Aunque Colin Wilson es un miembro (que no conocía) de los Angry Young Men,
reconozco que debo esforzarme en encontrar en Ritual in the Dark las características del movimiento que más o
menos conocía. Leo en la Wikipedia
que Colin Wilson fue un filósofo existencialista autodidacta y un escritor
prolífico, y que Ritual in the Dark
es la primera de sus novelas que claramente indaga en la psicología del asesino
en serie.
El protagonista de Ritual
in the Dark es George, un joven solitario no rico pero sí ocioso que
durante una exposición sobre Nijinsky conoce en Londres a Austin, un homosexual
de tendencias sádicas, indecentemente rico y bebedor, viajero y fascinante.
Ambos entablan conversación y descubren en cada uno cierto espejo de sí mismos,
especialmente en su mirada misántropa e individualista contrastada con la
religión, especialmente la católica, y la comprensión de las debilidades humanas. La vida de George
da un vuelco al empezar a relacionarse con los círculos de Austin, pero no
necesariamente los perversos de los bajos fondos, prácticamente ocultos en la
novela, sino algunas de sus amigas de infancia e incluso un enfermo sacerdote
católico que le conoce hace años. Todo ello coincide con una especie de
reedición en 1956 de los asesinatos del Destripador, pues un desalmado está
asesinando prostitutas por Whitechapel mientras la policía le persigue.
Jack el Destripador según Eddie Campbell para From Hell
Creo que Colin Wilson retrata bien la sociedad de los años
cincuenta británica, que aún anda despertándose del shock de la guerra, en la
que aún la religión pesa en el pensamiento y en la vida juveniles antes de la
explosión social que está a punto de llegar, pero en la que ya existe cierta
libertad sexual, la posibilidad de discutir valores tradicionales, y algunas
psicologías más liberadas que las retratadas por Ian McEwan en Chesil Beach. La sensación es extraña:
los protagonistas se tratan en todo momento con una educación exquisita, tienen
conversaciones cultas sobre los crímenes, el arte, la función de Dios, y las
pasiones humanas, en un educado y correctísimo inglés académico, mientras la modernidad se cuela en forma de horror y
asesinato, perversión, y apuntes de pederastia y homosexualidad.
Lo que debía ser un perfil arriesgado de personajes hace
cincuenta y cuatro años ahora queda dibujado sólo en forma de valor histórico.
George es un heterosexual que acepta en igualdad la tendencia de su amigo
Austin, pero la novela hace al homosexual perverso y sospechoso, y fuente de
todo el problema existencial a discutir. George no es un joven airado, ni es
crítico hacia la vida de millonario disipado que Austin lleva; la relación
entre ambos no es lejana a tantas otras que ha dado la literatura inglesa (Retorno a Brideshead sería un ejemplo
canónico), tensión sexual no resuelta incluida, y puede que la mayor disonancia
de la novela sea ver un carácter taciturno pero fuertemente asentado como el suyo
dejarse llevar por una vida ajena, si bien esto se explica por su aburrimiento
vital y el hecho de que ese arrastre viene sembrado de cultura y arte. La
historia de thriller, por su lado, es correcta y clara, aunque para llegar a la
resolución hay quizá demasiadas reiteraciones en los hechos.
Colin Wilson (vía)
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