Difícil resistirse a un título tan
contradictorio como El banquero
anarquista, el primer relato de esta colección de Fernando Pessoa, tótem de
la poesía portuguesa, personaje extravagante, de genial inspiración,
probablemente esquizofrénico, adicto a la absenta y homosexual reprimido, genio
absoluto sin parangón. Pero, por chocante y atractivo que sea el título del
relato primero y principal, el resto del título del volumen es el esencial: Cuentos de raciocinio, ya que es el
ejercicio de esta capacidad humana el que se exhibe en todos los relatos. No
obstante, sólo dos de ellos son realmente apreciables, precisamente El banquero anarquista, y Una cena muy original. El resto son
relatos inacabados, reflexiones sobre el crimen y sus motivaciones
psicológicas, y juegos brillantes para poder definir el carácter humano ante el
crimen; pero su carácter y aspecto de borrador lastran el placer lector y
quedan un tanto desdibujados, aunque se aprecie en Pessoa un trasfondo
interesado en el crimen y su relato que yo desconocía.
Fernando Pessoa, según el retrato de
Almada Negreiros
Los dos relatos que he destacado son,
empero, espléndidos; completos y fascinantes ejercicios de raciocinio dotados
de ironía soterrada y demoledora. En El
banquero anarquista un banquero concatena sofisma tras sofisma para
justificar que su ambición encarna la mayor libertad individual al conseguir
con su dinero no estar sometido a designio alguno del estado pero tampoco a los
de ningún grupo social, como precisamente los colectivos anarquistas. El relato
tiene forma de convincente diálogo serio, en el que nunca se pierde la
compostura, incluso la rigidez, de los protagonistas, y en el que todas las
dudas del interlocutor son minuciosamente aclaradas o refutadas. La impresión
final de semejante impostura filoanarcocapitalista
no acaba de aclarar si el autor se la cree o no. De ahí la profundidad
clarividente de su ironía: la razón puede con todo, lo racional supera a lo
razonable, no importa nada más. Y Pessoa, autor cuya aparente simpleza
intelectual es tan pétrea como críptica, maneja el punto de vista neutral de
manera férrea.
Una
cena muy original tiene una resolución más
esperable, aunque probablemente no tanto en el momento en que se escribió. Se
articula en torno a una cena competitiva en que el anfitrión reta a sus
invitados (todos ellos miembros de una reconocida sociedad gastronómica) a
descubrir por qué se trata de la cena más original de la historia. El infructuoso
trabajo de los comensales adquiere tono de género que se resuelve con una
explosiva sorpresa final de ironía y coherencia encombiables.
Hace ya mucho que leí una antología
poética de Fernando Pessoa, que contenía poemas de cuatro de sus
heterónimos: Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, y el mismo
Pessoa. Su fascinante genialidad le permitía escribir en estilos y con
intereses aparentemente diferentes de poesía, y que las obras de cada
heterónimo resultaran coherentes y significativamente alejadas de las de los
demás. Y tuvo más heterónimos, de los cuales son destacables Bernardo Soares, o
Alexander Search (que utilizaba para sus obras escritas originalmente en
inglés: por ejemplo, el relato Una cena
muy original, de esta colección). Su peso en la cultura portuguesa es
inmenso, y desde el desconocimiento de la cultura y la lengua portuguesas que
tengo, sé que el homenaje a Pessoa se extiende por todas partes. Ejemplos que
conozco: José Saramago y su El año de la
muerte de Ricardo Reis. Salvador Sobral y su banda de música Alexander
Search, en la que también participa Júlio Resende. El cuadro magnífico de
Almada Negreiros… A pesar de este magisterio poético sin parangón, Pessoa es
conocido por su menor capacidad para terminar obra en prosa, especialmente si
pasaba en longitud del artículo o del relato, ¿tal vez porque la inspiración
poética no necesite una voz o constancia en cada obra única que tenga que durar
meses o años? ¿Tal vez porque cambiara demasiado de tono impulsado o arrastrado
por sus heterónimos poéticos, resultando en incapacidad literal para la novela?
No lo sé. Estos dos relatos, al menos, abren el apetito para un día atacar El libro del desasosiego, que hace
tiempo que mira, fiscal del tiempo, desde la estantería.
Retratos de Pessoa
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