29 de octubre de 2021

Perplejidad política antes y después de una pandemia


 
Política para perplejos, de Daniel Innerarity, es un libro publicado en 2018 cuyo título apela al efecto causado en la ciudadanía por un estado político y social cambiante e inesperado, inestable y en constante aumento de esta volubilidad. Su interés central viene inspirado por los acontecimientos imposibles de 2016: el resultado del referéndum del Brexit, y las elecciones norteamericanas que ganó Donald Trump. En el contexto de finales de 2021, las ideas que expresa Innerarity son válidas y probablemente varias de ellas se encuentran reforzadas. Pienso por ejemplo en su capítulo sobre los datos, que resulta en un resumen desde lo filosófico válido y casi vibrante del libro de Shoshana Zuboff antes de que éste, mucho más abierto al estudio de estrategias económicas, se publicara; o, de manera mucho más evidente, la cuestión de la gobernanza a la que Innerarity aún no le añade el prefijo co. Pero, obviamente, muchos de los ejemplos expuestos habrían sido distintos, y el impacto de la pandemia en todos los ámbitos que estudia Innerarity en el volumen habría sido un inevitable y necesario punto de referencia. Su editor se lo exigiría, pero también su propia pasión como pensador. El libro sería distinto porque el tiempo se cobra sus víctimas, probablemente no habría un capítulo dedicado a Theresa May, por ejemplo.


David Cameron convocó el referéndum de salida de la UE en 2016 (foto de Pascal Rossignol/Reuters, en El Español)

Pero también es cierto que los ensayos políticos que aspiran a analizar su contemporaneidad no pueden sino estar condicionados por los acontecimientos del momento en que se escriben, más allá de exigencias editoriales o comerciales. Lo interesante es que sus reflexiones precisamente sigan siendo útiles con el tiempo, o, al menos, para explicar el tiempo en que fueron escritas. Han pasado tres años desde la publicación, pero han sido intensos como pocos.

Innerarity dedica la mitad del libro a diagnosticar el porqué de nuestra perplejidad. Analiza por qué se han derrumbado las certezas políticas, las categorías sociales, e incluso las sentimentales. Lo hace en breves capítulos dedicados a temas diferentes de la actualidad/modernidad en relación a esta pérdida de referencias y estabilidad: los medios de comunicación, el trabajo, la globalización, el uso de Internet y la digitalización, los nuevos terrorismos, etc. Por momentos su tono muestra una elevada desazón, y, aunque señale elementos esperanzadores, les dedica poco espacio. Basta con ver varios de los títulos que emplea, con palabras como exasperación, ansiedad, sufrimiento… Esta negatividad indicaría una cierta añoranza de la estabilidad no-líquida de un pasado que admite penoso (aunque el hombre estaba seguro de su destino), y, por otro, que la incertidumbre le impide pronosticar, como filósofo político, futuro alguno; parecen malos tiempos para el analista, desde luego.


Donald Trump jura su cargo en enero de 2017 (foto en BBC News) 

Innerarity es moderado y no es dogmático; tiende a subrayar las diferentes caras de cada asunto concreto, y a juzgarlas ecuánimemente. Su capítulo sobre Cataluña, probablemente el más medido del libro, es lúcido y tiene reflejo actual (está escrito antes de que el PP dejara el gobierno central). Es muy atractiva su reflexión sobre lo imposible de las revoluciones dado lo dividido del poder actual en las democracias occidentales, aunque le veo en el límite de la contradicción con su defensa del conflicto político como parte necesaria de la evolución del sistema. También su visión de la conspiración como fenómeno irreal frente a la chapuza de los sistemas complejos es divertida (aunque es una idea, creo, de fácil manipulación), y me gusta también su desmitificación del patrón ‘hechos frente a ilusiones’ como patrimonio histórico de las derechas frente a las izquierdas, respectivamente. Innerarity también se moja en el tema ya crucial de las políticas de identidad, diversidad o multiculturalismo frente a la tradicional lucha de clases, y el supuesto desacople que ha supuesto con una izquierda obrerista que podría derivar -o haber derivado ya- al populismo derechista. Aunque como suele ser habitual, es más incisivo en los matices del diagnóstico que en la propuesta de resolución.

Política para perplejos toma forma en capítulos breves, de dos a cuatro páginas, que por momentos parecen extraíbles y publicables como artículos individuales. Frente a lo habitual en libros analíticos de este tipo, no incluye datos o resultados de otras fuentes ni tampoco una bibliografía básica, aunque sí menciona a varios autores con continuidad. Entiendo que es una decisión tomada buscando agilidad y ligereza del volumen, pero también da una sensación de coyuntura que no es merecida. O bien puede hacer pensar que se trata de una inteligencia de memoria y capacidad excepcionales enfrentada a un texto obligado, tal vez crematístico. Un poco lo que a mi entender sucede con El poder, pero creo que Innerarity trabaja mejor el contexto histórico específico y la estructura del libro. En los contenidos en sí, de todos modos, echo en falta más análisis económico en el diagnóstico, dada su relevancia e influencia actuales innegables.

El tercio final del libro, una vez diagnosticados los males del mundo, cambia de tono y aboga de manera positiva y necesaria por la cultura del pacto, la negociación, y la gobernanza, por las acciones individuales que generan, inesperadamente, cambios que se van fraguando en años. Su sentencia final, la obligación del optimismo ante el carácter en general dogmático -e incapaz de dudar- del pesimismo es un estupendo cierre a un libro que recoge todas las preguntas y admite con modestia intelectual la ausencia de respuestas. En esto reconozco cierta frustración, como lector y ciudadano, no tanto ante la situación diagnosticada, sino por quedar varado en la perplejidad que ya tenía. Mejor formado al respecto, sí, pero en la desorientación de un momento en que ni los filósofos del momento -de brillante análisis- proporcionan salidas en que ellos mismos puedan creer.


Daniel Innerarity (foto en su perfil de Twitter

12 de octubre de 2021

El poder

 


Este libro de Bertrand Russell me parece, al mismo tiempo, la obra de una persona de cultura e inteligencia excepcionales, y un trabajo apresurado o alimenticio.

Por algunos detalles es posible entender que El poder se escribe a finales de los años 30 del siglo XX, con Hitler y Mussolini en el poder y la Guerra Civil española aún no resuelta, aunque no mencione una fecha concreta del estudio. En Europa conviven tres formas diferentes de ejercicio del poder (las democracias occidentales, el comunismo estalinista y el fascismo), y parece que la exacerbación bélica del momento contribuye a la reflexión. Dice la contraportada del libro (reedición en castellano de 2010), que Russell opina que el poder, su ejercicio, los mecanismos para alcanzarlo y mantenerlo, es la fuerza que impulsa al mundo, por encima del sexo o el dinero. Y aunque dedica páginas a las esferas sociales y económicas en que inevitablemente se ejerce el poder, es el poder político el que realmente le interesa.

En mi lectura no he encontrado tantas ambiciones en el libro. Hay un intento de análisis de tipos de poder que resulta interesante (los que Russell llama poder tradicional, poder revolucionario, y poder desnudo), así como la evolución por la cual unos y otros se alcanzan y desdibujan entre ellos. Pero luego el libro es difuso en los ejemplos y motivaciones, obviando los momentos históricos en que se impone un tipo de poder a otro y la propia historia del pensamiento político en relación al poder y su ejercicio. En cambio, el salto de circunstancias de un estilo de poder a otros es constante, sin el contexto ni entorno que expliquen diferencias o similitudes, y sin mayor profundidad en el análisis. Maneja eso sí innumerables referentes, pero no produce una bibliografía ni cualquier otro tipo de paratexto que permitiera asentar el trabajo más allá de lo que parece una memoria prodigiosa. En alguna ocasión incluso parece desdeñar una mayor ambición de conocimiento, con un ‘qué sé yo’, que me parece algo inaudito e inasumible en este tipo de edición y tono y en un autor de esta posición hablando de estos temas.

Claro que el libro tiene pensamiento de alto interés, producido además en un momento de considerables confusión e incertidumbre; es tal vez ese desconcierto, fácilmente diagnosticable por un lector del futuro que sabe la década que le espera al autor, un reflejo interesante, aunque indiciario, del desmoronamiento intelectual y moral que acecha al mundo en ese momento. No obstante, Russell no lo vive desde un desgaste o una desesperación (como Stefan Zweig, aunque El mundo de ayer es otro tipo de libro), sino desde una mirada de aire académico un tanto fuera del mundo. Es un volumen de 300 páginas, que, aunque deslavazado e indudablemente apegado a su tiempo a pesar de querer evitarlo, y de ser un tanto repetitivo, no es para nada despreciable. Ahí es donde entra, probablemente, el cerebro del genio que se ve obligado a publicar, cualesquiera que sean las razones.


Bertrand Russell, según foto en Wikipedia


 

 

 

4 de octubre de 2021

Huída al campo

 


Un amor es una novela corta de la escritora Sara Mesa, que fue muy reconocida por las listas críticas, que la colocaron entre las mejores de la literatura española publicada en 2020. En ella, la autora afronta un tema de cierta moda en la literatura actual: el regreso (o el asentamiento) en un pueblo, o en una zona rural, como respuesta a una vida actual asfixiante o al menos estresante en las ciudades. Este género temático, por así llamarlo, incluye novela y también el ensayo de experiencia, y el ensayo analítico de las circunstancias que rodean el fenómeno, o que explican el contraste entre esta moda y los problemas del vacío rural. También adopta algunos rasgos de guerra cultural, claro.

Pero a Mesa esta teorización en principio no parece preocuparle. Su protagonista, Nat, es una traductora que ha tenido un problema laboral y ha decidido llevar una vida retirada, en algunos matices avergonzada, en un poblado, apenas una pedanía de un pueblo ya pequeño de por sí. Allí alquila una casita en malas condiciones a un casero machista al que prefiere evitar, y donde se relaciona con un vecindario que le resulta extraño y en el que no encaja. Con uno de ellos tiene la relación del título.


Una pedanía abandonada en Almería (a)

Mesa es descriptiva con los detalles de toda la situación, y transmite con fuerza el desasosiego continuo en que la extraña (la extranjera) Nat vive su experiencia; desde su casa destartalada que gotea en cuanto llueve al perro huraño que el dueño de la casa le cede, pasando por el machismo estructural, con graduaciones, de los diferentes hombres con que se relaciona, la vida en el pueblo para Nat resulta de un realismo sucio con algún tinte incluso miserabilista, y un tono que, casi sin ironía ni tintes postmodernos, a veces parece existencial (hasta con algún subrayado, como el nombre de la colina del pueblo). Tal vez esto sea el secreto de su éxito: se acerca a una historia de tintes negros pero no llega a ser una investigación; se acerca a cierto angst social post-crisis, pero no cae en la parábola descarada; retrata una forma de vida heredada de tradiciones y maneras de la España negra, pero tampoco llega a caer en el atavismo. Por supuesto que el libro devuelve un espejo crítico, una mirada sobre la pobreza moral y económica extendida por el país, pero no es una narración de desheredados: frente a la habitualmente cruda novela de ambientación rural de la época franquista, la desazón es la de un mundo más rico y liberado, pero incapaz de alegría, o con los sueños quebrados. En esta línea, impresiona mucho la tremenda soledad individual de varios personajes, pero en el caso de Nat esto incluye de manera escalofriante a la propia relación con Andreas.

A pesar de estos logros literarios, no he conseguido empatizar con el libro. Sí con Nat, aunque creo que sus culpas previas al viaje no son buena elección literaria al introducir un aire de condena a su vida. Su confusión y desánimo son profundos y humanos, pero tal vez me desaliente que es un personaje al que el calor y la ternura le son negados sistemáticamente. Probablemente, es también cuestión de momento vital, al menos de este lector. Me pregunto cuánto de este texto, publicado en primera edición en septiembre de 2020, se escribió bajo pandemia, si es el caso. ¿Puede ser que seamos incapaces de interpretar el arte de estos tiempos sin este sesgo?