En este ya de por sí breve volumen, el texto al que corresponde el título es apenas un opúsculo de veinte páginas escrito por Christian Bobin alrededor de la dependencia de su padre, ingresado en una residencia a causa de un Alzheimer.
Bobin, dicen las solapas de este volumen, está especializado
en libros breves que mezclan poesía y ensayo, y que parece que se relacionan
unos con otros, conformando una especie de obra general. Es mi primer libro de Bobin
y esto último no lo sé, pero lo primero es cierto. Tampoco llamaría exactamente
ensayo a estas páginas, más bien son un conjunto de reflexiones en breves
párrafos que describen sensaciones y pensamientos que asaltan al autor en las
visitas a la residencia, al observar a su padre y a las otras personas internas
en la misma, y al mirar/juzgar la organización de estos lugares. Un aliento
poético siempre está presente en el tomo, si bien el uso metafórico y
recurrente de un árbol, que se encuentra en el jardín y se observa por la
ventana de las estancias de la residencia, permite que las metáforas de la
vida, el entendimiento, y lo que Bobin llama presencia pura, se muestren.
Leyendo este texto, pensando en mi propia experiencia como
cuidador y como familiar de padres en estancias largas en residencia,
reflexionaba sobre esta visión de “pureza” en el momento probablemente menos
deseado de la vida, el que llega cuando habiéndolo podido todo (o al menos todo
lo cotidiano al alcance de una persona aceptada como sana), no somos ya más que
un recuerdo de nosotros mismos que ni siquiera reconocemos. Nuestro vacío no
quita nuestra dignidad, cierto, pero la pureza, que hace pensar en simplicidad,
o sencillez, me parece una idea difícil. ¿Puro como presencia cuando ya no
puedes actuar o pensar? ¿Porque has perdido cualquier albedrío y el mal no es
posible? No lo sé.
También he tenido otra reflexión: de toda la autoficción, de
toda la literatura del yo, la única ontológicamente imposible es la de la
propia dependencia (cognitiva, lógicamente).¿Hasta qué punto eso eleva ese
periodo de la vida -si llega- a una mayor abstracción? Igual es esto el indicio
de pureza de Bobin, o tal vez, para otros, sea en realidad una vuelta a la
naturaleza más animal de nuestra esencia. Es fácil, con los muchos años de
observar mayores encerrados, volver a lo más corpóreo o biologicista: todo esto
sucede porque determinadas reacciones en el córtex ya no se producen, o no lo
hacen bien para el propio sujeto, incapaz ya de definirse y cuidarse. No lo
hacen porque, como los demás órganos, también el cerebro ha encogido. Como tal,
ya no es capaz de expresarse como antes, y el 'deseo de expresión' que alienta
la vida se minimiza. Y esto no se puede escribir desde la experiencia íntima y
personal. Nadie imagina verazmente la deficiencia cognitiva. Mi impresión es
que las obras al respecto son un señuelo moral, una interpelación a qué, cómo y
cuánto nos comportamos quienes aún podemos escribir frente a los que no. Por
eterno que sea el problema, como subgénero de la literatura de pérdida del
padre o de la madre, me parece irresoluble.
Este libro, que presenta más sinceridad que otros sobre el tema, tampoco lo consigue, pero es cierto que su emotividad está conseguida más que impostada. Se acompaña de una entrevista algo entregada al autor para completar el volumen.
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