Verano y amor es
una novela de algo más de doscientas páginas, escrita por un hombre de 84 años,
con tintes autobiográficos. Está ambientada en un pueblo irlandés a finales de
los años 40 del siglo pasado y cuenta la historia de amor que sucede durante un
veranos entre Florian, un chico de poco más de veinte años que quiere vender la
casa de sus padres fallecidos para poder emigrar, y Ellie, una huérfana casada
con un viudo del pueblo vecino que cuida con él una granja de ovejas. Al principio
del verano se conocen casualmente e un funeral, y las visitan del joven van
causando habladurías en el pueblo. Para Ellie esto significa conocer de verdad
el amor porque su matrimonio fue de conveniencia, pero a Florian le produce
muchas dudas pues no quiere aplazar su viaje. Entre esto, las motivaciones del
marido y las de una mujer del pueblo que recuerda su propia historia pasada se
enreda una historia más apasionante de lo que parece.
La historia del viudo u hombre mayor que se casa con una
mujer mucho más joven que encuentra el verdadero amor en otro joven llegado al
pueblo no es precisamente nueva, y si la localizamos en Irlanda encontramos
desde canciones referidas al tema a un referente cinematográfico tan potente como La hija de Ryan (aunque no hay política, añadamos que el pueblo tiene un tonto que resulta
esencial en la trama).
Así que, obviamente, lo apasionante es como está escrita la
novela, que en vez de ponerse apasionada o romántica, mantiene siempre un tono
simple y descriptivo, en el que el amor se cuela entre las precisas frases que muestran
cómo desarrollan su vida cotidiana y su trabajo los personajes que vivían una
situación de difícil exposición, y que siempre buscaban detalles que
significarían un amor o lo contrario. Cualquier situación en que el amor no
puede expresarse públicamente, tratada con sensibilidad y profundidad, debo
reconocer que suele llegarme. Verano y
amor tiene además momentos extraordinarios, por las relaciones entre
personajes y sus motivos, y algunos casi epifánicos en su resolución; es uno de
los rasgos que emparentan a este autor con su compatriota James Joyce, y que
hacen de su final un episodio magnífico.
No lo recordaba, pero William Trevor es el autor de El viaje de Felicia, y recientemente ha
publicado Una relación perfecta,
también con estupendas críticas. Habrá que seguirle.
No sé a ustedes, pero esta foto de William Trevor (por Eamonn McCabe, vía) me transmite algo entre tranquilidad, bondad y sabiduría. Si alguien propone como definirlo...
Yo me inclino por BONHOMIA.
ResponderEliminarAfabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento.
Del francés bonhomie
La voz bonhomía es un galicismo: está incorporada en el léxico francés desde el siglo XVIII. Formada por ("bon"): bueno y ("honme"): hombre. La bonhomía es la sencillez unida a la bondad en el carácter y las maneras.
Un saludo, Goio!!
Ah, muchas gracias! Pues sí, bonhomía podía encajar. La novela además muestra ternura y comprensión hacia cada personaje, y la tentación de cargar las tintas en alguno debe ser difícil de evitar!
ResponderEliminarGraaacias, Paulino, encantado de verte por aquí!
Me quedo con esta recomendación Goio, sí, habrá que seguirle. Encaja con las nuevas rutas de lectura que he abierto desde mi escapada por tu tierra. Por cierto, que nos sacó Iago una foto magnífica que tengo que mandarte.
ResponderEliminarMe anima lo de que está bien escrita, y coincido contigo en esto que dices: "Cualquier situación en que el amor no puede expresarse públicamente, tratada con sensibilidad y profundidad, debo reconocer que suele llegarme"
Anoto también el apunte de Paulino, me gusta bonhomía.
Abrazos!
Será bienvenida la foto. Aprovecha para decirle a Iago que faltan MUCHAS de todo el periplo madrileñobilbaino por enviar...
ResponderEliminaradelante con william trevor, no creo que te arrepientas!
Leído y disfrutado. Me ha gustado el sereno distanciamiento en la descripción de esos universos individuales que al fin, no son más que instantes en el cómputo global del tiempo. Me queda la curiosidad (que desvelaré cuando lea otras obras suyas) de si esa serenidad descriptiva se debe a la edad o forma parte de la mirada del escritor, auque pienso que tal vez pudiera ser producto del sentimiento de fugacidad viajera que probablemente forma parte de su propia biografía.
ResponderEliminarCuriosamente es un libro del que no he extractado ninguna frase, algo que me suele ocurrir con casi todo tipo de lecturas, lo que me queda es un sentimiento general. Quizá como intuyendo cual puede ser mi propia perspectiva dentro de unos años con respecto a muchas vivencias. O tal vez porque en ese escalado estructural de lo íntimo-privado-público, hay un excelente juego de perspectivas a través de la mirada de distintos personajes y edades respecto a anhelos, frustraciones y expectativas propios de la juventud. Un curioso juego de proyecciones, no sé si asimiladas o simplemente asentadas, en lo que al final es la única verdad, que la vida sigue su curso porque “amanece, que no es poco”.
Besos! :)
Literariamente, si lo piensas, puede considerarse un triunfo que el autor no caiga en la tentación de expresar grandes pensamientos, ni en su relato ni en los diálogos de sus personajes (a los que posiblemente no les correspondería hacerlo). En mi opinión, eso aumenta el arte de este libro tan bien conseguido, porque deja sentir al lector según su propia lectura, sin la imposición del autor.
ResponderEliminarTienes mucha razón en la interpretación del juego de miradas sobre lo íntimo, lo privado y lo público, y en su imbricación, que sabemos inevitable pero que aquí es inexorable. Tal vez no determinista, pero sí decisiva. Al final, je, no has extraído ninguna frase, pero obviamente llevas el tema a obsesiones propias (a mí también me pasa y convenientemente llevado y razonado me parece estupendo, por supuesto).
Y por supuesto es una alegría que hayas disfrutado con un libro recomendado específicamente aquí! Gracias por ello.
Completamente de acuerdo, un triunfo literario… y personal. Supongo que es también parte de mis obsesiones, el distanciarme de la anécdota, esa media distancia que es en la que realmente me siento cómoda. La serenidad del conocimiento con perspectiva.
ResponderEliminarGracias a ti por la recomendación y por este enriquecedor ejercicio de miradas. :)