29 de noviembre de 2017

Belleza



 

Los Belsey son un matrimonio de cincuentones. Howard es profesor en una Universidad de Massachusets (la ficticia Wellington), blanco, británico, especialista en historia del arte, sobre todo en Rembrandt. Kiki, su mujer, es afroamericana, ama de casa, ha engordado mucho con los años y se siente sola tanto porque su marido le ha sido infiel como por tener que vivir en una comunidad casi exclusivamente blanca. Son ateos y liberales, pero Jerome, el hijo mayor, es cristiano conservador. Zora es estudiante en Wellington, donde destaca por su lucha tenaz en favor de la integración en las aulas de estudiantes legalmente no aptos, normalmente jóvenes negros de la zona. Levi, el hijo adolescente, se relaciona con esos chicos por las calles, especialmente de origen haitiano.

 
Harvard (vía)

Los Kipps también son maduros. Monty es también académico especialista en arte, es negro de origen caribeño, pero de ideología conservadora un tanto elitista. Está asentado en Inglaterra, con su mujer Carlene, enferma y solitaria, y sus hijos Michael, aún más ultracristiano que su padre, y Victoria, joven atractiva presentada de manera muy sexualizada, y que acaba por atraer a los tres hombres Belsey (y por acostarse con dos de ellos). Monty y Howard arrastran una rivalidad profesional desde hace años que ha derivado en conflictos personales que durante la novela van creciendo aún más. La belleza del título está presente a través del trabajo sobre todo de Howard sobre Rembrandt, o de la profesora de poesía que acude con los alumnos a las sesiones de rap callejero donde consigue alumnos extrauniversitarios para su clase, pero también en la insistencia en la descripción física de personajes sexualmente atractivos (o no, según un canon demasiado oficial), que es uno de los motores de la historia.

 
Los síndicos de los pañeros / Die Staalmeesters, de Rembrandt (vía)

Zadie Smith es una escritora mestiza, una mujer que se ha movido entre universidades, así que seguramente el conflicto continuo y de diferentes capas que On Beauty presenta tiene inspiración real. Este conflicto, para el que emplea a las dos familias descritas, es político (liberales contra conservadores), racial (negros contra blancos), social (ricos contra pobres), generacional (padres contra hijos), y sexual (hombres contra mujeres). Así descrito parece a todas luces excesivo, pero Smith lo construye bien gracias al diseño de los personajes, todos ellos estupendos, llenos de matices que disuelven arquetipos, y por ello son literariamente transgresores y muy agradecidos para la narración. La estructura de acontecimientos me convence menos, pues Smith se engancha demasiado a los deus ex-machina que obliga a que diferentes miembros de ambas familias se vean obligadas a relacionarse y crear así el conflicto sin que realmente fuera necesario en varias de las ocasiones en que sucede, o, incluso, en buena lógica, los personajes deberían evitarlo.

Entre todos los ajustes morales de cuentas que incluye el aceleradísimo final en que se resuelven todas las diferentes piezas del rompecabezas múltiple que cada Belsey y cada Kipps ha construido, prevalece finamente el sexual. Independientemente de su raza u origen, los personajes maduros masculinos cumplen (esta vez sí) el tópico del profesor universitario que debe acostarse con alumnas jóvenes (uno de los pasajes sería poco aceptable en los EE.UU. post-Weinstein), y ambos pagan por ello. Lo considero también un error de concepción, dado que resulta narrativamente el punto más obvio de la historia, que creo había construido mimbres más amplios que quedan inconclusos ante la imposibilidad de superar el peso ineludible de este punto (además de que acerca la historia a las de señores tan rancios con este tema como Updike o Roth).

On Beauty tiene un estupendo aire clásico, un excelente nivel referencial y cultural, y resulta muy disfrutable como novela que recoge un escenario tan tradicional en lo literario como un campus universitario de élite y lo sitúa enfrentándose a los problemas de siglo XXI desde su posición teórica, elitista, literaria. Contra ese subgénero lucha la autora mestiza y activista y hermana de rapero, pero no creo que consiga del todo deshacerse de Rembrandt o la poesía clásica. Lo desgraciado es que parezca necesario elegir.

 
Zadie Smith (vía)

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