La Política cultural de la Segunda República Española, además del título de este volumen, no deja de ser un mito fundacional con el que, sobre todo las izquierdas, reconocen y alimentan el recuerdo sentimental de la República. Los diferentes autores de los capítulos del libro, no obstante, se alejan de esa visión romántica y describen hechos y valoran resultados, dedicando cada capítulo a una disciplina o aspecto de la cultura o las artes que la Segunda República Española decidió afrontar o trabajar de manera decididamente distinta al régimen anterior, tanto la Restauración como la Dictadura de Primo de Rivera. Tan distinta que en muchos casos sucedió por primera vez.
Por resumir de manera general, es obvio que la República (especialmente su primer bienio, con Azaña de primer ministro), creía en el poder transformador de la cultura, incluyendo en el término la ciencia y el llamado naturalismo, por cierto, pero su intento de aplicación tuvo enormes dificultades y enemigos. Por un lado, el salto enorme entre las expectativas de una élite cultural de primer orden y la realidad de un pueblo en la práctica analfabeto, y por otro, la percepción que desde un primer momento tuvieron las derechas y la Iglesia de que la educación universal y el acceso a las artes por parte del pueblo era un ataque a sus convicciones y tradiciones, y un peligro para su futuro, lo cual trascendió el ámbito cultural, educativo y científico, y se reflejó en el político. Con todo, la transformación en tres años, y el entusiasmo con que se ejerció, fue radical, si bien en cada campo alcanzó diferentes grados, con una dependencia importante de las figuras responsables de cada departamento y de sus perfiles políticos y profesionales, puesto que el compromiso de los mismos también varió ampliamente.
Gran parte de las reformas y avances se vieron frustrados con el gobierno del bienio negro, que en general actuó por inacción entre 1933 y 1936, cercenando en la práctica una buena cantidad de proyectos, que fue en general imposible retomar y reflotar después de febrero de 1936. Los tres años restantes de República no fueron lógicamente activos en el tema, excepto actividades -también relevantes- de conservación del patrimonio artístico, especialmente en Madrid.
El libro es lógicamente interesante por recuperación de
figuras: del evidente García Lorca al inesperado Ramón y Cajal, del
omnipresente Fernando de los Ríos a los intelectuales como Ortega y Unamuno,
bailarinas como la Argentina y la Argentinita, actores y actrices, músicos,
directores de teatro, etc. Y contiene un anecdotario impresionante: la
situación de las librerías en España, la
presencia de falangistas en La Barraca, el
crucero universitario de 1933… Pero salvo algunos capítulos particulares
está algo falto de análisis profundo y con frecuencia parece sin más una
crónica de acontecimientos algo desapasionada o inconexa con el entorno o el
contexto. No es que este falte, tanto la cronología como el capítulo inicial
(un resumen del marco político) sirven bien para contextualizar, pero diría que
algunos autores no estudian nexos o razones potencialmente más penetrantes, sin
descartar que esto puede producirse por falta de espacio (impresión que da por
ejemplo el capítulo dedicado a los pensadores, que de por sí podría haber
requerido un volumen propio). Entre los más trabajados, no obstante, destacan
el dedicado a las ciencias, a la política de libros y a la educación.
Pero el libro es un resumen más que útil para un primer
vistazo al tema y un acceso a fuentes bibliográficas que deberían ayudar al
interesado en un mayor estudio.
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