Con lógica edita este cómic el servicio editorial del propio
Museo del Louvre: no sólo está el Louvre en el título, sino que la inauguración
del palacio (anterior residencia de los reyes franceses) forma parte central de
los hechos, así como el discurso artístico, personalizado en Jacques-Louis
David, de la Revolución Francesa, lo que permite al libro exponer varios
cuadros principales de su colección. La iniciativa parte de una invitación a
realizar cómics que pusieran en escena el museo francés.
David es el hilo y personaje central de esta historia. Amigo
y correvolucionario de Robespierre, éste le encarga dos cuadros, un retrato de
la muerte de Joseph Bara (un adolescente mártir de la Revolución) y otro del
Ser Supremo, el ideal racional con que Robespierre quería sustituir la idea de
Dios en el pueblo francés. Para ello David busca efebos simétricos y perfectos
que le devuelvan una imagen de perfección, y lo encuentra en Jules, un
extranjero de origen judío con muchos enemigos.
Debo reconocer que no había visto la Revolución Francesa
contada así, con estos niveles de lectura (política, artística, religiosa y
sexual), y con una resolución plástica tan sabia y contundente. Escogiendo varias
fechas significativas del calendario revolucionario, los autores usan un breve
texto, una imagen destacada, y unas escenas en viñetas a veces convertidas en
bocetos o esquemas, casi storyboards, como símbolo de un arte (o un ser supremo, o un efebo perfecto, o una política justa) que nunca consigue definirse. La emoción
está bien conseguida en su transición del gran escenario político al salón
privado o al estudio del artista -con los cuadros simbólicos de varios mártires
presidiendo la acción y la vida-, y, especialmente, al detallado rostro de
personajes en medio de múltiples confusiones y construcciones. Cada capítulo
termina de nuevo con texto, como si las imágenes debieran terminar. Y en medio
hay recursos simpáticos y eficaces, como señalar el acento de un personaje
cambiando los signos de sus vocales en los bocadillos.
La muerte de Joseph Bara, de Jacques-Luois David
Jean-Claude Carrière es un veterano guionista
cinematográfico, muy conocido por haber sido un colaborador habitual de Luis
Buñuel, aunque ha trabajado para muchos directores e incluso como actor. No soy
capaz de reconocer en El cielo sobre el Louvre una pauta autoral respecto a la
obra que conozco de él, y creo que es su primer trabajo en cómic, en el que es
posible que el principal peso autoral recarga en Yslaire (Bernard Hislaire), coautor del
guión y dibujante, que hace gala de un dominio espléndido del dibujo y color, y que es un autor reconocido de bande dessinée. El
libro encierra una mirada obvia al trabajo del artista plástico, a su pasión e
intenciones, al significado e importancia de su obra y los detalles de la
misma, y a la capacidad de éstas para ser discurso social y político. Es también
un viaje a la estética particular de David, cuyo clasicismo en respuesta al
decadente rococó borbónico fue la imagen de la Revolución, y cuyo cuadro al
final del libro lo cierra en múltiples aspectos.
Robespierre visita el estudio de David
Uno de esos aspectos, el
histórico, es especialmente interesante por cuanto El cielo sobre el Louvre es también
válido como texto educativo sobre la Revolución Francesa, fenómeno
polisémico lleno de acontecimientos concretos que han llegado a nuestros
días como objeto de multitud de interpretaciones, a las que este libro se suma
gozosamente.
Jean-Claude Carriere (vía)
Yslaire (vía)
Pues que interesante, ¿no?
ResponderEliminarAdemás de excelente...
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