El último libro de Paul Auster hasta la fecha no es una
novela. Su título, Diario de invierno,
indica que se trata de un diario, pero éste no tiene las entradas
convencionales, con su fecha. Se acerca a la autobiografía pero menos al libro
de memorias, pues aquí no existen crónicas de logros profesionales, de famosos
conocidos, ni revelaciones espectaculares. ¿Qué es Diario de invierno? Yo lo llamaría un relato del cuerpo.
A los 64 años, el pesimista Paul Auster se levanta cada día
en el invierno de su vida, y lo hace con consciencia de ser un cuerpo presente
que se revela en dolores y dolencias, manifestando su dictadura sobre la vida desde
un título que ya tiene un rasgo bélico, el de las campañas en la peor estación
del año. Auster, cual esclavo, cuenta los avatares, los muchos sucedidos, que
lastimaron, alegraron o hicieron responder a su cuerpo. El libro contiene una
crónica/recuento de golpes, enfermedades, amantes, encuentros, las ciudades en
que el cuerpo vivió, las camas en que el cuerpo durmió…
Paul Auster tal vez sea el último gran escritor norteamericano que vivió como joven amante de la literatura en París. (El mercado de libros viejos del Sena, según Ernest Descals, vía)
Sorprendentemente, este contarnos
su vida de Auster resulta fascinante. Su opción es posiblemente tan
impúdica como la de un reality, un desnudo frontal que deja su intimidad al
descubierto (y comercializada en forma de libro a la venta), pero el tono
resulta de una honestidad y cercanía devastadoras. Su humildad humanista no se
me antoja automisericorde, sino dolorosa por participar de una condición
limitada. Y el arte de Auster consigue que el interés no decaiga a pesar del
catálogo de sucesos cotidianos y anárquicos que supone una vida.
¿Cómo lo hace? Simplificando la frase (técnica marca de la
casa), con una carga emocional continua en los sentidos, lo que permite
trasladar al lector las experiencias de Auster con nitidez corporal, y con algo
más literario de lo que parece: una sibilina estructura aparentemente lineal,
que se revuelve de continuo y recupera el pasado y avanza el futuro, recreando
su propia vida como si hubiera un camino y se pudiera sospechar, subconscientemente
y sin éxito, que la vida tiene sentido. Y, por supuesto, Diario de invierno es para los amantes de la obra de Auster un
conjunto de claves que explican obsesiones e intereses literarios, y las trazas
de los episodios de su vida que reconocemos en sus novelas resultan
estimulantes para un estudio completo del autor. A mí me gusta que además esto
no parece buscado, que llego a creerme que es un producto que se origina en las
tripas más que en la cabeza o el bolsillo.
Entendería que hubiera quien rechazara el libro, cuya trama novelesca
es obviamente poco interesante. Pero su tesis, de existir, la de que somos
materia que relatar, que en el relato de esta materia está la vida, está
expresada de manera muy bella.
Recuerda, cuerpo, no sólo cuánto fuiste amado,
no solamente en qué lechos estuviste,
sino también aquellos deseos de ti
que en otros ojos viste brillar
y temblaron en otras voces – y que humilló
la suerte.
Ahora que todos ellos son cosa del pasado
casi parece como si hubieras satisfecho
aquellos deseos – cómo ardían
recuerda, en los ojos que te contemplaban;
cómo temblaban por ti, en las voces, recuerda, cuerpo
(Recuerda, cuerpo… , de Konstantinos Kavafis, traducción de José
María Álvarez)
Hacía tiempo que había dejado de leer a Auster, no por nada, sino porque intuía algo repetido que siempre me remueve. Desde La invención de la soledad he considerado a Auster uno de aquellos escritores-amigos con los que me he identificado en partes fundamentales del proceso de su vida. Diario de invierno me encantó. Me enganché nada más empezar y me sentí “tocado y hundido” en el episodio de la presentación de su libro con aquel actor francés famosos. Visualicé cada una de las casas en las que estuvo mientras repasaba paralelamente todos aquellos escenarios de mi vida y, entre alegre y sorprendido, me reconfortó ver descrita en su vida la mía [con sus diferencias], con todas sus miserias tan dignas…
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la reseña que has hecho: justa, comedida, directa y elegante. Perdona por el desorden de mi comentario. Un abrazo Goio!
Realmente maravilloso el poema. Si la reseña ya me estaba incitando a reconciliarme con tu (vuestro, incluyendo a los comentaristas que comparten afición) amado Auster, el que te haya hecho evocar, y trasladarnos, este bello poema ya me ha terminado de convencer.
ResponderEliminarObviamente, yo no podré reconocer esas trazas de los episodios de su vida que se han ido filtrando en sus novelas pero puede que ese conjunto de claves me sirvan para entender, aunque no me enamore, ese eterno pesimismo que tanto rechazo me produce. Sobre todo si, como dices, parece que se origina en las tripas más que en la cabeza o en el bolsillo.
A ver si me quito en esta espina que tengo con Auster…
Me gusta, Manel, el concepto de escritor-amigo, y es particularmente aplicable a Auster. Aunque supongo que todo escritor preferido por un lector pueda ser considerado más o menos así, las tramas personales de este autor, su cercanía y comprensión/entendimiento hacia cada uno de sus personajes y sus libros biográficos dan mucho sentido a la expresión. La invención de la soledad es otro texto de introspección triste, y cuando lo leí en su día hará algo más de diez años no le vi el papel que ahora diría que tiene en su literatura, el dividir aquel tiempo en que se obsesionaba con la paternidad como hijo, y el actual, en que más o menos es al revés (o esa impresión tengo en esos últimos libros de él que no has leído).
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras y me gusta que la reseña te parezca adecuada. Tu comentario no merece pedir perdón, yo no le veo desorden. Tal vez mucha pasión, y es estupendo que la literatura la despierte!
De Kavafis, Isabel, no se conservan muchos poemas, por lo que uno puede hacerse una lectura rápida de sus cositas sin que le llegue a cargar demasiado. Casi siempre es tan ligero y evasivo (y bello), y es un poeta griego moderno que entronca muy bien con la lírica clásica griega, porque usa referentes similares con inteligencia. Curiosamente, su poema más conocido es más bien político, y aplicable a toda época: 'Esperando a los bárbaros'. Disfrútalo: http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/euro/cavafis/esperan.htm
ResponderEliminar¡Que bueno!
Eliminar"¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución"
Sin comentarios.
Es lo que tiene el desnudarse de verdad, nunca es lo que esperas, pero al final sólo queda un campo devastado.
ResponderEliminarMmmh... posiblemente estamos educados en el pudor para que evitemos desnudarnos de verdad a menudo. Me temo que así se evita que alcancemos un conocimiento demasiado profundo de nosotros y del mundo que, tal vez, nos sacara de los renglones establecidos
ResponderEliminargracias, Javier!
'Diario de Invierno' es un Auster menor! No acabo de pillar ese recurso a la segunda persona para hablar de sí mismo. Aún así, es Paul Auster!!!!
ResponderEliminarhay que recordar que en inglés el 'you' no siempre tiene el sentido de segunda persona tan claro que le vemos en castellano, y que puede referirse a un tercero en reflexivo, como en 'you never know'/'nunca se sabe'. Entiendo que es una forma de distanciarse del cuerpo al que narra, de intentar verlo desde fuera. Por otro lado, la segunda persona apela mucho al lector, le obliga a identificarse con el personaje, y en cierto modo puede ser agresiva.
ResponderEliminarTb puedo entender que se vea como menor en el sentido de que se olvida de la ficción en la que ha tenido éxitos variados y parece hacer una memoria. Pero esta es tan distinta, me resulta tan humana y en mi caso me conmovió tanto que por eso lo considero de sus mejores libros de los últimos años. Es un libro además de ejecución muy difícil (en general Auster se pone grandes retos en sus libros), y con un tono criticable. Por eso su equilibrio me resulta incluso conmovedor.
Gracias por pasarte y comentar!