Hoy empezaré con un tópico: es increíble que una persona que
en el trato cercano parece tan adorable como Chuck Palahniuk escriba novelas
como las suyas. La postmodernidad cínica y la imposibilidad de salvación,
sumados a sus pequeños apocalipsis sin asomo de ternura, pero sí cierto sadismo
irónico, se antojan incompatibles con un hombre que en sus firmas de libros se
encarga de hacerse fotos con los fans que se lo piden… ¡abrazándose a ellos!
Así al menos lo hizo justo hace un año en el festival Gutun Zuria de Bilbao, donde conseguí bonitas dedicatorias de mis ejemplares de Fight Club y Survivor.
Lullaby es la
tercera novela de Chuck Palahinuk que leo. Mientras que Fight Club me pareció un libro excelente, Survivor sin embargo me dejó más frío, como si en realidad
Palahniuk repitiera casi completamente el discurso, el método y la técnica,
sustituyendo los acontecimientos, que son originales sin duda, trepidantes de
continuo, socialmente amenazadores siempre, y… un tanto agotadores. Por ello
acuñamos entre Daniel Figuero y un servidor el término efecto Palahniuk-Nothomb para referirnos a estos autores prolíficos (tanto Palahniuk como Amelie Nothomb
escriben una novela al año), que buscan y encuentras tramas originales con que
subrayar mediante metafóras irónicas y a veces impactantes, no exentas de
carácter parabólico, los males de la sociedad actual.
En Lullaby, un
periodista que investiga la muerte súbita de bebés descubre que todos los niños
murieron tras haberles leído un poema concreto, una especie de hechizo capaz de
matar inmediatamente a quien lo oye, o a aquel en quien se piensa cuando se
recita. Conoce a una mujer que trabaja en una inmobiliaria extrañamente
especializada en casas encantadas, que también conoce el hechizo y lo maneja
para enriquecerse. En compañía de ella, de la ayudante de la mujer en la inmobiliaria,
y del novio de ésta (un neohippy que publica anuncios en periódicos para
fomentar demandas contra empresas), viajan por los Estados Unidos intentando
localizar todas las copias del libro para destruirlas, además del libro
original, que acaba conteniendo diferentes hechizos añadidos con diferentes
formas de poder…
No diré que el conjunto de ideas no pueda ser atractivo,
pero el plato y su presentación son indigestos: la excesiva repetición de
situaciones, una machacona reiteración de frases, y un esfuerzo continuado por
lo chocante, acaban siendo subrayados y estropean momentos excelentes, que
existen, por su carga irónica y su lucidez social. Tal vez sea un libro
excesivamente largo, que se habría beneficiado de un recorte de páginas e
incluso de una narración menos asumidamente provocadora, y habría ganado
efectividad. Las 300 páginas de Lullaby
se antojan excesivas frente a las 210 de Fight
Club, que, sin embargo, aspiraba a narrar más cosas de mayor calado, con un
mejor personaje y metáforas más efectivas. Claro que Fight Club es una primera novela, tal vez trabajada durante años, y
las demás pueden estar afectadas de la falta de pulido que tienen las obras de
temporada, y que supuestamente la experiencia debería ayudar a combatir.
Chuck Palahniuk en Bilbao
(Las fotos de Chuck Palahniuk de esta entrada están
realizadas por Javier Bellido)
El efecto Palahniuk, recuerdo que tuve que preguntaros.
ResponderEliminarPues sí que es una lástima, el planteamiento mola. Poemas y hechizos… Sin duda la palabra es un instrumento poderoso.
Esa es gran parte de la idea, lo peligrosa como arma que puede ser la palabra. Viniendo de un escritor de habitual irónico y nada sospechoso de reaccionario, hay que reconocerle la retranca...
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