George Orwell, el autor de Rebelión en la granja y 1984,
fue miembro del Partido Laborista Independiente, ILP, y en los años treinta
viajó a España para apoyar a la República durante la Guerra Civil, alistándose
en las milicias del Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM. Combatió en
el frente contra el ejército nacional, en Barcelona contra los guardias de
asalto del gobierno republicano y las milicias del Partido Socialista Unificado
de Cataluña, PSUC, y tras volver al frente y ser herido consiguió su licencia
para volver a Inglaterra no sin antes vivir la ilegalización del POUM y su
propia persecución por parte del gobierno. Todo esto se narra en Homenaje a Cataluña, esta narración de
sus vivencias en menos un año de estancia en España, pero cuyas conclusiones
sin duda se extienden al menos a la temática de fondo político de sus dos
grandes novelas y supongo que de manera genérica a gran parte de su obra.
Si ya pensaba, sobre todo gracias a Rebelión en la granja, que Orwell era un magnífico fabulador, ahora
debo decir que es estupendo como ensayista, autobiógrafo e incluso historiador
(sabiendo que la falta de perspectiva temporal le aleja de esta figura, pero
consciente de que algunas de sus conclusiones son aparentemente bastante
certeras incluso unos meses después de salir del país). En su caso se unen su
facultad narrativa y dramática con el valor innegable de la experiencia
directa, un trabajo de campo de gran valor. La descripción de la vida en la trinchera
y en las posiciones, la cercanía a los protagonistas individuales de la
contienda desde la primera frase (En el
cuartel Lenin de Barcelona, un día antes de alistarme en la milicia, vi a un
miliciano italiano delante de la mesa de oficiales) y la sufrida rutina del
desastre cotidiano de un país ya de por sí poco organizado pero ahora además en
guerra, inician el relato en episodios cronológicos, y desarrollan a Orwell
como persona en su convencimiento de que Cataluña vivía bajo una Arcadia
revolucionaria, dirigida por los sindicatos y los anarquistas, desde el golpe
de estado y hasta al menos diciembre del 36. Al volver del frente cuatro meses
después, su experiencia en la ciudad es otra (incluso ya la ve cambiada y sin
rastros de revolución), con los hechos de mayo a punto de estallar, y con el
gobierno republicano necesitado de los fondos soviéticos que exigían el fin de
la revolución colectivizadora (Orwell vincula esta exigencia a los intereses
exteriores a España de la URSS) y por supuesto de la facción trotskista del
POUM, prácticamente aniquilada acusada de quintacolumnismo franquista. Orwell
no rehúye el tema, analiza con profundidad política los intereses y
pensamientos de cada facción en el (supuesto) intento común de todas de acabar
con la amenaza fascista a la república, explica por qué cree que la guerra no
se podía ganar sin la revolución (en su opinión, básicamente porque no había
otro modo de convencer al campesinado, en aquel entonces esencial en un país
agrario como España), y establece actos y responsabilidades de socialistas,
comunistas, trotskistas y anarquistas en la guerra civil que los catalanes
tuvieron dentro y añadida a la propia guerra civil española.
Las convicciones antitotalitarias de Orwell se adelantaron a
su tiempo, no tanto por comprender las del fascismo y el nacionalsocialismo
(que en España tomaron las formas que Orwell piensa suavizadas del franquismo
debido al propio carácter español; previó incluso el éxito de ese modelo y su
posibilidad de duración), sino por haber comprobado en su persona las del
estalinismo, que aún tendría unas cuantas décadas de prórroga intelectual en
Occidente. No creo que haya de todos modos en este libro (tan directo y
doloroso como puñetazos a la panoplia de pensamientos de izquierda que resultan
no serlo) paralelismos verdaderamente reales con la situación actual, salvo,
claro está, la circunstancia del arraigo de muchas formas de izquierda (desde
la anticapitalista hasta la coaligada con la derecha, aunque ambas apoyando –o
no- al mismo gobierno) en una Cataluña ideológicamente tan fascinante como incomprensible.
George Orwell (vía)
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