8 de marzo de 2014

Nada es algo



La principal pregunta que me ha surgido durante la lectura de este libro de física que es Un universo de la nada, de Lawrence M. Krauss, es por qué existe semejante necesidad de hablar de Dios en un libro de ciencia. Las cuestiones científicas que afronta, la creación y el final del universo, sus características, y la existencia en sí de la materia (y en consecuencia del hombre) son las mismas que la religión ha intentado responder, pero me temo que la sombra del poder de las religiones en el país de origen del autor, los EE.UU., su potencia como lobby, y la presencia continuada en los medios de las facciones más conservadoras, obligan a cierta militancia científica contra la idea no demostrable de Dios. Aunque tal vez sea que la poesía que pueden alcanzar los descubrimientos astronómicos sólo pueda compararse a lo divino.

Si es necesario postular una materia oscura que mantenga aún unidas a las galaxias pero que no podemos detectar –de ahí ese nombre-, ¿debemos dar altavoz a quienes ya afirman, clavo ardiendo, que Dios es ese indetectable éter, o esperar más años de ciencia?

Hace veinte años yo entendía (bien) la mecánica cuántica y entendía (algo) la teoría de la relatividad general. Ahora tengo problemas para seguir ambas, no digamos ya sus novedades y evoluciones, o las superteorías que pretenden unificarlas en un único marco físico común, algo que está llevándose actualmente muchas horas de trabajo. El caso es que no he podido seguir completamente este volumen, a pesar de tener una formación no completamente lejana a lo que trata. El libro tiene gráficas explicativas, pero en varios momentos hubiera agradecido más, y, lo que me resulta más juzgable literariamente, no son pocos los momentos en que el autor admite que existen más pruebas de las que se explican, de un modo algo frustrante para el esforzado lector, que tal vez las esperara para una comprensión mejor.

Es una la lástima, porque la física actual sigue encerrando revelaciones apasionantes en relación a conceptos filosóficos que llevan siglos preocupando a los hombres, y que suponen visiones trasladables a otros campos, que este libro atesora entre sus páginas. Hablamos por ejemplo de cómo la nada es inestable, y cómo de ella surge algo necesariamente. O cómo los físicos han llegado a determinar que estamos en el único momento de la existencia del universo en que podemos disponer de la información necesaria para ver el universo desde el momento del bigbang y poder predecir su expansión (mientras que si la vida y el hombre hubieran surgido en otro momento de la existencia del universo determinada información para estas conclusiones ya no estaría disponible) y que, del mismo modo que el universo surgió de la nada, seguramente acabará en nada. Mientras, la existencia de materia y energía oscuras, de antimateria, y la posibilidad de la existencia teórica de multiversos, nos sumen en implicaciones apasionantes.

Lawrence M. Krauss fotografiado por Nancy Dahl Taconi (vía)





4 comentarios:

  1. Pues si a ti te ha resultado frustrante otros mejor ya ni lo intentamos. Yo al menos no :(

    La frase: "tal vez sea que la poesía que pueden alcanzar los descubrimientos astronómicos sólo pueda compararse a lo divino"

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  2. A la pobre ciencia siempre se le ha negado la belleza, tal vez por aquello de ser útil, algo que Oscar Wilde dejó claro que la ciencia no puede ser. Cualquiera que si embargo sienta pasión por un tema concreto seguro que sabe ver en él algo que posiblemente llamaría belleza, no? Si ahora pensamos que esa pasión pueda ser ponerle origen y fin al universo, cómo no caer rendido ante un síndrome de Stendahl propio? Si Hawking consiguiera alguna vez ver uno de sus amados agujeros negros, es seguro que tendría su correspondiente síndrome.

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  3. Perdón, Oscar lo que dijo que era inútil es el arte!

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    1. Seguro que el amigo Óscar algo dijo también de la ciencia :)

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