Al reflexionar sobre Tú no eres como otras madres me dejó perplejo encontrarle lo que parecían errores claros de escritura. La autora, Angelika Schrobsdorff, escribe sobre todo sobre su madre Else (Kirschner de apellido natural, Schwiefert por su segundo marido, Schrobsdorff por su segundo), una mujer judía de buena familia nacida en Berlín en 1893, mujer de vida libre que aprovechó bien los locos años veinte entre fiestas y pasiones, y que tuvo tres hijos con tres hombres diferentes a los que consiguió reunir e incluso hacer convivir bajo el mismo techo. El libro es una novela de no ficción que, sorprendentemente, usa de manera indistinta y sin razones estilísticas aparentes, la primera y la tercera persona narradoras (Angelika a veces habla por sí misma y a veces se menciona exteriormente como un personaje más), lo que crea cierta disfunción lectora. A esto se suma un carácter epistolar frecuente, pues las cartas y otros recuerdos familiares forman parte de la documentación básica que utiliza la autora. Y las cartas están escritas sobre todo por Else, en segunda persona; se acaban imponiendo como única forma del texto en la tercera parte del libro, compuesta exclusivamente de cartas. Una de las posibles razones, esa impresión tuve, es que Angelika Schrobsdorff no desea, por pudor, narrar el fin de su madre. Pero otra puede ser cierto agotamiento de la autora, una imposibilidad de seguir novelando una vez superados el brillantísimo episodio vital de la juventud de Else en Berlín y el necesario capítulo del angustioso y severo exilio en Sofía durante la guerra en sí. Finalmente, también puede interpretarse como homenaje final a Else, alguien que llevó una vida tan intensa, una vez que la narración final desde fuera del personaje requeriría detallar una decadencia imparable. Aun así, como lector estas elecciones me dejaron, como decía, perplejo.
Y, sin embargo, la vida ha sido bella, es el título de esta tercera parte. Y eso puedo decir del libro. ¿Por qué funciona tan bien Tú no eres como otras madres? Creo que hay tres razones principales. Por un lado, los perfiles psicológicos de los personajes, cuyo análisis es constante durante la novela, y que, desde un principio, revelan por parte de la autora un entendimiento profundo de las motivaciones de sus personajes, y del cambio de las mismas con el tiempo. El tema, la vida de Else, obliga a ello: el empoderamiento feminista encarnado a través de su propio placer, obliga a encajar su éxito vital entre las familias presente y futura que la acompañan, en general completamente cargadas de valores tradicionales. Cómo y por qué consiguió Else ser aceptada necesita ciertamente matizar bien las razones de los personajes para ser verosímil. A este eje (en el que la aparición de los hijos y sus responsabilidades afectan a Else, pero no en exceso) se va sumando, inundando progresivamente la narración y retando los placeres de su vida, el antisemitismo social que finalmente se desborda con el avance del nazismo en Alemania.
El tipo de respuesta (o su ausencia) a esta violencia redibuja los personajes, pero en una continuidad sutil, fruto de esta capacidad de la autora, a la que se suma el segundo motivo del buen gusto de este libro: su sensibilidad y emoción desbordantes a la vez que entrelazadas con un discurso racional y estético digno de la sociedad probablemente mejor educada, hasta aquel momento, de la Historia. Son por ejemplo muy reveladoras las apreciaciones sobre cómo plantar cara al nazismo y su violencia ilegítima en sus tres momentos: el crecimiento (que los protagonistas, judíos o no, no acaban de creer y por ello plantean en general una postura adaptativa), su apoteosis (en la que el desastre se implanta y todas las formas de vida se redefinen), y su caída y desaparición (el para muchos inaceptable e inconcebible fin de la patria y el ser germánicos). Schrobsdorff publica este libro en 1992, lógicamente tiene -y en algún momento se expresa- una perspectiva general de la situación, pero, a pesar de escribir desde su madurez, no impone el punto de vista de cinco o seis décadas después a sus personajes, y es esa riqueza probablemente su mejor valor como novela histórica.
Había una tercera razón para aplaudir el libro, y es obvia: el ritmo y el camino al desastre al que lleva, inexorable y determinista, que conocemos porque es la historia del siglo. Tú no eres como otras madres refleja el impacto en la vida cotidiana de la burguesía alemana, hedonista en parte y moralista por otro lado, del crescendo de leyes y acciones insoportables. Mientras esa degradación legal se despliega, Else también muta de su estético desenfado vital (que además poco a poco se va tornando imposible) a la responsabilidad ética de los hijos y su destino. El continuo reposicionamiento viene obligado por un calendario al que la autora también se ve obligada, y al que se entrega con intensidad y conocimiento de cada momento. El libro es así un fresco vívido de lo privado afectado por lo público, en el que el especial aliento de Else Schrobsdorff llena el corazón y la cabeza del lector entregado aun manejando determinados resortes dramáticos a su manera. Y por eso pienso que es una novela bella, a pesar de todo.
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