Pierre Lemaitre es un escritor francés de novela negra. En Recursos
inhumanos escribe una obra de carácter social ambientada en el mundo
laboral, con diversos niveles, pero especialmente centrada en la enorme
competitividad entre directivos. Alain Delambre es un director de recursos
humanos que lleva años fuera de sus puestos de trabajo habitual y trabajando en
una empresa de paquetería. A Delambre le surge la oportunidad de participar en
un proceso de selección cuya prueba final consiste en participar en un
simulacro de toma de rehenes. Los rehenes serán los directivos de la empresa
contratante (excepto su presidente). Delambre o uno de sus competidores ganará
su puesto si consigue información relevante de los directivos, de modo que la
empresa gana un trabajador hábil para procesos de gran estrés (como cerrar una
planta de producción) y a la vez descubre debilidades de sus actuales
dirigentes. El proceso está controlado por una consultora innovadora que lo ha
propuesto y por una empresa de seguridad dirigida por un feroz antiguo ex militar.
A Delambre le mueve no sólo la necesidad de un trabajo y el recuperar su nivel
económico, sino su propio prestigio en su familia y un importante orgullo
personal. A la empresa contratante, lógicamente, le mueven literariamente los
mecanismos más soeces, probablemente excesivos en su presentación, del
capitalismo neoliberal.
Las cosas, por supuesto, no salen exactamente como se
esperaban.
Pero tampoco el resultado de la novela es acorde con el
planteamiento supuestamente crítico que tiene. Recursos inhumanos se
divide en tres partes: ‘Antes’, ‘Durante’, y ‘Después’. El centro de esta
acción es lógicamente el secuestro que sucede en ‘Durante’. El ‘Antes’ es la
historia narrada por Delambre sobre su vida actual y su acceso a la prueba de
selección, más su inhumana y alegal manera de prepararse para el mismo. Este
capítulo está lleno de infortunios que alimentan su rabia contra el sistema y
que van acelerando la acción, diría que subiendo los niveles de adrenalina de
la propia novela. Cuando el clímax del secuestro va a suceder y Delambre ha
sobrepasado los límites soportables por el lector (de hecho, se ha convertido
en un mecano desesperado y desagradable), Lemaitre tiene la buena idea de dejar
que ‘Durante’ lo narre el ex militar que lógicamente está presente en el
simulacro. En ‘Después’ es de nuevo Delambre quien vuelve a narrar, pero la
trama ya no puede mencionarse sin destripar demasiados acontecimientos que son
los que justifican la lectura de un texto endiablado.
Leyendo Recursos inhumanos he recordado varias veces
el juicio que un personaje de Buen
trabajo (David Lodge) realiza sobre la novela como constructo y artefacto
productivo de origen, ejecución, y distribución capitalistas. En teoría,
Lemaitre denuncia que el capitalismo es feroz y deja víctimas allí donde pasa y
también entre sus peones principales, pero en realidad su novela se acerca a
ese tipo de artefacto mencionado: Lemaitre no hace sino generar tramas
continuadas mediante una acumulación de historias paralelas muy agresivas y
equívocos múltiples, con un ritmo tan trepidante como aturdidor, por momentos
ciertamente embriagante. Frente a esto, apenas consigue hacer real a su
personaje, al que su extraordinaria rabia le explica su enojo, pero no su
catálogo de capacidades sobrevenidas y extraordinarias que alumbran su paso por
la novela. El carácter mecánico ya estandarizado de este tipo de novelísticas
se afianza con un escaso interés en los personajes. A la novela le cae también
una interesadísima elipsis al lector, que constituye una elaborada mentira dado
el tono hiperrealista del relato, donde cada movimiento de Delambre ha sido
detallado, donde nada se ha dejado a la especulación del lector.
Recursos inhumanos es coetánea de un buen montón de relatos literarios y cinematográficos sobre circunstancias laborales de los directivos y en los que los procesos de selección a menudo tan absurdos son la estrella (Arcadia, El método, Recursos humanos). Lemaitre retuerce aún más el género, aunque se base en una historia real, lo trufa de innumerables referencias literarias (si bien poco subrayadas, bien por él), y construye su propio artefacto, utensilio, casi empresa… pero no se aproxima a personas de carne y hueso -que no consigue crear-, sino que en su ironía postmo un tanto cínica y estereotipada, basada en una competitividad de tramas y en una explotación de emociones primarias, por momentos supera el aturdimiento y alcanza el disgusto.
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