La personalidad de Slavoj Zizek es arrolladora, y sus obras
son un fiel reflejo de ello. En Violencia,
publicado en 2008, recoge seis ensayos distintos en los que da su visión sobre
el origen y tipos de violencia. La razón de su reflexión, el inicio, son los
conflictos en la banlieue de París en
2005, que pretende explicar y encuadrar en el mundo actual. Pero en su objeto
de estudio están también los ataques terroristas, el caos en Nueva Orleans tras
el Katrina, o, por supuesto, el conflicto palestino-israelí. Zizek no sólo
analiza la violencia física, este tipo de ataques que recogen los medios a la
vez que nos anestesian para que no actuemos contra sus causas, sino la
violencia sistémica que el mantenimiento del statu quo mundial, nacional u organizacional impone.
París, octubre de 2005 (vía)
Leer a Zizek es dinámico y entretenido. Además de tener una
potente base argumental en su erudición y cultura, trabajadas con gran poder de
interpretación, es provocador por naturaleza, y combina con desparpajo pero tino
desde el pensamiento de filósofos y psicoanalistas al análisis, como crítico
cultural que es, de películas de cine. En Violencia
encuentran acomodo las éticas de Kant y las metodologías de Nietzsche,
Descartes, Heidegger, Hume y Smith, y las dialécticas de Hegel y Marx.
Pensadores actuales como Huntington, Fukuyama, Habermas, Sloterdijk, o
Glucksmann. También Freud y su admirado Lacan. Pero la densidad que esta alta
cultura puede suponer se refleja en una prosa limpia y seguible, y se alterna
con la exégesis de momentos clave de Algunos
hombres buenos, El bosque, Dogville, Psicosis, El fugitivo o Hijos de los hombres. La literatura
tiene menos presencia, apenas hay un pertinente comentario a Houllebecq.
Con lo potente y convincente que es, el poder de provocación
de Zizek a veces pierde el argumentario, y tal vez debería rebajarlo. Algunas
tesis más bien laterales (que la Iglesia como institución lleva a la
pederastia, y por lo tanto un pederasta nunca traiciona a la Iglesia; que los
activistas contra la pena de muerte se arrogan el derecho de gracia con la
misma perversión que sus promotores el derecho de matar) requerirían mucho más
trabajo que un párrafo, y parecen estar ahí para epatar. Por momentos, Zizek,
que explica excelentemente la violencia del mundo hegemónico occidental –su
análisis respecto al fundamentalismo religioso y el conflicto de Medio Oriente
(guerra de Irak incluida) es brillante- se acerca claramente a posiciones
revolucionarias, y acaba con un capítulo dedicado a lo que llama (cortesía de
Walter Benjamin) violencia divina,
donde se explica su papel en el progreso que nace del cambio social, la
imposibilidad de sus agentes de conocer en profundidad la trascendencia de su
violencia (siempre la creerán de origen divino),
y donde se resalta la violencia de no
actuar. Aunque se olvida, creo yo, del análisis del papel de las víctimas,
cuya reducción en el estudio no considera su trascendencia (de hecho es la
–tópica- parte menos sólida del análisis del conflicto israelí), que queda sin
encajar dentro del hay que endurecerse
sin perder la ternura del Che Guevara o el Love without cruelty is powerless; cruelty without love is blind,
de Kant, Kierkegaard y… Robespierre. ¿Cómo se establece la línea entre amor y
crueldad? Sé que no es argumento para parar el cambio, pero ¿quién sabe si ese
cambio es el adecuado?
Londres, agosto de 2011 (vía)
Violencia es muy
interesante, lúcido, y polémico. Puede no estarse de acuerdo, puede echarse en
falta una historia de las consecuencias de las violencias (aunque iría en
contra de la generalización que necesita el estudio); y puede acusársele de
occidentalismo, desde luego. Pero está maravillosamente escrito y razonado. Es
cierto que al lector habitual de Zizek le sonarán demasiado varios de los
argumentos y ejemplos, porque yo mismo se los he leído en otros libros o visto
en videos (el autor recicla, no lo duden). Zizek conoce el mundo en que se
mueve y le ofrece una pieza de pensamiento profundo envuelto en el caramelo de
la actualidad y la cultura pop, y supongo que así ha conseguido publicar más de
cuarenta libros.
Foto Slavoj Zizek (vía)
Me da la impresión de que esas concreciones que echas de menos igual darían un poco de dispersión al texto, al menos por lo que parece desprenderse de tu reseña. Conoces mi alergia al reduccionismo (http://www.enpalabras.com/blog/2011/11/una-carta-%c2%bfa-quien/ ) porque hay temas que necesitan aproximaciones hacia los supuestos de base, por eso me parece importante tener en cuenta para analizar esa creencia de origen divino y la violencia de “no actuar”. El silencio legitima (http://www.enpalabras.com/blog/2011/12/aniquilacion-por-omision/ ) todo tipo de catástrofes (http://www.enpalabras.com/blog/2012/03/colaborando-treme-el-ritmo-de-la-tragedia/ ).
ResponderEliminarPrecisamente sobre Robespierre leía esto hace unos días http://elpais.com/elpais/2012/12/05/opinion/1354721317_803498.html
Lo siento, hoy tu blog no me aceptaba código para incrustar los enlaces. Y prometo no poner más en lo que queda de año, es que me inspiran tus reseñas :)
Bueno, faltaría más, yo no tengo ni idea de cómo hacer eso de incrustar enlaces en los comentarios, pero las referencias me las miro, claro. Este tipo de libros son difíciles, para llegar a su equilibrio entre detalle y generalización hay que tener un conocimiento profundo y una capacidad de resumen exquisitas. No siempre es así, pero además es terreno abocado a las críticas. Así que habrá que admitirle el riesgo a la apuesta, ¿no?
ResponderEliminarBueno, ya sabía que tenía que seguir leyendo a Zizek y tu reseña me lo ha confirmado. Lo único que he leído (hasta ahora) es "En defensa de la intolerancia" y, aparte de la evidente intención de provocar - que está muy bien cuando se pretende cambiar mentalidades y algo más si fuera posible - me parece brilante en sus análisis que, muchas veces muestran aspectos insólitos, no contemplados por nadie pero no exentos de razón. Por eso merece la pena, porque dice lo que no dice nadie. Pero, como bien dices, a veces defiende tesis algo peregrinas y no se entiende muy bien por qué lo hace (ya provoca bastante cuando habla en serie). Es que no puedo creer que su defensa de la clonación humana (también, aunque menos, sus curiosas del tamagochi) estén planteadas en serio.
ResponderEliminarAl el asunto de la violencia y derivados le doy vueltas en el último post de mi blog a propósito de un libro que ha vuelto a recuperar vigencia.
Saludos
creo que lo expresas estupendamente, no me atrevo a añadir más. Me gusta el argumento de la utilidad a la hora de cambiar mentalidades, aunque me queda en el fondo el deseo de que esas mentalidades, más que cambiar, al menos reflexionen con base y argumentos racionales por qué están dónde están. Sería un paso!
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte, Molina. Adoro a Ang Lee pero su último trabajo no lo he visto y no conozco la novela. A priori me producía una pereza mortal...