Los Belsey son un matrimonio de cincuentones. Howard es
profesor en una Universidad de Massachusets (la ficticia Wellington), blanco,
británico, especialista en historia del arte, sobre todo en Rembrandt. Kiki, su
mujer, es afroamericana, ama de casa, ha engordado mucho con los años y se
siente sola tanto porque su marido le ha sido infiel como por tener que vivir
en una comunidad casi exclusivamente blanca. Son ateos y liberales, pero
Jerome, el hijo mayor, es cristiano conservador. Zora es estudiante en
Wellington, donde destaca por su lucha tenaz en favor de la integración en las
aulas de estudiantes legalmente no aptos, normalmente jóvenes negros de la
zona. Levi, el hijo adolescente, se relaciona con esos chicos por las calles,
especialmente de origen haitiano.
Harvard (vía)
Los Kipps también son maduros. Monty es también académico
especialista en arte, es negro de origen caribeño, pero de ideología
conservadora un tanto elitista. Está asentado en Inglaterra, con su mujer
Carlene, enferma y solitaria, y sus hijos Michael, aún más ultracristiano que
su padre, y Victoria, joven atractiva presentada de manera muy sexualizada, y
que acaba por atraer a los tres hombres Belsey (y por acostarse con dos de
ellos). Monty y Howard arrastran una rivalidad profesional desde hace años que
ha derivado en conflictos personales que durante la novela van creciendo aún
más. La belleza del título está presente a través del trabajo sobre todo de
Howard sobre Rembrandt, o de la profesora de poesía que acude con los alumnos a
las sesiones de rap callejero donde consigue alumnos extrauniversitarios para
su clase, pero también en la insistencia en la descripción física de personajes
sexualmente atractivos (o no, según un canon demasiado oficial), que es uno de
los motores de la historia.
Los síndicos de los pañeros / Die Staalmeesters, de
Rembrandt (vía)
Zadie Smith es una escritora mestiza, una mujer que se ha
movido entre universidades, así que seguramente el conflicto continuo y de
diferentes capas que On Beauty
presenta tiene inspiración real. Este conflicto, para el que emplea a las dos
familias descritas, es político (liberales contra conservadores), racial
(negros contra blancos), social (ricos contra pobres), generacional (padres
contra hijos), y sexual (hombres contra mujeres). Así descrito parece a todas
luces excesivo, pero Smith lo construye bien gracias al diseño de los
personajes, todos ellos estupendos, llenos de matices que disuelven arquetipos,
y por ello son literariamente transgresores y muy agradecidos para la
narración. La estructura de acontecimientos me convence menos, pues Smith se
engancha demasiado a los deus ex-machina
que obliga a que diferentes miembros de ambas familias se vean obligadas a
relacionarse y crear así el conflicto sin que realmente fuera necesario en
varias de las ocasiones en que sucede, o, incluso, en buena lógica, los personajes
deberían evitarlo.
Entre todos los ajustes morales de cuentas que incluye el
aceleradísimo final en que se resuelven todas las diferentes piezas del
rompecabezas múltiple que cada Belsey y cada Kipps ha construido, prevalece
finamente el sexual. Independientemente de su raza u origen, los personajes
maduros masculinos cumplen (esta vez sí) el tópico del profesor universitario
que debe acostarse con alumnas jóvenes (uno de los pasajes sería poco aceptable
en los EE.UU. post-Weinstein), y ambos pagan por ello. Lo considero también un
error de concepción, dado que resulta narrativamente el punto más obvio de la
historia, que creo había construido mimbres más amplios que quedan inconclusos
ante la imposibilidad de superar el peso ineludible de este punto (además de
que acerca la historia a las de señores tan rancios con este tema como Updike o
Roth).
On Beauty tiene
un estupendo aire clásico, un excelente nivel referencial y cultural, y resulta
muy disfrutable como novela que recoge un escenario tan tradicional en lo
literario como un campus universitario de élite y lo sitúa enfrentándose a los
problemas de siglo XXI desde su posición teórica, elitista, literaria. Contra
ese subgénero lucha la autora mestiza y activista y hermana de rapero, pero no
creo que consiga del todo deshacerse de Rembrandt o la poesía clásica. Lo
desgraciado es que parezca necesario elegir.
Zadie Smith (vía)
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