B. R. Burg, recompone e interpreta los indicios existentes, aparentemente más que suficientes, para concluir no ya la tolerancia sino la predominancia de la homosexualidad –el autor prefiere usar la palabra sodomía para ser más fiel al tiempo que retrata- entre los piratas caribeños de la segunda mitad del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII. Algo de lo que obviamente no se podía hablar ni escribir. De hecho, nominalmente, se trataba de un delito.

Un delito que sin embargo no se tipificaba en la legislación como el peor de los delitos sexuales y que no era tan castigado como lo sería en las centurias venideras. Los registros indican muchísima menor frecuencia de castigo de los delitos de sodomía, y un castigo mucho menos violento que en las décadas siguientes. Los registros también indican una gran escasez de mujeres en los barcos y colonias incipientes que los británicos fletaban hacia el Caribe –en contraste con lo que pasaba con las colonias españolas enemigas-, y la literatura de piratas ya de aquel tiempo (el clásico de Alexander Exquemelin) exalta la aventura entre amigos, la alegría de embarcar sin excesiva pena al dejar mujeres en puerto, o la costumbre de que cada capitán tuviera su cabin boy propio. Muchos testimonios recogen pasiones que resultan inexplicables sin un lazo afectivo y sexual, desde luego.

"Cabin boy ou mousse 1799" por Rowlandson Thomas – (vía)

Burg es consciente de la imposibilidad de hacer lo que llamamos canónicamente Historia con estos mimbres, y admite las críticas al libro desde su nueva introducción (la edición original del libro es de 1983 y el libro se reeditó 12 años más tarde con esta nueva introducción), y siempre se muestra prudente ante la aplicación de técnicas de interpretación histórica modernas, incluidas las psicológicas, para estudiar el comportamiento sexual de los hombres de los barcos piratas. Pero su marco histórico es indudable: la Inglaterra del siglo XVII tiene una alta sociedad más o menos tolerante por defecto dada la actitud personal de Jacobo I o los vaivenes entre puritanos y anglicanos; su baja sociedad está repleta de bandas de niños asilvestrados, echados de sus casas a los doce o trece años por no poder ser alimentados por sus padres, que vagaban por las ciudades no sólo robando –preparándose así para una vida de bucanero- sino mostrando un comportamiento de continuo indecente; existía una literatura y dramaturgia frívola al respecto… y el propio carácter bucanero que no admite precisamente leyes como modo de vida pero sí un código personal de honor…

Tyrone Power, El Cisne Negro, con bandana. El pirata es el mismo personaje que el de Errol Flynn, el mismísimo Henry Morgan

La interpretación llega a partir de este instante: Burg compara los indicios mencionados con el comportamiento de otras sociedades masculinas sin acceso al sexo femenino de manera prolongada que sí han sido estudiadas y registradas, con el principal ejemplo de los prisioneros de las cárceles en el siglo XX, y establece conclusiones con ello. También entiende la validez de lo no registrado para apoyar su tesis (los crímenes no castigados, las detenciones no realizadas, los escándalos no publicados… todo lo que refuerza la comparación con otros tiempos que enseguida llegarían y no serían tan benévolos). La pregunta es qué debe hacer el lector. ¿Aceptar el mito de la eterna amistad masculina en la aventura sin mariconadas, o dudar de la formulación clásica de la Historia otorgada por los poderes fácticos interesados, entre los que están en este caso ejército, religión y monarquía? Si dudamos del relato creado en muchos ámbitos, ¿por qué no éste?

Johnny Depp, el pirata que no desperdicia el botín: se lo lleva puesto

Más allá de esto (que no es poco), el texto de Burg es excelente en la contextualización: su introducción sobre sociedades masculinas es un sopapo continuo: marineros, piratas, soldados en trincheras, samuráis, monjes, boy scouts… y su pequeña Historia de la Inglaterra del siglo XVII que abarca desde los modos reales a la baja sociedad sin perder el punto de vista de la influencia de lo sexual en lo político –y al revés- resulta una auténtica maravilla de pieza. Es muy preciso en la acotación del tema bajo estudio y dispone de una bibliografía detallada y explicada, y su formulación prudente revela no ser un autor dogmático, aunque sí firme en su tesis. El libro recoge también la vida general de la sociedad pirata y un retrato del Caribe de aquellos años. Y, desde luego, ayuda a pensar y mirar más allá, o, si lo prefieren, de manera insumisa.

El profesor Barry Richard Burg (vía)





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