28 de marzo de 2016

Y mientras tanto, en Euskadi… Capítulo II


No es fácil decidir qué libro escoger si se quiere leer una historia del nacionalismo en Euskadi, lo que en gran parte equivale a una historia de su partido central y principal protagonista, el EAJ-PNV. No es fácil por sobreabundancia y porque escribirse y propagarse por escrito ha sido una de las mejores y más lúcidas herramientas de este partido, hasta el punto de que una inmensa literatura está disponible en las bibliotecas municipales bilbaínas, en serio contraste con lo que comentaba respecto al socialismo vasco.

El primer Aberri Eguna celebraba el cincuentenario del día en que Luis Arana reveló el carácter de la patria vasca a su hermano Sabino

Este libro de Santiago de Pablo, Ludger Mees y José Antonio Rodríguez Ranz se divide en dos tomos, y el primero –este que he leído, publicado en 1999- cubre de 1895 (fundación del partido por Sabino Arana) a 1936, con el inicio de la Guerra Civil. Existe un segundo tomo de 1936 a 1979 e incluso una edición que los reúne todos y alcanza a 2005. El libro se favorece de la triple autoría, que se ha dividido los capítulos a tratar sin que ello suponga cambios de estilo reconocibles (tal vez encuentro diferentes estilos en ocasiones en el tipo de notas), y que tal vez haya influido en su análisis objetivo de hechos y circunstancias que aún levantan polémica, a los propios autores también, como bien pensado no podía ser de otro modo. El péndulo patriótico es de todos modos un libro considerado referente: parte de una bibliografía inmensa entre la que se incluye los propios archivos del nacionalismo vasco, su tono moderado es más que aconsejable, y el encaje de las vicisitudes del partido en la maraña histórica española de finales del XIX y primeras décadas del XX es estupendo.

Sabino Arana, según la estatua en Jardines de Albia, Bilbao, cerca de la casa donde nació (foto de Juan Mesa, vía)

Entender el nacimiento, crecimiento y posicionamiento del PNV en la historia vasca y española de los últimos 150 años no es una tarea tan sencilla como pudiera parecer. En términos históricos, los autores abogan por el fracaso por múltiples motivos de las políticas nacionales españolas del XIX, que, a diferencia de las practicadas en otros países europeos, supusieron una fractura por la que se pudieron colar los nacionalismos periféricos. En la particularidad vasca, además, la aparición de las masas obreras inmigrantes resultaban una amenaza para la cultura y tradiciones. El carácter mesiánico de los Arana Goiri aunó conceptos e impregnó la llama en el momento histórico preciso: Sabino es probablemente un personaje más despreciado de lo debido por motivo de su obsesión con razas, apellidos y orígenes, pero su obra es ingente en cuanto a creación de un concepto político de éxito, con clara expansión en muy diferentes clases, y con el concepto JEL (Jaungoikoa Eta Legezarra, es decir, Dios y Fuero) como lema fundamental, obviando la falta de ideología con la adscripción casi furiosa al catolicismo, y manteniendo la relación con España, fuera el Fuero abolido en 1839 y su devolución, el carácter del Concierto aprobado en 1876, o la petición de independencia genérica, como necesario germen de discusión y avance político.

Luis Arana (vía)

El caso es que ya Sabino Arana, normalmente adscrito a la radicalidad más completa del nacionalismo del PNV, ya intentó practicar un acercamiento a vías menos rupturistas por pragmatismo, y consiguió que se sumaran al partido empresarios adinerados (gracias en muchos casos al trabajo de esos inmigrantes despreciados, por cierto) y de alma vasquista más moderada, y ello ya trajo al seno del nacionalismo las dos tendencias en que el péndulo empieza a moverse, la rupturista y la pactista, y su camino común: avanzar mediante el pacto hacia la ruptura. Ya en sus primeros treinta años esto produjo cambios de nombre (la Comunión Nacionalista Vasca), escisiones (el llamado PNV aberriano, Acción Nacionalista Vasca), reunificaciones, dimisiones y expulsiones (las más reconocidas las del mismo Luis Arana, el hermano que revelara a Sabino el secreto de la nación oprimida), pero, en los momentos de consenso, acabó derivando en importantes triunfos electorales, que ya en la Segunda República se tradujeron en mayorías incluso absolutas. No es tampoco que su camino fuera fácil más allá de sus propios planteamientos, ya que el PNV sufrió censura, detenciones, ataques injustos a sus planteamientos, etc… No es lejano en esto al PSOE de aquellos mismos tiempos, un tanto más duros con los partidos emergentes que los actuales, probablemente.

José Antonio Aguirre (vía)

De los propios planteamientos sabinianos parte una excelente organización increíblemente afecta al territorio y trabajada posteriormente con una constancia encomiable. El PNV unificó valores mediante la Iglesia (a través de la cual, con el tiempo, consiguió en gran parte y en un proceso de décadas adueñarse del catolicismo adscrito al antiguo carlismo y sus variantes, al menos en Bizkaia y Gipuzkoa), pero publicó multitud de periódicos de opinión y deportivos, expandió y apoyó el deporte rural vasco, realizaba giras teatrales, inició una decidida campaña en favor del euskera, disponía de una organización femenina (aunque las mujeres no participaban en la vida política del partido) y organizó una expansión territorial que salvo en Navarra llevó a una implantación masiva del partido: creó, en definitiva, el país dentro de su propia estructura como método para que el país se adaptara a ella. Además, salvo en algunos episodios, tuvo una organización interna de elección de cargos razonablemente democrática, a pesar de sus barreras de entrada. Según los autores, le faltó durante muchos años una política económica reconocible, a pesar de contar con un sindicato con el que se atisbaban problemas más que pendulares, pero sin llegar a ello ante los avatares de la historia de los años treinta.

Engracio Aranzadi, Kizkitza (vía). El moderado guipuzcoano hoy un tanto olvidado, pero padre de la prensa nacionalista y constructor del partido en Gipuzkoa, contra el integrismo de la provincia, y el ya secular bizkaitarrismo dominante del PNV.

Este primer volumen desarrolla todos estos elementos con precisión, sin repeticiones innecesarias, y con un buen lenguaje, descriptivo pero dotado de ritmo, aprovechando el que daban los acontecimientos, que en algunos momentos se ponen incluso apasionantes (como en la revolución de octubre de 1934, por ejemplo), o las propias particularidades del sistema electoral español de la época, que influían decisivamente en los propios partidos. La del PNV es tal vez una lucha en mi opinión menos trascendente por el peso continuado, especialmente en aquellos años, del catolicismo más rancio, y porque determinados valores esencialistas de su inicio son difícilmente aceptables (especialmente por comparación), pero el volumen contextualiza motivos y analiza la evolución del partido de manera clara e interesante. Posiblemente he dado con un excelente material de partida para seguir con esta serie, y si tiene alguna falta, esta puede ser la ausencia de perfiles más claros de determinados protagonistas, un tanto ausentes a excepción de Sabino Arana y los un tanto moderados de Luis Arana o Engracio Aranzadi, extraídos más de la abundancia de referencias a ellos. El volumen, también falto de documentos gráficos, tal vez se habría agigantado demasiado, ciertamente.

No es tiempo aún de comentar paralelismos con la época actual, pues quedan muchas páginas por leer…

Santiago de Pablo (vía), Ludger Mees (vía) y José Antonio Rodríguez Ranz (vía)


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