Este best seller de Yuval Noah Harari publicado en 2017,
tras su anterior exitazo
Sapiens, se inicia declarando que el tiempo de las guerras, las
pestes y el hambre ha sido superado por la humanidad. Esta declaración es
excelente a la luz de los acontecimientos posteriores de 2020 a 2022, ya que el
momento actual apela de manera directa a la argumentación que el autor pueda
emplear y ver si resiste semejante envite. Para Harari estos fenómenos siguen
existiendo (recordemos que vive en Israel), pero entran en una categoría de
retos manejables. Su desaparición de la preocupación diaria de la mayor parte
de la humanidad genera un vacío, que es necesario llenar, para Harari mediante
tres estrategias principales: superar la muerte, el derecho a la felicidad, y
conseguir una nueva divinidad inorgánica. Para Harari no es posible echar el
freno a estas tendencias, a pesar de las asimetrías sociales que supondrán que
sólo sean accesibles para privilegiados, y para ello se basa en su aplicación
del conocimiento de las tendencias históricas (especialidad real del autor) de
la humanidad. La diferencia de este momento, para Harari, es que en esta
ocasión los avances de una élite no van a conducir a una democratización con
los años de los avances tecnológicos (lo que ha ido sucediendo en otros
momentos de la Historia, aunque de modo a veces traumático), sino a una
superación del humanismo como ideología.
El director general de la OMS declara la pandemia del Covid-19 el 11 de marzo de 2020
Las ideas recogidas hasta ahora completan la brillante
introducción de Homo Deus, un libro que el autor califica de prognosis en lugar de diagnosis,
pero para cuya especulación ha utilizado una importante cantidad de lecturas
científicas sobre tecnología, biología y neurociencias. A partir de la
introducción, la lectura empieza a tener algunos de los problemas de Sapiens,
incluso potenciados precisamente por su mayor carga de especulación: la
simplificación histórica, la falta de matices y detalles profundos de
situaciones complejas, o el desarrollo de discurso en favor de algunas ideas
personales. Un ejemplo: según Harari, si las nuevas élites alcanzan una
amortalidad inorgánica, o si la inteligencia artificial (IA) desarrolla
conciencia/mente y es hábil para dominar al hombre, este quedará reducido a un
organismo biológico esclavizado para cuya representación Harari emplea la
comparación con el trato actual a los animales. Harari es vegetariano y
animalista, lo que está muy bien, pero parece que en vez de este ejemplo (que
también dispone de páginas en Sapiens) ya existen suficientes casos de
esclavitud propiamente humana en la Historia en que poder fijarse. Otro ejemplo
probablemente peor, dado que hablamos de un historiador, es la simplificación
entre liberalismo y comunismo como sistemas políticos y filosóficos que han
dominado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, un esquema exclusivamente
confrontacional que obvia todos los reformismos progresistas ya presentes en el
siglo XIX (recordemos el
socialismo utópico, el
programa de Gotha, que Marx criticara, o a Gramsci
distinguiendo que lo adecuado para Europa occidental era una “guerra de
posiciones”, ganando poco a poco terreno en la sociedad civil y hasta en la
política, mientras que en la oriental, como en Rusia con los bolcheviques, era
la “guerra de movimiento”, es decir, el asalto frontal a las instituciones
opresoras). Harari no exige en su análisis esta premisa de reformismo. Y no
quiere considerar, y es explícito en ello, a los sistemas dictatoriales o
teocráticos como participantes activos de la ciencia y la tecnología que
definirán el mundo; pero esto parece cuando menos matizable y sólo muy
simplonamente resumible en esa dicotomía filosófica. Pero lo cierto es que esto
parece parte del estilo de Harari: una aproximación divulgativa simplificada
que entrevé conocimiento y visión, pero se refugia en un juego de visión
conjunta que deja tal vez demasiado lastre atrás.Inteligencia Artificial, de Steven Spielberg
Su frase resumen de los avances tecnológicos que definirán
la especia humana es los organismos son algoritmos, deudora de la
tecnología hoy dominante (el autor recuerda que en otros tiempos los organismos
se definieron de acuerdo a otras tecnologías, y se veían como máquinas o como
coches), pero el salto a lo inorgánico supondrá un cambio esencial al
desgajarnos definitivamente de lo orgánico/biológico. El materialismo de Harari
es extremo; ya en Sapiens afirmaba que todo lo no biológico o físico
formaba parte de una ficción cuyo relato permitía a los humanos cooperar y
confiar en otros a pesar de no conocerlos. Esas ficciones incluyen los países,
las ideologías, el dinero, el crédito y los bancos, las empresas, y, por
supuesto, las religiones; de hecho, Harari prefiere resumir como religiones
a todas estas ficciones, como relatos necesarios para convencer a los humanos
dado que estos están diseñados según algoritmos que producen emociones que en
un pasado (de hambre, peste y guerra) sirvieron a la especie para sobrevivir.
Pero, si los organismos son algoritmos, éstos son descifrables y programables,
y es cuestión de tiempo y tecnología que se conozcan los mecanismos de las
emociones, y que esto termine con la ensoñación actual de existencia de
libertad (Harari la desprecia de facto al definirla como una combinación de
fenómenos deterministas y aleatorios, acercándose a las teorías
conductistas de B. F. Skinner que ya mencionara Shoshana Zuboff en su
trabajo sobre el capitalismo
de la vigilancia), con el humanismo como filosofía, y, por supuesto, con el
liberalismo político y económico dominantes.
Garry Kasparov se enfrenta a Deep Blue (vía)
La parte central de Homo Deus resulta menos
interesante, de nuevo debido a las simplificaciones de ecuaciones o los
conflictos de pura ingenuidad que plantea entre juicios éticos y declaraciones
fácticas para estudiar el modo en que las religiones (recordemos que
son todas las ficciones e ideologías del mundo) están siendo dominadas o
vampirizadas por la ciencia y el capitalismo, y cómo el humanismo ha triunfado
-con sus variantes liberal y comunista- como nueva religión global desde el
siglo XIX hasta ahora. Los ejemplos concretos un poco banales y los históricos
procedentes del cambio de percepción del valor del hombre concreto son
múltiples en esta sección, que va poco a poco describiendo las confusiones que
la IA, su desarrollo y su potencial, añade a la contemporaneidad, incluyendo el
debate relevante sobre si es necesaria la disposición de conciencia o
inteligencia para que la IA se desarrolle por sí misma o no. Algoritmos que
juegan al ajedrez, que imitan sin distinción a Bach, o detectan cánceres donde
los médicos no lo hicieron… la tendencia demuestra que los algoritmos inorgánicos
acabarán haciéndolo mejor que los orgánicos, los superarán, y crearán una
enorme masa de humanos ociosos o inútiles, y una casta privilegiada de humanos
mejorados.
Harari acaba pronosticando una religión nueva: el dataísmo,
la religión de los datos, capaz de interpretar incluso la Historia humana, su
variedad, conexiones y libertad de movimiento en términos de procesadores de
datos. Se interroga por el futuro de esta religión nueva dada su orientación
exclusiva a decisiones, que no siempre es lo más esperable o necesitado en la
vida humana -y quién sabe si la especie reaccionará de algún modo inesperado-.
Son probablemente las últimas ideas casi brillantes de un libro interesante y
especulativo, en cuya simplicidad de exposición se encuentra su gran valor de
venta (que es un trabajo complejo también a conseguir), pero que causa
perplejidad por ello mismo al especialista y al pensador. Harari además apunta
alto, pues desdeña la filosofía (que explica por otro lado buena parte de las aproximaciones
al pensamiento que realiza) e incluso a autores cientificistas que se proclaman
liberales como Pinker o Dawkins (imagino que lo haría también con Zuboff). El
libro ya anuncia pronto que en realidad no proporciona respuestas, porque aún
no existen, y su inventario de tecnologías que cambiarán el mundo tiene cierta
inconexión probablemente característica del propio mundo y a pesar de su
esfuerzo homologador. ¿Veremos si le asiste la razón y en qué? ¿Seremos libres y
conscientes cuando suceda?