Como en varias de sus novelas anteriores, Mario Vargas Llosa
cuenta en El héroe discreto dos
historias diferentes con paralelismos o conexiones más o menos casuales. El
héroe del título es un modesto empresario transportista de Piura, con mujer,
dos hijos y amante, a quien unos extorsionadores piden dinero a cambio de
seguridad, a lo que él se niega, poniendo el asunto en manos de la policía,
donde el sargento Lituma trabajará en el caso. Por su lado, en Lima, otro
personaje de una novela anterior de Mario Vargas Llosa, don Rigoberto, recién
jubiliado y que planea un viaje cultural a Europa con su mujer, se enfrenta a
dos problemas: por un lado, los hijos del dueño de la empresa de seguros para
la que trabaja le acosan por haber sido testigo de la boda de dicho hombre con
su empleada de hogar cuarenta años más joven; por otro, su propio hijo
adolescente tiene conversaciones frecuentes con un hombre misterioso al que
nadie conoce pero que conoce a todos, y que se le aparece en lugares
insospechados con intereses ambiguos.
Piura (vía)
Además de las dos historias paralelas y convergentes, Vargas
Llosa usa como siempre de manera magistral su técnica de cruce de diálogos en
cada una de ellas, tejiendo escenas que suceden en diferentes tiempos y
lugares, con gran agilidad y haciendo avanzar acción y relaciones entre
personajes.
El héroe discreto
parece en muchos sentidos una novela de recuperación. Mario Vargas Llosa
recupera un par de personajes de sus novelas anteriores, vuelve también al
Perú, tanto a la alta sociedad limeña como a una ciudad poblada por cholos, y escribe con gran profusión de
disfrutable vocabulario peruano. La maestría narrativa está ahí, pero el
edificio tiene menos fuerzas que en ocasiones anteriores. ¿Por qué? Tal vez en
lo estrictamente dramático las dos tramas son en exceso previsibles, y, en el
caso de la limeña, incluso está mal cerrada. Tal vez la posible profundidad
humana de las mismas queda un tanto desdibujada por dichas resoluciones, pues
la resistencia honorable y reconocible del acoso es un asunto que como tema
moral depende también del carácter del acosador, cuya concreción aquí no es
relevante más allá de lo privado o personal, y que no alcanza tampoco un plano
abstracto (como sería el estilo de Michael Haneke en Funny Games o Caché, por
poner un ejemplo). De este modo, y sorprendentemente en la novelística de
Vargas Llosa, pareciera que todo se reduce a mostrar los peligros algo
maniqueos y superficiales que los esperables hombres de bien tienen por parte
de seres simplemente envidiosos, vagos y celosos, a causa de construir riqueza
y país.
Desprovista por ello de la hondura psicológica de los
personajes que en general eleva las novelas de Vargas Llosa a obras maestras, El héroe discreto es un título
placentero de leer por la técnica fluida de un autor experimentado, pero poco
trabajada, sin el equilibrio entre divertimento y profundidad literaria que
normalmente atesora su autor.
Mario Vargas Llosa (vía)
Con Llosa me ocurre lo que con Saramago, les reconozco la maestría pero...
ResponderEliminarPues en este caso hay que añadir que esa maestría es exclusivamente técnica y por partes, que no llega más allá, lamentablemente. Espero que MVLL no se convierta en uno de estos Nobeles que baja su calidad estrepitosamente tras su premio. A Saramago no le pasó del todo, pero algo hubo en la churrera de metáforas y simbolismos en que se convirtió su obra final.
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