7 de diciembre de 2021

Gatos, siempre ilustres



Gatos ilustres es la bonita pero algo incorrecta traducción del título Particularly Cats de Doris Lessing. No obstante, se trata de un texto delicioso en el que uno se quedaría a vivir el doble de páginas, y de una edición eso sí ilustrada, con unos maravillosos gatos dibujados por Joana Santamans, con sensibilidad y capacidad de detalle plasmadas en imágenes hipnóticas. Que es un efecto que los gatos consiguen con cierta facilidad, por otro lado. No se trata por tanto de una lista de gatos famosos, que en todo caso y dada su afición por la privacidad, lo serían por serlo sus dueños, sino de la vida de los gatos de la propia Doris Lessing.

Leí hace años un par de novelas estupendas de Lessing, Diario de una buena vecina, y, sobre todo, La buena terrorista. Entre otras virtudes, la creo interesada por resaltar las necesidades y servidumbres de la cotidianeidad en la vida. Esto se refleja también en Gatos ilustres, donde la convivencia con gatos y entre gatos en el día a día tiene su punto fascinante. Lessing era británica nacida en Irán; pasó su infancia en Zimbabue, donde la vida de granja no era precisamente fácil para los animales domésticos, y donde relata episodios que hoy no serían lógicamente aceptables. Tras ellos pasó años sin gatos, y el libro pasa a su vida ya en Inglaterra y la relación entre dos gatas con las que vivían (nótese el orden de los factores) Lessing y una persona o pareja innominada, sólo adivinable porque la autora utiliza en ocasiones la primera persona del plural. Esto es peculiar, porque mientras en Zimbabue los varios personajes familiares sí tienen presencia y los numerosos gatos son casi anónimos, en Inglaterra las dos gatas presiden completamente la narración. Sus rivalidades, los embarazos y el destino de sus proles, la lucha por los lugares de descanso y por el sitio en la cama de su dueña, y sus enfermedades, son las grandes protagonistas. Como varios literatos fascinados por la compañía gatuna (Cortázar, Capote, Szymborska…), Lessing no evita humanizar sus actitudes, especialmente en los rasgos que más nos gusta interpretar en estos animales.

Al libro le da alas la completa fascinación maravillada que Lessing transmite por las gatas, por sus peleas y desplantes, por sus miedos y por su capacidad de crear vida de manera continuada. En esa observación y su plasmación, que es en parte lírica pero siempre accesible, y en parte cruda pero siempre amorosa, se observa a la escritora de valor que, rindiendo un texto en principio menor, traza un mundo del que, emocionalmente, desearía leer más y más.


Doris Lessing (vía)

 

 

 

 

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