Conozco The Winslow
Boy gracias a la película
que David Mamet dirigió basándose en la obra de Terence Rattigan, estrenada
aquí como El caso Winslow. Tengo un
recuerdo excelente de esta película, que se ha confirmado también al leer la
obra original en este volumen que conseguí durante el verano gracias a la
retrospectiva que el National Theatre ha dedicado a Rattigan en 2016, en la
que han representado varias de sus obras. Otras obras de Terence Rattigan que
han conocido versión cinematográfica son The Deep Blue Sea,
La versión
Browning, o Mesas separadas.
Winslow padre y Winslow hijo
La obra data de 1946 pero se sitúa varias décadas atrás, en
la época del sufragismo. El hermano pequeño de una sufragista, Ronnie Winslow,
es acusado en la escuela naval donde estudia de robar el dinero de un giro
postal, y consecuentemente expulsado. El padre cree al hijo e inicia un largo
proceso de recursos y vistas judiciales en que la familia contrata a un
prestigioso abogado, y en el que deben luchar contra instituciones asentadas no
acostumbradas a los nuevos tiempos. Las consecuencias económicas y personales
sobre el conjunto de la familia resultan importantes, por supuesto.
El abogado prestigioso y ambicioso saluda a la hermana
del chico Winslow
Rattigan combina maravillosamente acción y subtexto,
trabajando a la par las relaciones familiares (la educación cercenada del hijo
mayor, el noviazgo de la hija sufragista, o las relaciones entre generaciones)
con la situación política y social que implica el juicio (la falta de
transparencia del gobierno, el desprecio por los derechos individuales). El
personaje de Catherine Winslow, la hermana, permite concretar las estructuras
que atenazan a la familia gracias a su situación: su posible matrimonio, sus
pretendientes, los intereses más o menos bien intencionados de sus padres. Todo
ello se desarrolla en un único escenario, el salón de la casa, con tres zonas
más o menos en off: el jardín, la biblioteca, el vestíbulo, y la narración de
lo acontecido fuera de la casa (las salas de juicios, el colegio de Ronnie). La
combinación inteligente de todos los elementos en los diálogos y la profundidad
psicológica de cada personaje obran el milagro: no subrayar en ningún momento, ser
sutil en las dobles intenciones como manera de expresarse casi libremente en una sociedad anticuada pero cambiante, mantener
un ritmo endiablado sobre los hechos -que siempre suceden fuera- que alteran la vida del pequeño salón de los Winslow, y
permitir que el manto de la duda sobre lo sucedido verdaderamente en el caso
nunca quede del todo aclarado, aunque lo parezca. Las consecuencias en la vida
y carácter de cada personaje tras la experiencia agotadora que se ven obligados
a vivir son más importantes. También las consecuencias que se adivinan sociales
y judiciales del propio caso, por supuesto.
Terence Rattigan, por Allan Warren (vía)
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