A veces, cuando visito una exposición o un monumento
determinado, y sé que las fotos no me lo traerán de veras al recuerdo, intento
comprar, si merece la pena, un libro de la Gift Shop
del mismo, que con el tiempo y la lectura me recuerden la experiencia estética,
y que además, de por sí, puedan merecer la pena. Me es más relevante, porque ya
la memoria no puede con todo, y porque creo que con los años, siendo parte ya
de una audiencia más trabajada, los impactos parecen durar menos.
Palm House es la principal instalación botánica del parque (vía)
Kew
Gardens es el parque jardín botánico nacional británico. Está situado a las
afueras de Londres, camino de Heathrow, y es un lugar inmenso que incluye
pequeños palacetes, construcciones ornamentales, un jardín botánico en sí, un
pequeño museo dedicado a reproducciones modernas y clásicas (fascinantes) de
fauna, algunas instalaciones modernas, un bosque aparentemente asilvestrado,
etc… Nunca había estado en ellos hasta este año, era siempre una visita
postergada, pero por fin se dio una serie de circunstancias favorables, entre
la que el clima fue una, la disponibilidad de un día fue otra. A la salida me
enamoré de este pequeño volumen que reproduce uno de los primeros libros
escritos sobre Kew, a principios del siglo XX, con ilustraciones clásicas a
cargo de Edward Bawden,
y que incluye también una historia de la formación y cuidados de los jardines,
no siempre modélicos, desde que en el siglo XVIII se empezaron a diseñar con las
acciones inmobiliaria y botánica de la familia real. Kew es conocido ya en
aquellos tiempos por la presencia del rey Jorge III, que lo utilizaba para
descansar de su locura,
y su abundante familia, caricaturizada hasta el infinito.
Estas caricaturas (algunas expuestas en Kew Palace, las hay
también abundantes en algunas exposiciones en Bath), el facsímil de la obra
original, las adorables reproducciones naif del libro, o los pósters que
invitaban a la población a acercarse a los jardines, adornan un texto histórico
que recuerda algunas instalaciones ya perdidas y otras aún en pie. El volumen
no es crítico sino que forma parte de la sólida (en todos los sentidos)
tradición británica de celebración irónica de lo institucional, acorde
posiblemente con el origen georgiano del parque. El disfrute es casi exclusivo
para los visitantes que, como yo, tal vez por la perfección del día y ánimo,
hayan tenido su pequeño Stendahl un día, en Londres, en el parque. Y demuestra
que no soy el único.
Edward Bawden, por Howard Coster (vía)
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