17 de febrero de 2022

Claveles siempre

 


Fernando Rosas y Francisco Louça son los autores de las diferentes partes de este pequeño volumen, La (pen)última revolución de Europa, subtitulado luego De la Revolución de los Claveles a la contrarrevolución liberal, centrado obviamente en la revolución portuguesa de 1974 y sus años posteriores. Louça y Rosas son dirigentes (Louça figura entre los fundadores) del Bloco de Esquerda, una formación política de izquierda a la que con cierta alegría se le suele explicar como el Podemos portugués, pero que goza de una historia más larga (desde 1999) y que además se diferencia claramente del Partido Comunista Portugués (PCP), formación comunista superviviente de mayor arraigo en toda Europa.

Tenemos mitificada mundialmente, y España no es una excepción, la Revolución de los Claveles. Ejecutada por los estamentos militares de grado medio, que además no tomaron el poder como en un golpe de estado al uso, y pacífica en gran parte, la devoción por la Revolución empieza en el mismo Portugal, como explican los autores, como momento fundacional del estado democrático actual en que todos los actores sociopolíticos pueden mirarse, incluidos los que actuaron como principales protagonistas en su momento.


Para el lego en política portuguesa, algo desgraciadamente tan frecuente en nuestro país, el libro desvela el vacío de poder creado por el 25 de abril y los diversos movimientos de militares, políticos y sociales que pugnaron durante varios meses por revisar o imponer un nuevo sistema, que para los revolucionarios de pro alcanza un gran éxito con la nacionalización de la banca y la revolución agraria, que existieron. Pero en las dinámicas del momento, y por resumir un período  revolucionario que como tal y casi por definición se caracteriza por una profusión de acontecimientos y fechas, la convocatoria de elecciones libres tras los intentos de contrarrevolución acabó suponiendo la domesticación del momento revolucionario, que no encontró confianza en el pueblo, que se la otorgó mayoritariamente al Partido Socialista (PS) en lugar de al PCP. Para los autores, el PS no era sino un instrumento del sistema que llevaría a Portugal a la CEE y de retorno al neoliberalismo económico europeo e imperante. El libro, escrito en 2016, encuentra su demostración definitiva de ello en la crisis financiera de 2008, hasta la que se extiende en su análisis histórico, realizado además con visión marxista canónica: las luchas de estamentos y económicas de clase son el principal, casi único, argumento, y con esta dialéctica histórica incluida. La contraposición entre la legitimidad revolucionaria conseguida en 1974, y la legitimidad democrática que dan las elecciones de 1976 es uno de esos momentos en que el análisis marxista puro revela sus contradicciones ‘en favor del pueblo’, aparentemente engañado por la socialdemocracia para caer en un neoliberalismo que desbarata el estado y a la vez lo convierte en autoritario. Al leerlo, pareciera que equiparían al PS con Donald Trump.

La (pen)última revolución de Europa me ha parecido un libro combativo y a la vez agotador en su insistencia analítica, un poco por incapacidad de abrir el campo de estudio a los factores que rodean y pueden superar lo económico; es también una explicación sucinta de por qué la izquierda portuguesa justifica una cierta dejadez en perseguir los objetivos de un movimiento que conseguía hitos más por inacción del rival que por ejercer una política incisiva. La visión sobre la complejidad de la acción del momento por parte del PCP es íntima y reveladora, de mucha clarividencia para los actores políticos de izquierda. Ahí, en esa exposición, veo el mayor valor de un libro, en que además inevitablemente un lector español encuentra continuos paralelismos y diferencias con la transición española. Tan iguales y diferentes ambos procesos como los dos países ibéricos en sí, en realidad.






 

 

 

 

 

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